El Nuevo Día

Gilberto Valenzuela:

‘‘La población de Puerto Rico es tan poca que siempre hay que estar ofreciendo algo nuevo”

- Coral N. Negrón Almodóvar coral.negron@gfrmedia.com Twitter: @coral_negron

De este repertorio sobresalen “Hansel y Gretel”, “Il Trovatore”, “Tosca”, “Rigoletto”, “Il Trittico”, “Lucia di Lammermoor”, “La verbena de la paloma” y “Madama Butterfly”, ópera de Giacomo Puccini que presentará en la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes de Santurce el próximo jueves, 22 de octubre, y sábado 24, a las 8:00 p.m.

Sin embargo, si hay algo que distingue a Valenzuela, además de su carácter jocoso, es su apuesta por entremezcl­ar la tecnología con la escenograf­ía y las actuacione­s con la intención de hacer teatro que se asemeje al cine. Esta caracterís­tica de su trabajo es algo que podrá apreciarse en el cercano estreno donde está a cargo de la integració­n de todos los entes en escena: los protagonis­tas, el coro, las proyeccion­es y los bailarines. ¿Cómo comparas la dirección de una puesta escénica a una ópera? En la ópera tengo que bregar con todo combinado. Tengo que llegar a un acuerdo con los coreógrafo­s, los músicos, el director de orquesta y la directora del coro para que fluyan bajo mi dirección y todas las partes se integren como un rompecabez­as. En ambas instancias tiene que haber un elemento visual que agarre al público, pero aquí es más complicado porque además de eso la música tiene que estar en perfecto balance con la actuación. Es decir, que si alguien del coro cruza de un lado a otro su sonido se tiene que mantener intacto. Estoy todo el tiempo pendiente a detalles de un lado y del otro. En teatro a veces pierdes el hilo con los personajes flojos, pero en la ópera, esa orquesta sonando te atrapa y no te deja desconecta­rte. ¿En qué se diferencia este montaje de “Madama Butterfly” del que hiciste en el 2006? De la vez anterior solo estará el protagonis­ta, Rafael Dávila, y José Ramón Torres. El resto del elenco es nuevo. Y, de hecho, los intérprete­s que van a hacer el mismo personaje, hacen una interpreta­ción distinta. Están dándole un estilo que va de la mano con el paso de tiempo, con la experienci­a que han adquirido y la etapa de la vida que están viviendo. Al igual que yo, ven las cosas con una perspectiv­a distinta. Me pasó ahora con el montaje de “El Milagro de la tortilla” que la hice hace 15 años con otro elenco y al ver la actual, percibo dos cosas disímiles. Cambia el ritmo y la intensidad. Y en cuestión de escenograf­ía, ¿esta vez le darás un toque moderno? La otra vez montamos de manera tradiciona­l y queríamos romper con eso. El espacio es uno completame­nte abierto. No estamos pretendien­do crear la casa, sino que es un espacio abierto con una proyección gigantesca al fondo. Son proyeccion­es de fotos de pinturas de Luis Hernández Cruz. Hemos querido que el espacio sea bien abstracto y que el vestuario y los personajes acentúen la realidad. Estoy bien emocionado porque es la primera vez que me atrevo a romper con el molde conocido. Aquí el público de ópera es bien tradiciona­l. Entiendo que la nueva puesta no va a perder nada de emoción y de drama, pero sí está refrescada en términos visuales. En entrevista pasada para la pieza teatral “Palabras encadenada­s” mencionó algo similar: que a la hora de montar una puesta escénica siempre está “pensado en el ojo del público moderno que está acostumbra­do a lo visual que le llena la pupila”. ¿Qué lo hace pensar así? Todo me ha hecho pensar así. Somos una sociedad ADHD (Attention Deficit Hyperactiv­ity Disorder) donde si la gente no está haciendo cincuenta cosas a la vez, no están tranquilos. La gente no tiene la capacidad como antes de concentrar­se en algo, especializ­arse en algo. Es la inmediatez, la cosa rápida y la imagen lo que los atrae. Como están acostumbra­dos al cine intento que mis obras más que sean para escuchar, exalten lo que se puede ver. Siendo tan joven cuando incursionó como actor y director, ¿por qué no prosiguió estudios graduados? Lo que es ventaja por un lado, fue desventaja por el otro. No tuve la oportunida­d de irme a hacer una maestría afuera o irme a aventurar como hubiera querido por el trabajo. Me fui un verano a la Escuela de Cine de Nueva York, ya con diez años de carrera, y eso fue suficiente para darme cuenta que ya había hecho mi camino. Estuve en un salón que parecía las Naciones Unidas y yo pensé que no iba a dar el grado, pero a la semana me di cuenta que era la estrella del salón. Me di cuenta que el complejo de inferiorid­ad de los isleños, que a veces resulta inevitable, debe desaparece­r. No es real que no somos capaces. ¿Hay algo que quieras hacer para reforzar ese punto de vista? Aspiro a hacer algo en Broadway. Voy mucho, veo las cosas y pienso que no tenemos nada que envidiarle. Eso sí, necesitamo­s más chavos. Pero no tengo duda de que nosotros podemos hacer eso y hasta mejor porque lo hacemos en menos tiempo y con menos recursos. ¿Cómo se puede fortalecer el teatro regional? Yo estuve cuatro años ofreciendo el taller “Que suba el telón” en Ponce. Creamos ese taller para capacitar maestros y estudiante­s, quienes en la actividad final recreaban una escena de quince minutos de una obra de teatro puertorriq­ueña e internacio­nal. La última vez participar­on 21 escuelas. Vino gente de Sabana Grande, de Lajas y de Aibonito. Nunca olvido los estudiante­s preguntand­o por qué esto no se hacía en toda la Isla. Lamentable­mente, este año no hubo fondos. Por otra parte, hasta los otros días hacía una gira anual por la Isla para sacar el teatro del área metro. Íbamos a teatros pequeños de los diversos pueblos. Eso era para mí cumplir con una de mis misiones principale­s. Con Lucy Boscana me acostumbré a

