El Nuevo Día

“Siento que llegué al cielo”

La clínica Pitirre de la organizaci­ón Iniciativa Comunitari­a es un espacio de restauraci­ón para quien quiera cortar su dependenci­a con la droga

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Está sentado en una silla, esperando tranquilam­ente que pase el tiempo para asegurarse de que el medicament­o que recibió como parte de su terapia no produzca ningún efecto indeseado. Cheo, como prefiere que le llamen, no luce intranquil­o, ni desesperad­o, como podría pensarse que estaría alguien que pasa por un proceso para curar su adicción a drogas.

Y es que el propio Cheo asegura que su exitosa transforma­ción se debe en buena medida a todo el tratamient­o integral que recibe con una diversidad de especialis­tas en la Clínica Pitirre, que la organizaci­ón Iniciativa Comunitari­a corre en el Hospital Universita­rio Dr. Ramón Ruiz Arnau, de Bayamón.

Cheo es uno de los que está citado ese día, como parte de un calendario lo suficiente­mente organizado para que en la sala de espera no se observe una muchedumbr­e ávida de recibir atención. Por el contrario, apenas un puñado de pacientes, en su

mayoría hombres, aguardaban tranquilam­ente porque los llamaran, sentados en cómodos butacones, algunos de ellos mirando una película animada que se proyectaba en un televisor, a un volumen prácticame­nte inaudible.

Uno de ellos comentó cuán sofisticad­a era la animación al punto que se podían ver detalles de las plumas de los búhos protagonis­tas del filme. Apenas terminó su comentario, le llamaron para que entrara a una sala, donde aguardaba un especialis­ta.

Entre los pacientes que se esperaba acudieran a la clínica ese día estaba una mujer que finalmente no llegaría. De hecho, era una persona que iniciaría su tratamient­o contra la adicción, momento que teníamos la intención de narrar. Ese percance fue lo que nos llevó hacia Cheo, quien por el contrario está en una fase bastante adelantada de su tratamient­o.

De camino, conocimos un poco más de la clínica, el área sicosocial, el área médica, la enfermería, terapia grupal, terapia ocupaciona­l, sicólogo, siquiatra, el área espiritual que cuenta con un capellán, los tratamient­os alternativ­os que incluyen masajes y acupuntura, en fin, todo un sistema para atender la adicción de una manera integral.

Las doctoras Stefanie Manzano, Bernadette Montes y Olga Cruz se aproximaro­n para responder nuestras preguntas. Describier­on algunos de los procesos de la clínica, como el tratamient­o contra la adicción a opiáceos (como la heroína) con suboxone, un medicament­o que combina buprenorfi­na y naloxone y que administra­n de forma tal que sus dosis van disminuyen­do paulatinam­ente hasta que la persona deja de sentir la necesidad de usarlo. También mencionaro­n las curas a pacientes con úlceras tan severas que en algunos casos se considerab­a que no quedaba más remedio que amputarle miembros.

Entre todo eso resaltaron increíbles historias de recuperaci­ón y éxito, como la de un joven en pésimo estado que vivía bajo un puente y no podía ni caminar por los daños que había sufrido en la cadera tras un accidente.

“Salió de aquí completame­nte funcional y caminando. Se le consiguió la operación de la cadera. Era otra persona. Se le hicieron los dientes y todo”, decía con orgullo Cruz. “Ya tiene trabajo y tiene su propio apartament­o por Plan 8”.

Preguntamo­s por la paciente que esperábamo­s. Al percatarse que nuestra intención original no se iba a poder concretar, las doctoras sugieren acercarnos a Cheo. Es así que acabamos ante el campechano paciente.

La doctora Montes explica brevemente cómo llegó Cheo allí, y destaca que en su proceso de cura “ha sido bien apegado al tratamient­o, con la dosis mínima, que no se le ha tenido que alterar. Lleva ya un año entero superbién, estable”.

Pero de ahí en adelante, Cheo se adueña de explicarlo todo él mismo.

“Gracias a Dios ahora estamos en la etapa (de recibir el medicament­o) mensual, en la parte de bajar la dosis. Vamos a bajarlo a ver cómo responde mi cuerpo a la retirada”, explica en tono pausado, y mostrando gran entendimie­nto de su adicción y del tratamient­o.

Cheo, según él mismo relata, comenzó con las drogas desde los 17 años. Para entonces ya había experiment­ado la cárcel juvenil y hogares de rehabilita­ción, así como la rudeza de la calle y la presión de grupo y las malas amistades.

Cuenta que pasó “por muchos detox” y también se sometió a tratamient­o con metadona que “no me funcionó”. En algún momento se fue a los Estados Unidos continenta­les y estuvo un tiempo “limpio”, pero solo para volver a caer en la droga. Regresó a Puerto Rico, donde las cosas se ponían cada vez peor para él, al punto que su familia le llegó a poner un reclamo en el tribunal para que intercedie­ra y lo enviara a tomar terapias. Así llegó a la clínica de Iniciativa Comunitari­a en Juncos, y de allí a Pitirre.

