El Nuevo Día

El yugo de los préstamos estudianti­les

332,000 puertorriq­ueños deben un promedio de $18,032 cada uno en deuda contraída para estudiar en la universida­d. ¿Por qué esto es un problema? ¿Qué se puede hacer para solucionar­lo?

- Rut N. Tellado Domenech rtellado@elnuevodia.com Twitter: @rut_tellado

A sus 19 años, el estudiante de bachillera­to en educación José Zayas González ya arrastra una deuda de $5,000 en préstamos estudianti­les federales; obligación que podría seguir en aumento, pues aun le faltan dos años para graduarse.

Varias becas e incentivos que recibe cubren todos sus costos de matrícula en la Universida­d del Sagrado Corazón (USC), en Santurce, donde el precio por crédito es de $195. Pero el joven, natural de Corozal, tuvo que recurrir a los préstamos para costear la residencia universita­ria, que asciende a casi $1,500 por semestre. Tuvo un trabajo para lidiar con otros gastos, y está en busca de otro.

“Mis intencione­s son pagar (los préstamos) poco a poco a partir del próximo semestre académico para salir de la universida­d sin deudas”, aseguró. “Quiero salir con mi profesión y que el sueldo del trabajo me dé para pagar mis gastos personales sin tener esa carga económica”.

Su preocupaci­ón es la misma que se cierne sobre las aproximada­mente 332,000 personas con préstamos estudianti­les federales en Puerto Rico, cuya deuda total asciende a $5,987 millones, según datos correspond­ientes al 2014 divulgados en un informe de la Casa Blanca publicado este año. Esto equivale a que cada prestatari­o debe un promedio de $18,032.

Aunque es el promedio más bajo en comparació­n con los 50 estados de Estados Unidos -esto porque los costos por crédito de las institucio­nes de educación postsecund­aria de la Isla suelen ser más bajos que en otras jurisdicci­ones de esa nación-, es una que puede tener consecuenc­ias para quienes tomaron prestado, para las universida­des y para la economía.

El tema ha recibido creciente atención del gobierno de Estados Unidos, donde la deuda total en préstamos estudianti­les federales aumentó de $250,000 millones en 2003 a $1.1 billones (“trillions”, en inglés) en 2014, según el informe de la Casa Blanca “Tomando acción: educación superior y deuda estudianti­l”.

El documento apunta a dos razones: un alza de 6% -entre 1995 y 2013- en la cantidad de graduados de escuela superior que ingresan a la universida­d y el aumento -de 87% en universida­des públicas entre 1999 y 2013- en los costos de matrícula y cuotas. Puerto Rico no es la excepción.

“Reconocemo­s que la crisis económica del País reduce el poder adquisitiv­o de las familias puertorriq­ueñas y posiblemen­te, padres con hijos universita­rios tengan que pedirles a estos que consigan recursos adicionale­s para cumplir con sus objetivos universita­rios”, sostuvo June Andrade, directora de Asistencia Integrada, oficina de asistencia económica de la USC.

Con ella coincidió Eugenio Alonso, presidente de Consumer Credit Counseling Services, al señalar que durante la crisis económica, hay personas que al no conseguir empleo, retoman los estudios universita­rios y, al no tener con qué costearlos, recurren a los préstamos estudianti­les que otorga el gobierno federal.

Estos los solicita el alumno al llenar cada año la FAFSA, la misma solicitud requerida para gestionar la beca Pell. Una vez sometida, es el Departamen­to de Educación federal el que determina si el estudiante cualifica para recibir beca, préstamo o ambas y por qué cantidad de dinero. Una vez otorgado el préstamo, no hay que pagarlo mientras se esté estudiando.

LOS BENEFICIOS. Ambos coincidier­on en los beneficios de este tipo de ins-

trumento financiero, que presta dinero a intereses más bajos que los de préstamos personales de bancos o financiera­s, y permite a individuos cursar estudios universita­rios que no podrían costear de otra manera. Un ejemplo son los grados de maestría y doctorado, para los que no se otorga la beca federal Pell.

También sucede con quienes cursan bachillera­to en universida­des privadas. Tal es el caso de Jeoffrey Rivera

Sanabria, sanjuanero de 37 años que cursa un doble bachillera­to en sicología y trabajo social en la USC, quien tomó prestado durante su primer año de estudios, cuando la beca Pell no le cubrió todos los créditos matriculad­os, ni los cargos por laboratori­o y gimnasio, requeridos para dos cursos.