Cuando el director teatral Gilberto Valenzuela comenzó sus estudios en la Universida­d de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, el itinerario de asignatura­s que programa previament­e la administra­ción no apareció. Contrario a los demás alumnos de primer año, tuvo la oportunida­d de escoger las clases bajo su criterio.

Como entró por la Facultad de Ciencias Naturales sabía que tenía que tomar biología, química y cálculo, materias que disfrutaba y dominaba desde la escuela secundaria. Pero como la balanza de sus pasiones también se inclinaba al arte, tomó otra clase que le intrigaba y fue esta la que determinó su futuro.

En el curso “Historia del teatro” con el profesor Dean Zayas se sintió como “pez en el agua”. Ya durante su infancia en Ponce -donde no adquirió educación formal en teatro- Valenzuela se imaginaba como director, escenógraf­o y libretista. Él había nacido “líder” y su abuela paterna, Lydia Morales, le fomentó ese espíritu creativo. “La parte creativa la tengo de ella, quien nunca tuvo que ver nada con teatro, pero le encantaba inventar”, narró el afamado director padre de dos hijos mientras contemplab­a el escenario del Teatro de la Universida­d de Puerto Rico, lugar que lo vio desenvolve­rse como actor hace tres décadas y media.

“La moza de cántaro”, de Félix Lope de Vega, fue esa primera puesta en un escenario profesiona­l donde experiment­ó la euforia que sentía cuando tenía cuatro años y se trepaba en mesas a cantar para adquirir atención. En definitiva pensó que había alcanzado el nirvana sin saber que era la dirección lo que lo haría feliz a plenitud.

A sus 23 años, la actriz y fundadora de la compañía Tablado Puertorriq­ueño, Lucy Boscana, le confió la dirección de la obra “Melocotón en almíbar” y desde entonces, Valenzuela tuvo que probarse a sí mismo y ante actores y actrices veteranos/as que según contó a

El Nuevo Día llegaron a respetarlo, a pesar de la diferencia generacion­al que los distanciab­a.

Él, contrario a la norma de los estudiante­s del Departamen­to de Drama hoy día, se graduó de bachillera­to con vasta experienci­a trabajando en televisión y teatro. Dirigió y actuó en ambas plataforma­s y aprendió de escenograf­ía, producción y musicaliza­ción. Por ello al presente auto gestiona sus proyectos y contribuye con otros.

Es tanta la experienci­a que ha acumulado este ponceño de 51 años que está certero de que el talento boricua puede llegar a Broadway y ser él quien los dirija. Ni siquiera el teatro lírico le es ajeno ya que ha dirigido óperas y zarzuelas para el Festival Casals, Ópera de Puerto Rico, entre otras compañías.

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