MI QUERIDO Y CREATIVO PUEBLO “INCULTO”
...que todo lo confunde, que todo lo altera, que todo lo cambia... ¡Gracias! Nos llaman incultos, vulgares, ignorantes, y nos endilgan toda suerte de epítetos porque somos (los hablantes de a pie) los que mantenemos la lengua en constante ebullición (pa’ que no se empelote). Y a los puristas les anuncio que no hay cinturón de castidad para la lengua; las nuevas generaciones vienen pisándonos los callos, los juanetes y todo lo que nos cuelga, con sus lindas innovaciones en todos los órdenes (léxicos, semánticos, sintácticos, fonéticos…). Mire, no se ponga nervioso, que estos cambios ocurren a la velocidad del ketchup Heinz® leeeeeentooooo. Por eso nos seguimos entendiendo hasta que nos vamos… a descansar en paz. Usted mi querido vulgar, inculto e ignorante lector que me lee, lumpen lingüístico, como nos llamó Lázaro Carreter, sepa que no hay injuria ni insulto que pueda con nuestra fuerza creativa. ¿Sabe qué? Cuando el pueblo habla, los cultos obedecen (unas veces más rápido que otras). Le doy un ejemplito de los miles que podría (tomados de Moreno citando a Penny). Boda, arma, hoja, alimaña, leña: estas palabras fueron en principio voces neutras plurales (ni masculinas ni femeninas). El pueblo inculto, que no conocía el latín clásico, las “reinterpretó como voces femeninas singulares. Todas estas palabras pertenecen al vocabulario de la lengua estándar culta escrita pero suponen un análisis morfológico fallido”: boda de vota (votos) plural de votum. Y lo mismo con las demás. Ya ve, el pueblo inculto “confundió las terminaciones de género”, lo cual degeneró (¿o generó?) un cambio que originó lo que para nosotros hoy es correcto y “culto”. Boda; ayer mal... hoy bien. ¿Y mañana? ¡Qué vivan los novios!