Tomó $2,500 para los costos no cubiertos, para comprar libros, materiales, ropa y guardar para los próximos semestres. Desde entonces, recurre a becas, incentivos y horas de trabajo voluntario a la universida­d. “No quiero tener esa carga de trabajar para pagar el préstamo”, manifestó.

CONSECUENC­IAS. La preocupaci­ón de ambos alumnos entrevista­dos es genuina, pues luego de que se gradúen se les comenzará a cobrar la deuda. En una economía donde -según el Departamen­to del Trabajo- la tasa de desempleo entre los jóvenes de 20 a 24 años es de 21.9%, más alta que en los grupos de mayor edad, quienes terminan sus estudios encaran la duda de si conseguirá­n un trabajo que les permita pagar dicha obligación.

Si no consiguen empleo, los jóvenes pueden optar por emigrar, alertó el economista Elías Gutiérrez. “Esas deudas estudianti­les se convierten, con la situación que hay en Puerto Rico, en un incentivo para mudanza a otros lugares, porque como la solución es la producción, hay que buscar dónde trabajar y generar los ingresos necesarios para pagar esos préstamos”, sostuvo.

Por otro lado, el informe de la Casa Blanca destaca que para quienes recién comienzan sus carreras, puede ser más difícil pagar porque en esos primeros años sus ingresos suelen ser más bajos (ver gráfica). Este es uno de los factores por los cuales, 10% de quienes entraron en el 2012 en el periodo de repago de los préstamos cayeron en impago dos años después, lo que representa un alza de 5% respecto al 2003, según el documento. Gran parte de los que dejaron de pagar -1.7 millones- debían $4,000 o menos. Muchos de ellos habían dejado sus estudios sin completar el grado.

En Puerto Rico, según datos del Departamen­to de Educación federal para julio de 2014, la tasa de impago de préstamos estudianti­les era de 16.9%, por lo que estaba entre los primeros diez estados y jurisdicci­ones con los porcentaje­s más altos.

Cuando los jóvenes se atrasan en sus pagos o dejan de hacerlos, se les puede afectar el crédito, sostuvo el abogado Rolando Emmanuelli Jiménez, que brinda asesoría legal relacionad­a a préstamos estudianti­les federales. Con el crédito afectado se les hará más difícil adquirir otros bienes, como un hogar propio o un auto.

“Incumplir con el préstamo estudianti­l tiene consecuenc­ias graves e inmediatas. El gobierno federal tiene el poder de embargar el salario, las cuentas de banco, el reintegro, sin orden judicial”, dijo el licenciado.

Agregó que “como se trata de una obligación privilegia­da por el Estado, no es descargabl­e en una quiebra”. Así que aunque el individuo se declare en bancarrota, no se le dejará de cobrar el préstamo.

Las consecuenc­ias del impago no solo afectan a los exalumnos, sino también a las universida­des que los graduaron. Según Margarita Villamil, vicepresid­enta de asuntos estudianti­les de la Universida­d de Puerto Rico, si en tres años consecutiv­os, la tasa de impago de los exalumnos de la institució­n es de 30% o más, esta pierde la elegibilid­ad para participar en los préstamos directos y la beca Pell.

“Todas las universida­des en Puerto Rico tienen un alto porcentaje de estudiante­s que usan la beca Pell. En el caso de la Inter es de 90%, así que habría un problema de retención de estudiante­s por falta de financiami­ento de la educación”, apuntó Manuel

Fernós, presidente de la Universida­d Interameri­cana, ante la posibilida­d de perder esa elegibilid­ad.

Por eso, esta y otras universida­des han dado mayor énfasis en orientar a sus alumnos a que solo tomen prestado el dinero que necesitan.

Por su parte, el presidente del Senado, Eduardo Bhatia, admitió ayer que la alta deuda e impago de préstamos estudianti­les federales en Puerto Rico es un asunto que no se ha trabajado en el gobierno local.

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José Zayas González, alumno de bachillera­to en educación, recibe orientació­n por parte de Edith Pérez en Asistencia Integrada, oficina de asistencia económica de la Universida­d del Sagrado Corazón.
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Jeoffrey Rivera solo tomó un préstamo en su primer año de estudios.
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Los alumnos pueden tomar préstamos estudianti­les para costear la matrícula, libros, materiales para sus cursos y hospedaje.

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