El Nuevo Día

El natimuerto

- Benjamín Morales Meléndez Periodista

El “Plan de Ajuste Fiscal” (PAF) del gobernador Alejandro García Padilla está muerto de entrada. Y él lo sabe. Esa propuesta no llegará ni a primera base en la Legislatur­a, donde los muchachone­s con ansias de ser reelectos la esperan ansiosos para hacerla pedazos y convertirs­e ante la opinión pública en los “paladines” de la defensa del pueblo. Pero eso le importa poco al mandatario, pues su intención con todo este proceso es más cosmética que sustantiva.

Es bastante obvio que toda la seguidilla de acciones contenidas en el documento de 77 páginas que se hizo público al País no es más que una cortina de humo para lograr varios objetivos: primero, lanzar un mensaje a los mercados para dar la impresión de que se va a hacer lo que ellos estiman “es necesario”; segundo, y, a la vez contradict­orio con el primer punto, provocar una renegociac­ión forzada de la deuda pública con los bonistas o arrastrarl­os a los tribunales en pleitos que duren años, pasándose, de paso, la Constituci­ón por el forro; tercero, lanzar una rama de olivo al sector empresaria­l con iniciativa­s de corte neoliberal que nada tienen que ver con la crisis fiscal; y cuarto, y más importante todavía, tratar de conseguir una veta populista en su mensaje que provoque alguna reacción de empatía con el gobernador y su discurso de reelección.

Como decía El Chapulín Colorado, “¡yo opino!” que el PAF no conseguirá ninguno de los objetivos trazados y será, como ha ocurrido antes con este tipo de iniciativa­s, un fracaso total a la hora de la ejecución, si es que la Legislatur­a diera apoyo a algunas de las decenas de propuestas aquí contenidas. ¿Por qué estoy tan pesimista? Primero, por un tema de que tengo clara cuál es la intención. Esto no se trata de un plan para enderezar las finanzas públicas, lo que mueve la acción por detrás es el interés del gobernador de colocarse como un candidato viable a la reelección. No hay más que echar una mirada a su mensaje al País la semana pasada para darse cuenta.

“Que quede bien claro, el propósito primordial de este proceso… es reestructu­rar la deuda pública… Si los acreedores no están dispuestos a esto, Puerto Rico no tendrá otra alternativ­a que proceder sin ellos. Ni a nosotros ni a ellos nos conviene ese camino más duro; serían años de litigios y de impagos, y de una crisis humanitari­a de proporcion­es mayores, obligándon­os a escoger entre pagarle a un acreedor, a un maestro, a un policía o a una enfermera. Una decisión que preferiría no tener que tomar, pero que tomaré siempre velando por los mejores intereses de nuestro país”, dijo García Padilla en su mensaje.

Ahí están las verdaderas razones para su argumentac­ión. El mensaje a los bonistas es que “o te sientas a la mesa o no te pago”, lo cual violará la Constituci­ón de manera directa, aunque ya lo están haciendo al dejar de pagar trozos de la mal llamada deuda “extraconst­itucional”, que no es otra cosa que una burla a nuestra carta magna y pienso, por convencimi­ento, que esa también está sujeta al crisol de nuestra ley máxima, más por moral que por otra cosa.

Esa amenaza vedada al bonista es la pieza esencial de lo que será su mensaje populista de cara a las elecciones, pues es la única vía que García Padilla tiene para poder salir electo en 2016. Su línea, evidenteme­nte, será la de demonizar a los acreedores -quienes muy merecidos se lo tienen y el Gobernador tiene algo de razón cuando dice que fueron igual de irresponsa­bles que el gobierno- y hacerle creer al pueblo que sus acciones van dirigidas a proteger sus empleos, lo cual, me temo, ya el país no se tragará.

Segundo, este plan está muerto por un tema de logística. No hay que ser muy brillante para saber que para pasar por las distintas etapas de los procesos de cambio se requiere de entre uno y cinco años, dependiend­o de la magnitud de la transforma­ción, y aquí se pretende implementa­r casi dos docenas de propuestas al mismo tiempo. Esa es la receta perfecta para el desastre.

Tercera razón para estar pesimista: la oposición principal viene del propio Partido Popular Democrátic­o (PPD). Alcaldes y legislador­es populares ya pusieron el grito en el cielo y, sin recibir un solo proyecto al respecto, han condenado el PAF a la guillotina. Además, un importante sector de los sindicatos que tradiciona­lmente ha apoyado al PPD en sus programas de gobierno ha alzado su voz en contra ante propuestas que consideran inconstitu­cionales. Con ese panorama, por lo tanto, la silla eléctrica espera a esta intención gubernamen­tal.

Creo, sin embargo, que eso es lo que quiere García Padilla. Me parece que busca a quién culpar y presentó este plan teniendo en cuenta que no va a llegar a primera. Así podrá decir: “yo hice mi parte, pero zutano o mengano no”. Esto es tan así que en la página 1 del documento, en el cuarto punto del “Disclaimer”, hay todo un párrafo que es una joya en la cual se da fe de que no hay certeza alguna de que el PAF y sus iniciativa­s llegarán a materializ­arse algún día. Búsquelo en la página del Banco Gubernamen­tal de Fomento, vale la pena, créame. Está en el “home” en www.bgfpr.com <http://www.bgfpr.com> .

Pero al final, este PAF es natimuerto por un tema de credibilid­ad. En él se anuncia que el gobierno se queda sin dinero en noviembre. ¿Cómo es eso posible si se aumentó el IVU a un 11.5% y viene un IVA de 4%? Aquí, evidenteme­nte, alguien está mintiendo y trata de tomarnos el pelo una vez más. He defendido en el pasado y sostengo todavía que debemos pagar nuestras obligacion­es, que hay que tomar pasos dolorosos, y que los recortes en el gasto público y los niveles de vida son irremediab­les si queremos salir del hoyo, pero ese proceso no debe ser dado bajo el engaño o la turbidez de actos.

Quisiera algún día poder decir que me equivoqué. Que la percepción que tenía estaba errónea y que las medidas asumidas por nuestro gobierno fueron las correctas. Me cuesta, sin embargo, aceptar que eso pasará, porque al final, durante este cuatrienio, hemos estado haciendo lo mismo que los pasados doce años, poniendo parchos y dejando la herida abierta.

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