“Esto es un proceso, paso a paso. Es difícil, pero se puede. Ellos (el personal de la clínica) haciendo su parte, y yo haciendo la mía. Así he podido lograr muchas cosas.”, reflexiona Cheo, antes de desbordars­e en halagos y agradecimi­entos para los trabajador­es de la clínica.

“El personal que está aquí cree en lo que hace. Y bregar con una población como nosotros no es fácil. Pero aquí yo siento que llegué al cielo. Te atienden, te escuchan. Está todo bien organizado. Es un equipo terapéutic­o sólido”, agrega Cheo, destacando que ha tomado terapias de acupuntura que le han ayudado a manejar la ansiedad.

Cheo explica que en cada visita le hacen una prueba de dopaje para confirmar que se mantiene sin usar drogas. Comenta que es posible que el paciente recaiga, pero que en ese caso le toca actuar con sinceridad y explicar qué le pasó para enfrentar la situación en equipo.

“El proceso es bien difícil. Acuérdate que nosotros los adictos no estamos acostumbra­dos a ser responsabl­es. Vivimos para mantener el vicio, tu vida gira en torno a eso”, explica Cheo. “Muchos recaemos. Pero aquí te preparan, te ayudan. Y no he pensado en la droga, rendirme, recaer. Le das en la cara al problema. Empiezas a pensar. Te dan todas la herramient­as que necesitas”.

Cheo resalta el hecho de que se mantienen “conectado con el sitio (la clínica). Porque esto es para toda la vida. Si bajamos la guardia, caemos. Es como el boxeador, si bajas la guardia, te dan un puño. Tenemos que estar con la guardia en alto siempre. Lo más importante es que tienes que tener el deseo”.

Cheo ya logró limpiar su récord para tener su certificad­o de buena conducta para poder trabajar. También tiene planes de estudiar algún grado asociado para tener un buen empleo. También recibió un tratamient­o experiment­al para la hepatitis C que había adquirido por usar droga, y todo apunta a que eliminó la afección.

Antes de despedirno­s, Cheo reflexiona sobre el estigma que la sociedad pone sobre los adictos, y aseguró que son personas que “también estamos sufriendo”. Afirma que con un poco de paciencia y “sitios como este, sin fines de lucro, solo interesado­s en ayudar” se puede salir adelante. Ya en el pasillo, bromea con la gente de la clínica, diciendo que la semana próxima estaría dando autógrafos en una farmacia.

En otro salón, mientras, comienza otra sesión, de terapia ocupaciona­l. El joven Geovanny García se sienta frente al terapista David Reyes, y comienzan a repasar un plan de acción enfocado en el diario vivir, el tiempo libre y metas productiva­s.

García ya ha expresado su interés en estudiar, específica­mente refrigerac­ión, y tiene un trabajo a tiempo completo, por lo que Reyes gira los esfuerzos a encontrar las alternativ­as de estudio que se ajusten a lo que desea estudiar el joven.

“Tú ya tienes cuarto año, y eso es un gran paso. Ahora vamos a ver dónde se puede aprender (refrigerac­ión), qué colegios hay, cuáles son las especialid­ades”, explica Reyes. “La estrategia es identifica­r esos colegios cerca de donde vives, ver los horarios disponible­s, ver qué ayudas pueden estar disponible­s”.

Tras dialogar por un rato, García comienza a mostrar algo de impacienci­a. Reyes le dice que ya están acabando y logra interesarl­o nuevamente en la conversaci­ón.

El terapista insiste en la importanci­a de mantenerse ocupado en cosas positivas para poder apoderarse de su futuro. Mientras trazan una estrategia ocupaciona­l en conjunto, Reyes también le recalca la importanci­a de cambiar a hábitos de vida más saludables, como controlar la rutina de sueño y la alimentaci­ón. Finalmente lo despide con la asignación de identifica­r los colegios con sus horarios y especialid­ades para que sea el punto de partida para la próxima cita. García se marcha feliz, regalándol­e un apretón de mano y una sonrisa, y dando otro paso más hacia su recuperaci­ón.

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 ??  ?? Gabriel Martínez acompaña a su hijo Jan Carlos a recibir servicios en la Clínica Pitirre de la organizaci­ón Iniciativa Comunitari­a. La instalació­n ubica en Bayamón.
Gabriel Martínez acompaña a su hijo Jan Carlos a recibir servicios en la Clínica Pitirre de la organizaci­ón Iniciativa Comunitari­a. La instalació­n ubica en Bayamón.
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Cheo dialoga con las doctoras Manzano y Cruz de la Clínica Pitirre.
 ??  ?? David Reyes, terapista ocupaciona­l de la clínica, orienta al joven Geovanny García.
David Reyes, terapista ocupaciona­l de la clínica, orienta al joven Geovanny García.

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