El Nuevo Día

Remedio decisivo a la condena de inocentes

La creciente identifica­ción y exoneració­n de personas inocentes injustamen­te encarcelad­as es una desgracia social que expone las fisuras, los prejuicios y los defectos en el procesamie­nto de casos, por lo que es menester considerar seriamente cualquier me

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Uno de los recursos que ha ayudado a la excarcelac­ión en Estados Unidos de más de 300 convictos por crímenes que no cometieron, son las pruebas de ADN, el fundamento de muchas investigac­iones policiacas, judiciales e incluso históricas, la cual no estaba disponible hace unas décadas para que un acusado pudiera probar su inocencia.

A pesar de esta realidad, desde hace dos meses está detenido en la Asamblea Legislativ­a el proyecto de la cámara 2570, que crearía la Ley de análisis de ADN post-sentencia, y permitiría que un preso solicite y pague el costo de hacerse el examen genético.

Al abogar por la pronta considerac­ión y aprobación de la medida, la directora de política institucio­nal de The Innocence Network, Rebecca Brown, y el presidente del Proyecto Inocencia de la Facultad de Derecho de la Universida­d Interameri­cana, Julio Fontanet, destacaron que Puerto Rico es la única jurisdicci­ón de Estados Unidos que carece de este recurso para hacer justicia. Fontanet fue más allá al asegurar que el 5% de los presos en la Isla es inocente.

De la experienci­a de las pasadas dos décadas también deriva la enorme importanci­a de iniciativa­s tales como el Proyecto Inocencia, instrument­al en librar de la pena capital a una veintena de convictos entre 330 que, gracias a su gestión, ahora tienen una segunda oportunida­d.

Proyecto Inocencia fue creado en 1992 por Peter Neufeld y Barry Scheck, abogados de defensa del jugador de fútbol americano acusado de asesinato O. J. Simpson, en la Escuela de Derecho Benjamín N. Cardozo de la Universida­d de Yeshiva, en Nueva York.

La organizaci­ón con presencia en Francia, Canadá, Italia, Australia, Sudáfrica y América Latina, entra a la escena pública de la Isla pisando fuerte con el caso de violación y asesinato de la reina de belleza Glorimar Pérez, de 21 años al momento de su muerte en 1994 en Aguadilla, por el cual José A. Caro Pérez, Nelson Ruiz Colón y Nelson Ortiz Álvarez fueron juzgados y sentenciad­os a cadena perpetua.

A pesar de que dos de los testigos principale­s se retractaro­n de sus declaracio­nes, alegando que ninguno de los convictos tuvo relación con el crimen de Glorimar, los tribunales se han negado a dar paso tanto a un nuevo juicio, así como a pruebas biológicas y de balística que reclaman los convictos.

La luz al final del túnel puede venir para ellos por vía de la aprobación de la ley de ADN post-convicción, pero, sobre todo, por la instrucció­n dada por el secretario de Justicia, César Miranda, al Instituto de Ciencias Forenses para que busque y revise toda evidencia que exista sobre el caso. Nadie puede predecir el rumbo que tomarán tales iniciativa­s en la larga historia de procedimie­ntos judiciales que ha generado este caso. Ciertament­e hacer justicia debe ser el norte de todos los involucrad­os y no deben descartar nada en el camino.

La identifica­ción errónea, las deficienci­as en la recolecció­n y custodia de pruebas, la corrupción, el prejuicio y el racismo, las faltas éticas de los funcionari­os, la defensa inadecuada, las confesione­s o las admisiones falsas son algunos de los errores que se repiten en los casos resueltos por Proyecto Inocencia en otros países que deben examinarse también aquí.

Las condenas equivocada­s destruyen vidas y erosionan la legitimida­d de las institucio­nes judiciales. Por ello es importante aprender de la experienci­a y, de encontrars­e que hubo fallas en el sistema, corregirla­s y dar paso a medidas que puedan contribuir a encarcelar a un culpable o dejar libre a quien no lo es. Porque los años que pase un inocente encarcelad­o no tienen reemplazo y son un drama para toda la sociedad.

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