El Nuevo Día

UNIDOS POR CARLOS CORREA Y EL BÉISBOL

Cientos de santaisabe­linos se congregan en la plaza de su pueblo para ver y apoyar a uno de los suyos

- Una crónica de Joel Ortiz Rivera joel.ortiz@gfrmedia.com Fotografía de José L. Cruz Candelaria jose.candelaria@gfrmedia.com

Un espectacul­ar atardecer otoñal pintó de anaranjado la plaza pública de Santa Isabel, colándose rayos de sol entre las ramas de la decena de árboles que la adornan. Nada más apropiado para ambientar aquel espacio de reunión, que mantuvo el mismo color aún cuando el sol se ocultó gracias a un ejército de camisetas azafranada­s.

“Correa” y “1” se leía en las espaldas de unos y en las cintas amarradas en las cabezas de otros. Y el que no tuvo ni cinta ni camiseta llegó con alguna pieza de vestir del color mandatorio de la noche, aunque poco supiese de béisbol. No importó.

Como en varias ocasiones anteriores, todas nocturnas, un novato pelotero de 21 años que caminó aquellas mismas calles provocó que cientos de sus compueblan­os se congregara­n en la plaza de recreo santa-isabelina para verle en tal vez el partido más importante de su corta carrera: Carlos Correa, del barrio Velázquez como muchos de ellos, y sus Astros de Houston iban de frente contra los Reales de Kansas City por el pase a la Serie de Campeonato de la Liga Americana de las Grandes Ligas.

“Hemos visto una unión en el pueblo de Santa Isabel gracias a Carlos Correa. Nos ha dado esperanza y ha sido de bendición. Aquí estamos todos unidos sin importar política ni religión. Por la fe en la familia “, dijo Elvira Aguirre, de 56 años y residente del barrio Paso Seco. Fue una de las primeras en llegar a la plaza.

Por su parte, Eda Mayela Marrero, una biblioteca­ria retirada de 56 años y encargada del Fan Page de Correa, explicó que lo conoció en una actividad escolar y quedó impactada, por lo que trató que otros jóvenes vieran que al igual que Correa, todos sus sueños eran posibles.

“El amor y respeto que le tenemos a la familia Correa es tan y tan grande que no hay obstáculos para mostrarle nuestro apoyo. Por eso estamos aquí, aunque llueva”, dijo Marrero.

Al caer el sol, cerca de las 6:30 p.m., ya las camisas anaranjada­s eran mayoría. Un programa televisivo aprovechó para una intervenci­ón en directo desde el epicentro del orgullo puertorriq­ueño de ver a un talentoso isleño destacarse en el mejor escenario de su deporte.

Unas 55 sillas anaranjada­s y amarillas, colores principale­s en el clásico uniforme arcoiris de los Astros de décadas pasadas, fueron distribuid­as en ocho filas de frente a la pantalla y de manera diagonal en la plaza, posiblemen­te por razones de espacio. A mano izquierda, la Parroquia Santiago Apóstol. A la derecha, un equipo de sonido capaz de disparar sonido hacia todos los presentes.

Y de frente, un elevado templete de cuya baranda colgaba un pequeño rótulo de vinil con la leyenda “Correa is Coming”. Todo listo.

Las sillas no fueron suficiente­s, pero los santaisabe­linos estaban preparados y desde una hora antes del inicio del partido el flujo de personas aumentó considerab­lemente.

Llegaron parejas jóvenes, parejas mayores, familias completas, personas de la tercera edad, adolescent­es, universita­rios, preescolar­es y hasta personajes de apariencia cuestionab­le, la mayoría cargando su silla de playa.

Disímiles procedenci­as pero un mismo interés: aplaudir al suyo, al chamaco de Velázquez.

Unos empujaban coches. Algunos cargaban neveritas. Otros llevaban a sus hijos de la mano, y todos en armonía se iban acomodando ordenadame­nte con sus sillas playeras.

“Nosotros vinimos en familia para apoyar al nuestro. Mañana trabajamos pero comoquiera vinimos porque está bien tranquilo y es uno de los pocos momentos que podemos venir juntos”, dijo Suede Sepúlveda, de La Monserrate en el pueblo. Le acompañaba­n Gabriel Torres y sus hijos, un niño de cuatro años y una niña de seis.

“De verdad que llena de orgullo ver al pueblo unido y tranquilo apoyándolo. Y es que está jugando fenomenal”, manifestó Torres.

José Rivera, un coameño de 50 años, aprovechó para ofrecer dos únicas mesas de dominó trabajadas a mano por un amigo suyo. Estas integraban imágenes de Correa durante la campaña del 2015, su primera.

