Mameyes, nunca más
Ocurrió inesperadamente en el momento en que el sueño era más profundo y la noche más oscura. La peor pesadilla que hubieran estado soñando era preferible a lo que enfrentaron al despertar. Ayer hizo 30 años, un lunes 7 de octubre, a eso de las tres de la madrugada, justo en el momento en que la lluvia se hizo más intensa luego de haber estado lloviendo por más de 50 horas.
Se oyó como una explosión en el instante en que toda la ladera, donde estuvo cimentada la comunidad de Mameyes, se deslizó jalda abajo desintegrándose en un infernal río de rocas, tierra y lodo que fluyó hasta reposar toda su destrucción al pie del propio cerro. Grandes peñones de roca calcárea, lapidariamente blanca, seguían despeñándose y deslizando sobre las residencias mientras torrentes de lodo sangraban de sus entrañas.
Durante el evento, los que pudieron despertar abrieron sus ojos a una realidad incomprensible. El ruido de las rocas impactando las viviendas, la imposibilidad de mantenerse de pie al ser arrastrados en el derrumbe y el desespero por sobrevivir y salvar a sus seres queridos se sumaron al sufrimiento. Todo fue terrible, en algunos lugares se oyeron gritos de desesperación, imploraciones a la divinidad, gritos de ayuda de los sobrevivientes. En otros, sólo se percibía el silencio que resuena con la lluvia cuando se deja de existir. Fue el fin del mundo para más de un centenar de puertorriqueños que, como a muchos otros, la pobreza les ubicó en un lugar de alto riesgo.
Treinta años después de la tragedia de Mameyes nuestra vulnerabilidad a deslizamien- tos y otros movimientos de masa no se ha reducido. Al presente hay más de un centenar de comunidades ubicadas en áreas susceptibles a deslizamientos y decenas de miles de edificaciones dispersas a través del interior montañoso central construidas ilegalmente, sin seguir códigos de construcción, sin supervisión de profesionales de la ingeniería, sin estudios de suelos ni asesoramiento geológico.
Muchas de éstas se han construido en laderas escarpadas con columnas largas de longitud desigual, sin zapatas adecuadas, en terrenos inestables y con un pozo muro debajo que inyecta cientos de galones de agua que debilitan los suelos en que yacen sus propios cimientos. Un gran número de estas viviendas pueden desbarrancarse en caso de un evento extraordinario de lluvia, particularmente si coincide con un evento sísmico significativo como los que pueden ocurrir en nuestra isla.
A pesar de las recomendaciones de FEMA luego del desastre de Mameyes todavía no hay mapas detallados para la mayor parte de la isla sobre la susceptibilidad a deslizamientos. Tampoco hay reglamentación específica de planificación que determine los usos de terreno en zonas vulne- rables de acuerdo al tipo de movimiento de masa.
De haberse preparado estos mapas e incorporado en el proceso de planificación, se hubieran ahorrado decenas de millones dólares evitando nuevas situaciones análogas a las de Villa España en Bayamón, la destrucción del CDT de Corozal, el deslizamiento del barrio Unibón en Morovis, los deslizamientos de Lares, los colapsos de Monteverde en Manatí y el deslizamiento de Cerca del Cielo en Ponce, entre otros.
Dados el creciente reto del cambio climático y la desigualdad social y económica por los cuales, son los pobres los más vulnerables, es imperativo implantar acciones concretas de mitigación contra los deslizamientos y demás peligros naturales a fin de desarrollar una sociedad resiliente contra desastres.
Hay que detener las nuevas construcciones en lugares de alto riesgo, reubicar a las familias hacia lugares seguros, preparar los mapas de susceptibilidad a deslizamientos para evitar edificaciones en lugares de más peligro y establecer prioridades de mitigación para las comunidades en peligro. Hay que orientar a los residentes sobre las adversidades potenciales, cómo reducir los riesgos en sus comunidades e implantar sistemas de monitoreo y alerta, así como trasladar fuera de áreas de peligro a los residentes cuando haya pronósticos de lluvias peligrosas.
No podemos permitir que el sufrimiento de Mameyes vuelva a golpear Puerto Rico. Mameyes, nunca más.