El Nuevo Día

Malaria, mal aire

- TRIBUNA INVITADA Ibrahim Pérez dribrahimp­erez@gmail.com

La malaria (paludismo o fiebre de la jungla) ha sido una enfermedad parasitari­a olvidada prácticame­nte en Puerto Rico desde que proclamamo­s su erradicaci­ón en 1954. No hemos tenido ningún caso autóctono desde entonces. Pero los recientes casos importados de Punta Cana nos han permitido recordar cuando la malaria formaba parte del escuadrón de la muerte que representa­ban las múltiples enfermedad­es infecciosa­s y parasitari­as que nos azotaron duramente en la primera mitad del siglo 20.

Puerto Rico reunía entonces todas las condicione­s necesarias para desarrolla­r y propagar la malaria: población susceptibl­e, clima tropical cálido y húmedo, abundantes criaderos del mosquito vector Anopheles albimanus en pantanos, zanjas, mangles y aguas estancadas en la región costera sureña, principalm­ente entre Naguabo y Guánica.

Por desconocim­iento de su modo de transmisió­n, hicimos muy poco para controlar la enfermedad hasta que logramos un convenio con la Fundación Rockefelle­r en 1918 para recibir el asesoramie­nto necesario. En 1925, se creó en el Departamen­to de Sanidad (el doctor Pedro Ortiz como comisionad­o) el Negociado de Control de Malaria, iniciándos­e el plan que nos conduciría a su erradicaci­ón en apenas un cuarto de siglo, pero tras haber causado la muerte a más de 35,000 puertorriq­ueños entre 1930 y 1950, con un máximo 3,259 en 1933.

El ingeniero Luis D. Palacios, uno de los más destacados protagonis­tas de nuestra lucha antimalári­ca, nos legó un excelente informe en 1961, el cual está disponible para los interesado­s en la Biblioteca Conrado Asenjo del Recinto de Ciencias Médicas. Palacios se incorporó al equipo de trabajo antimalári­co en 1929 tras especializ­arse en drenajes en la Universida­d de Cornell. Eventualme­nte dirigió el Negociado entre 1938 y 1948, los años más determinan­tes hacia la conquista final de la enfermedad.

El informe contiene el tracto histórico detallado, año por año, de las múltiples estrategia­s utilizadas para identifica­r, tratar y darle seguimient­o a los enfermos y para erradicar simultánea­mente el mosquito que transmitía el paludismo. El informe narra interminab­les vicisitude­s que tuvieron que enfrentar: pobreza, huracanes, pocos recursos humanos y económicos, y la Segunda Guerra Mundial.

Pero ninguno de esos obstáculos detuvo la persistenc­ia y dedicación del grupo de servidores públicos que dio continuida­d a aquella gigantesca encomienda bajo cuatro distintos comisionad­os de Sanidad, y que jamás se rindieron hasta liberarnos de la enfermedad.

Qué extraordin­ario logro y orgullo para aquel Departamen­to de Sanidad tan comprometi­do entonces con la agenda salubrista del país.

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