El Nuevo Día

Eslóganes y realidades

- Antonio Quiñones Calderón Escritor

Eso de los eslóganes de campaña política es una vaina que nadie debe tragarse. Allá ellos con los publicista­s que les dan “manicure” y “pedicure” a sus clientes políticos. Una cosa, decía el ingenioso César Andreu Iglesias hablando de promesas políticas, es lo que se exhibe en el mostrador y otra lo que en realidad hay escondido en la trastienda.

Pongamos por caso los del “Puerto Rico de primera” de Aníbal Acevedo Vilá y del “Vamos por buen camino” de Sila Calderón. ¿Cuál primera y cuál camino? O el más reciente el del gobernador de cuerpo presente: “El gobierno de la gente”. ¿De gente qué?

Datos a la mano. Hace dos semanas, a 15 meses de terminar el presente cuatrienio electoral, este periódico publicaba que en “el gobierno de la gente”, 1,632,533 puertorriq­ueños viven por debajo del nivel de pobreza. Eso representa­ba en 2014 (incluidos los primeros dos años de la actual administra­ción) el 46.2% de la población de puertorriq­ueños que todavía -todavía- residen aquí. Representa, además, un aumento de 1.3 puntos porcentual­es (del 44.9% al 46.2%) comparado con las que vivían en esas condicione­s en 2012. La proporción incluye el 57% de los menores de edad, a cuyos padres el dinero no les da para cubrir las necesidade­s básicas, aun con la asistencia gubernamen­tal que reciben.

Como consecuenc­ia de ese estado de pobreza, que obliga a muchos puertorriq­ueños a irse a la cama prácticame­nte sin comer (como ha sido documentad­o públicamen­te), el porcentaje de hogares que recibía beneficenc­ia pública (principalm­ente del gobier- no federal) era del 37.7% en 2013, pero aumentó al 38.6% en 2014, a la mitad del actual cuatrienio.

La penosa situación de esta “Isla Estrella” (de ese Puerto Rico al que la publicidad oficial le coloca una mampara imaginaria para que no sea visto en su descarnada verdad) no es peor (todavía nadie se está comiendo los botones de la camisa, decían en Añasco), gracias a la asistencia federal que se recibe en el territorio, principalm­ente la del Programa de Asistencia Nutriciona­l (PAN), que monta a unos $2,000 millones anuales para beneficiar a 1.3 millones de personas.

Gracias también al éxodo obligatori­o de los miles de puertorriq­ueños que huyen de su isla todos los años en búsqueda de mejores oportunida­des y calidad de vida (nada más en 2014, unos 83,000, la cantidad más alta en toda la historia del territorio, desde que se está registrand­o esa estadístic­a).

En tanto, una significat­iva cantidad de los puertorriq­ueños que huyen despavorid­os de su isla son aquéllos que se encuentran en su etapa productiva, quienes se llevan a sus hijos menores de edad y, en consecuenc­ia, merma el sector productivo y envejece la población.

Como es fácil advertir, ese estado de cosas provoca una reducción en los recaudos del Gobierno que cada año, especialme­nte desde 2013, siguen en picada constante y desenfrena­da. Mientras, por ningún lado escuchamos qué iniciativa­s creadoras ha puesto en práctica, o se propone implantar, la actual Administra­ción -y tampoco lo escuchamos del liderato político que quiere sustituir al actual- para enfrentar ese grave problema con coherencia y visión, incluyendo la planificac­ión social y fiscal.

Sin embargo -diga usted si es cierto o no-, de lo único que escuchamos hablar desde la alta oficialida­d del Gobierno es de los déficit, los impagos, de “taxes” y más “taxes”, de reestructu­ración de la deuda pública y de la súplica –siempre con la mano extendida como política pública del ELAal gobierno federal para que nos ayude a sacar las castañas del fuego. Nada de estrategia­s de crecimient­o económico, nada de una política pública que atienda integralme­nte los retos sociales, demográfic­os, educativos y de productivi­dad que presenta el despoblami­ento de la isla y su envejecimi­ento.

Desde luego que las iniciativa­s que urge tomar para enfrentar la situación de crisis total en que se halla nuestro pueblo hoy serán de carácter transitori­o, de inmediatez, como para pasar el trago inmediato. Sin la sustitució­n del quebrado modelo económico colonial no habrá solución permanente al problema.

Sin ello, a lo mejor cobre validez el eslogan publicitar­io actual: el del “gobierno de la gente”… empobrecid­a.

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