Como era de esperarse, los ánimos comenzaron a calentarse cuando se vio en la pantalla al lanzador dominicano Johnny Cueto, quien estaría a cargo de la lomita por los Reales.

“¡Qué muchos palos vas a coger, papá!”, gritó una voz provenient­e de un grupo de hombres, uno de cuyos integrante­s lucía una camisa con el nombre “Los Potros”, con el cual se reconoce a las novenas de este pueblo.

A las 8:12 de la noche llegó el primero de los tres turnos de Correa en el juego, y el primero provocó que al unísono toda la plaza se pusiera de pie. Este disparó un largo batazo hacia el derecha que fue atrapado en la zona de seguridad. Asustó.

Acorde con la pasividad que requiere el observar un partido de pelota, la multitud, que aumentaba con cada minuto, se mantuvo tranquila, organizada e hipnotizad­a mirando la pantalla. Como si tratara de con simple fuerza de voluntad provocar un triunfo de los Astros.

No lo sabían, pero el jonrón de dos carreras del dominicano Luis Valbuena en la alta de la segunda sería el único momento feliz para la multitud, que celebró y rugió como si la camisa del antesalist­a dijese “Los Potros”.

La cosa se complicó cuando en la cuarta, Lorenzo Cain pegó hit al derecho y anotó cuando Eric Hosmer pegó hit al central y Carlos Gómez se resbaló, perdiendo tiempo para realizar el disparo, lo que permitió que Cain anotara desde primera y la pizarra se pusiera 2-1.

“Ah, chico!”, se lamentó un joven que hacía la fila para poder comprar un pedazo de pizza en el único vehículo que llegó a ofrecer alimentos.

En la cuarta, un pelotazo a Salvador Pérez y un doble de Alex Gordon prepararon la escena para que otro boricua, Álex Ríos pegara un batazo clave en el partido, que dejó la pizarra 3-2.

Y como dicen que no hay peor cuña que la del mismo palo, Ríos anotó, dejando el juego 4-2. Cueto dominaba a los Astros a su antojo.

“Yo creo que aún tienen ‘chance’”, dijo Ángel Colón, de la Playa, “pero ahora viene el ‘bullpen’ de Houston”.

Correa abrió el séptimo de los Astros con un débil batazo a segunda que casi fue hit, pero Ben Zobrist lo atrapó. “¡Qué chavienda! No lo puedo creer. Me dio hasta coraje”, expresó riendo Norma Rosado, del barrio Jauca.

Una entrada más tarde, Colón recogió su silla y se marchó. Igual hicieron muchos. Eran las 10:10 p.m. Ya no quedaban niños correteand­o y la multitud se había disminuido.

Entre los que estaban se veían labios apretados, manos en los rostros, algún juego nervioso con el cabello. Entonces Kendrys Morales jonroneó para que no hubiese duda del resultado.

Houston perdió y fue eliminado. pero el desfile de regreso a casa no fue tan amargo.

De salida iban Randy Machado junto con Isaura Febus, él del barrio Jauca y ella del barrio Velázquez.

“Eso no es nada. Esta es la primera temporada. Me voy satisfecho. Hizo un gran trabajo”, dijo Machado sin reparos, mientras que Febus agregaba “orgullosos siempre. Todavía falta el premio del Novato del Año, que esperamos que sea de él”. Esa fue la tónica.

“No me siento decepciona­da para nada. Nos sentimos un pueblo agradecido del don que Dios le dio a este joven. Cada cual trabaja por lo que quiere, y el de él es un ejemplo que hay que exaltar en estos tiempos”, dijo Marrero, minutos antes de abandonar la plaza.

Una hora más tarde, ya no estaba la pantalla, no estaban las sillas ni el sistema de sonido. Ni quedaban camisas anaranjada­s. En relativa oscuridad, varios empleados desmontaba­n la última carpa.

La plaza pública, que apenas horas antes vibró con fervor beisbolero, regresó a su somnolenci­a nocturna, con sus 10 árboles acentuando la sombra, con un aire como de melancolía por la derrota, pero de satisfacci­ón a la vez.

Como si aquel rectángulo de cemento supiera que algún día, quizás más temprano que tarde, el muchacho del barrio Velázquez les dará a los santaisabe­linos muchas más cosas por las cuales reunirse a celebrar.

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 ??  ?? Una gran pantalla instalada en la plaza de Santa Isabel fue el imán para decenas de santaisabe­linos y vecinos de ese pueblo sureño.
Una gran pantalla instalada en la plaza de Santa Isabel fue el imán para decenas de santaisabe­linos y vecinos de ese pueblo sureño.
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El partido entre los Astros y los Royals mantuvo la tensión buena parte de la noche.
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