Inmigrantes felices e infelices
Extraordinaria novela de Akhil Sharma narrada por un menor inmigrante indio en los Estados Unidos
Las historias de inmigrantes felices son todas iguales, como las de las familias felices que dijera Tolstoy, por lo menos en cuanto al patrón que sigue su trayectoria de adaptación y éxito. Las historias infelices son todas diferentes. Esta es una de ellas.
La novela cuenta el proceso de una familia india, de Nueva Delhi, que emigra a los Estados Unidos en los años setenta, justo cuando aumenta la inmigración india a ese país. Madre, padre y dos hijos, de 10 y 8 años, se desarraigan de su ambiente y sus costumbres y dejan por detrás su familia extendida, sus amigos y su modo de vida. El tránsito se ve a través de la perspectiva del hijo menor, “Ajay Mishra”, que narra la historia. Él acoge el cambio sin pensar, más bien como una hazaña que le trae a la familia un gran reconocimiento en su lugar de origen. No es hasta que se encuentra radicado en New Jersey que se da cuenta de lo que ha perdido... y de que no es mucho, en ese primer momento, lo que ha ganado. En una observación muy certera, Ajay recuerda la vida de la India, marcada por una sensibilidad hacia la realidad física circundante, sensibilidad propiciada por la frugalidad, la necesidad de usar todo recurso con sumo cuidado. Tal sensibilidad no existe en un mundo de abundancia como el norteamericano, en que las comodidades alejan del contacto con la naturaleza.
La vida doméstica sigue más o menos igual en Estados Unidos, con los cambios materiales esperados. Padre y madre siguen teniendo disgustos frecuentes; se siguen reuniendo con los suyos, otros inmigrantes indios que se encuentran en circunstancias similares. Conciben grandes esperan- zas para el hijo mayor, Birju, que logra entrar en la prestigiosa Bronx Science High School.
Todo parecía marchar según un plan predecible cuando sobreviene la tragedia. “Birju” tiene un accidente y sufre daño cerebral masivo e irreversible. La vida familiar cambia totalmente: la nueva realidad afecta las relaciones entre los padres (el padre se vuelve alcohólico y la madre exigente y difícil) y entre ellos y Ajay. También cambia la relación de la comunidad india con la familia. Muchos consideran que esta ha adquirido un hálito de santidad por su desgracia y la manera en que se enfrenta a ella. A sus puertas llegan sanadores y personas que esperan curarse con su contacto.
La narración se vuelve cada vez más introspectiva. En un momento dado, Ajay piensa que ve a Dios y lo interroga sobre el accidente. Su infelicidad se hace cada vez más profunda y le impide entablar relaciones normales con sus compañeros de escuela. La única salida que encuentra –accidentalmentees la lectura de Hemingway, que lo lleva a intentar escribir él mismo. Esto le permite distanciarse de los eventos de su vida y convertirlos en materia literaria.
En una prosa hermosamente detallada, reveladora de actitudes y reacciones que, aun siendo muy particulares de una cultura, son también universalmente humanas, Akhil Sharma logra darnos un repertorio de las emociones en momentos de profunda tensión y, aún más, de cómo se reflejan en la siquis de un adolescente que, ante el espectáculo de su familia en crisis, percibe con creciente claridad las diferencias de personalidad entre sus padres y sus modos de enfrentar la adversidad. El joven mismo oscila entre la pena, la incredulidad, la ira, el resentimiento y la enajenación. Incluso el despertar al sexo está teñido por la sombra de la tragedia familiar.
La narración retoma la curva del éxito de las historias de inmigrantes felices: Ajay entra eventualmente en Princeton y triunfa como profesional. La herida emocional que carga, sin embargo, sigue viva en su siquis.
Esta novela fue el gran descubrimiento del año pasado en los Estados Unidos. El New York Times la escogió entre las mejores del año y ganó el Folio Prize en el Reino Unido. No es para menos.