Saludable chapuzón
Cientos de adultos mayores participan del cierre del programa de acuaeróbicos en Boquerón Mildred Rivera Marrero
CABO ROJO.- Luis A. Flores Montalvo, de 75 años, dejó su bastón en la orilla del balneario y se unió a unas 90 personas para hacer una clase de acuaeróbicos que duró hora y media.
Fue el cierre de un ciclo de acuaeróbicos organizado por la Región del Sur Oeste del Departamento de Recreación y Deportes (DRD). Cuando la clase comenzó, poco después de las nueve de la mañana, el sol era inclemente, pero ninguno de los adultos mayores que entró al agua -con traje de baño, con ropa casual, con pamelas o con gorras- se quejó o salió antes de tiempo. Se ejercitaban y se divertían.
Entre los bañistas había un grupo del centro de actividades Luis Ufred, de San Germán; uno de ellos Luis. De estatura sobresaliente, el hombre siguió las indicaciones de la instructora,
La sesión comenzó con una oración, luego de lo cual Pacheco dio la primera instrucción. “Nos cogemos el pulso”. “¿Estamos ready?”, preguntó luego de unos minutos.
“Yo estoy muerta y podría”, dijo una de las asistentes, comentario que provocó las risas de todos.
Para calentar, comenzaron a “correr” de un lado al otro y entonaron una canción infantil: “había un sapo, sapo, sapo. Que crecía en el río, río, río. Con su traje verde, verde, verde”. Comenzó a cantarla Pacheco y la mayoría de los participantes la siguió. Si no la sabían, quizás la aprendieron durante los ocho meses que duró el ciclo de ejercicios.
“Nos estiramos, estiramos el cuello”, dijo Pacheco para comenzar una amplia sesión de estiramiento que cubrió dedos, manos, brazos, piernas y pies. Luego, pasaron a una sesión en la que utilizaron a su favor la resistencia que se crea al empujar o halar bajo al agua o al brincar.
El director regional que organizó el programa, Benjamín Lugo, entró al agua para ejercitarse y, luego de que le aplaudieran y gritaran su nombre, comenzaron a cantar nuevamente: “coge tu sombrero y póntelo, vamos a la playa calienta el sol”.
Bajo el agua, los ejercicios son de bajo impacto pero se trabajan el sistema cardiovascular, la fuerza, el balance y la coordinación, y aunque se ejercitaron, salieron fresquecitos.
Luis salió con sus compañeros, cogió su bastón, se bañó y cambió de ropa y se unió a los del resto de su grupo de San Germán que decidió quedarse en una de las cabañas del balneario y disfrutar del aire y el paisaje.
“Esto es salud, completamente. Uno conoce a distintas personas y eso es salud mental. Esto rebaja los años. Uno se siente más joven y más fuerte”,
afirmó Carmen Lugo, de 70 años y también de San Germán.
Lo del aspecto salubrista lo conoce bien Esther Lago, de 73 años. Vive en Cabo Rojo y en una de sus caminatas matutinas por el balneario de Boquerón vio la clase de acuaeróbicos y se integró al grupo. “Tenía un dolor en la rodilla que no podía levantar la pierna porque tuve un accidente hace años, bueno, me dolía todo el cuerpo (y se ha mejorado). Esto aquí no está guindando”, dice, mientras se toca el trícep (entre el hombro y el codo).
Otra que dio fe del beneficio de los ejercicios en el mar fue Urania Acosta, de 85 años, quien asiste a las clases desde hace unos años. Explicó que los acuaeróbicos se hacen al lado de la rampa que permite que personas en sillas de ruedas entren al mar para beneficiar a muchos ciudadanos con impedimentos, incluida su hija.
“Aquí hemos tenido personas impedidas que no se podían mover y se han beneficiado. Esto para los impe- didos es excelente”, dice. Cuando se le pregunta cuál ha sido su beneficio, no duda en exclamar “¡nada más tiene que mirarme!”.
SOLO UNA PAUSA. La reciente actividad de cierre, sin embargo, no significa el fin del programa, dijo
Benjamín Lugo, director regional del DRD. Explicó que se pausa hasta marzo porque la marea tiende a ser más fuerte en estos meses.
Para lograr asistencia, la agencia invita a centros de actividades de adultos mayores del área que cubre desde Mayagüez hasta Guánica, así como a vecinos de residenciales públicos. Las clases -que son dos veces en semana y que se ofrecen a personas de 50 años en adelante- también ofrecen espacio para algunos familiares acompañen a los asistentes y compartan el día.
Otros, como Pedro Ortiz Santiago, del residencial Jardines de Concordia, logran ir a la playa tras décadas sin hacerlo.