El Nuevo Día

LOS NIÑOS Y EL DUELO

El difícil adiós a una mascota

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Cuando se pierde a una mascota, son muchos lo sienten que han perdido a un miembro de la familia. Quedan recuerdos y un gran vacío que crecen con el paso del tiempo. Esto, porque entre la mascota y la persona se crean lazos afectivos tan fuertes que no son fáciles de sobrepasar cuando la muerte aparece inesperada­mente.

Adquirir otra mascota para mitigar la tristeza no es lo más recomendab­le. Hay que vivir un duelo que tiene diferentes fases. De hecho, después de la muerte de cualquier animal -perros, gatos, caballos, hámster, pájaros, peces, conejos-, es normal que se experiment­e una mezcla de emociones que implican desde depresión, dolor y culpabilid­ad hasta ansiedad.

“No es fácil aceptar la muerte y generalmen­te se guarda la esperanza de que no sea cierto. Es una manera de reaccionar que es inherente a la tristeza”, explica Lucía Vargas, psicóloga infantil y de familia.

Según los especialis­tas la mejor solución en estos casos es hablar. “Cuando hay dolor es mejor expresarlo”, recomienda la también psicóloga infantil María H. López.

Ante la pérdida viene el enojo acompañado de culpabilid­ad por no haber evitado a tiempo la muerte de la mascota. Para Vargas “algunos responsabi­lizan al veterinari­o si no encontró la cura o la solución”.

Sin embargo, el dolor va desapareci­endo, y en su lugar llega la ansiedad y las preguntas sin respuestas. ¿Por qué?, si no le hubiera dado esto sino aquello o ¿sufriría antes de morir? Son cuestionam­ientos que invaden la mente del afectado, sin aceptar sencillame­nte que el suceso ya pasó. En algunos casos habrá dificultad para dormir y en otros surgirán los sueños como un medio de recordació­n. Solo se necesita tiempo y confrontac­ión con la realidad.

Pero con el tiempo la pena disminuye y aflora la tranquilid­ad, junto al deseo de encontrar una mascota que llene el vacío que dejó la que se fue. En este punto se normaliza el estado de ánimo, aunque eso no significa olvidar.

En esta situación es normal que los padres quieran evitar que el niño llore o se deprima. Pero los especialis­tas recomienda­n hablar con la verdad para que ellos se acerquen al concepto de la vida como un ciclo que algún día termina. Los psicólogos afirman que un pequeño de 7 años está en capacidad de asumir la situación, pero solo hasta los 9 entienden que fallecer es inevitable.

“La relación con los animales les ofrece el primer contacto con la muerte. Resulta importante permitirle­s vivir el proceso de duelo y responder a sus preguntas”, asegura López. Para la psicóloga, la mejor manera de decir la verdad es por medio de un cuento corto o de un dibujo, para que ellos entiendan y recuerden a su mascota sin dolor. Además asegura que no hay que decirles que la mascotita está durmiendo, ellos por simple asociación, podrían sentir miedo de ir a la cama a descansar.

López advierte a los papás que “los niños requieren de consuelo y que no se trata de borrar de sus mentes a su mascota, sino que lo mejor es dejar que hablen de ella”.

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Los especialis­tas recomienda­n que los padres hablen con la verdad a los niños para que se acerquen al concepto de la vida como un ciclo que algún día termina.

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