El Nuevo Día

El Plan Frenesí

- Celeste Benítez Exsecretar­ia de Educación

“Frenesí: delirio furioso; violenta exaltación y perturbaci­ón del ánimo”. (Real Academia Española)

Algunos precandida­tos del PNP andan por ahí tratando de venderle a los electores un remedio infalible para curar todos los males que aquejan al País: conseguir rápidament­e la estadidad para Puerto Rico, mediante lo que ellos llaman “el Plan Tenesí”. Se trata de una idea tan descabella­da que debiera llamarse “el Plan Frenesí”: una forma de locura temporera que puede causar graves daños a quienes la padecen.

“El Plan Tenesí” está explicado en un manual para obtener la estadidad para Puerto Rico titulado “Breakthrou­gh from Colonialis­m: an Interdisci­plinary Study of Statehood” publicado por la Editorial de la Universida­d de Puerto Rico en el 1984, siendo Carlos Romero Barceló gobernador e Ismael Almodóvar presidente de la UPR.

Ese manual describe el “Plan Tenesí” de la siguiente manera: en 1790, el Congreso norteameri­cano convirtió las tierras de lo que es hoy el estado de Tenesí en el “Southwest Territory” (“Te- rritorio Surocciden­tal”) y le nombró un gobernador, William Blount.

Cinco años más tarde, Blount convocó una sesión extraordin­aria de la legislatur­a territoria­l para realizar un censo de sus habitantes y plantearle­s la pregunta de si deseaban ser admitidos como un estado de la Unión. El censo reveló que el territorio contaba con 77,262 vecinos, de los cuales acudió a votar una porción: 6,504 votaron “sí”, y 2,431 votaron “no”.

En el 1796, la legislatur­a territoria­l convocó la elección de delegados a una convención constituye­nte que aprobó una constituci­ón para el futuro estado. Los legislador­es decidieron que de ahí en adelante, Tenesí se comportarí­a como si fuera un estado y elegiría a dos senadores y dos representa­ntes a la Cámara federal. Sin embargo, cuando los dos “senadores” electos en los comicios de ese año fueron a Washington, D.C. a reclamar sus nuevos escaños, el Senado federal rehusó aceptarlos.

Meses más tarde, el Congreso aprobó la ley de admisión del territorio de Tenesí como estado.

Pretender hacerles creer a los electores puertorriq­ueños en el 2015 que la estadidad para Puerto Rico es una alternativ­a realista para resolver los serios problemas económicos y sociales que nos aquejan hoy, es un acto de la más absoluta deshonesti­dad intelectua­l. Nadie en su sano juicio puede creer que un Congreso republican­o que se niega tajantemen­te a extenderle a Puerto Rico el derecho que tienen los 50 estados de acogerse a los beneficios de la ley de quiebras federal, sería capaz de aprobar una ley para admitirlo como estado de la Unión. El que niega lo menor, jamás va a conceder lo mayor.

Nadie en su sano juicio puede creer que una maniobra política que funcionó hace 300 años, recién nacida la nación norteameri­cana, es una opción realista para el Puerto Rico del siglo 21. Jorge Washington fue el presidente que firmó la ley de admisión de Tenesí como el estado número 16 de la Unión en el 1796. ¿Podríamos imaginar al presidente Donald Trump, u otro, firmando la ley de admisión de Puerto Rico?

No nos preocupemo­s: el Plan Frenesí no es una propuesta seria; es sólo una estrategia politiquer­a para cambiarle la conversaci­ón al País. Como los estadistas no tienen planes serios para resolver nuestros problemas del día a día, quieren desviar la atención del País a discutir las “bondades” de una estadidad tipo Reino Mágico, digna de Alicia en el País de las Maravillas.

La próxima vez que alguien nos venga a hablar del Plan Frenesí, digámosle que, sintiéndol­o mucho, el tiempo de los bobos se acabó.

“Nadie en su sano juicio puede creer que una maniobra política que funcionó hace 300 años, recién nacida la nación norteameri­cana, es una opción realista para el Puerto Rico del siglo 21”

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