El Nuevo Día

La piscina de la corrupción

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En la gran piscina de corrupción de Puerto Rico, me tengo que imaginar que habitan muchos peces. Deben de haber grandes tiburones y barracudas con dientes afilados, peces musculosos como el atún y el marlín y por supuesto muchos peces pequeños. Hay otros miembros acuáticos pero de diferente casta como lo son las ballenas, los delfines, las orcas. Pero en fin en esa piscina debe de haber una gama entera de peces y colores como los que apareciero­n en la prensa de ayer. Me salta a detalle que cada vez que se habla de la corrupción sale publicado uno que otro arresto de pescados pequeños. ¿Casualidad? O será que los peces grandes no caben en estas redes de arrestos. Me salta a la vista también que los únicos que meten presos a los corruptos de alta alcurnia de cuello blanco sean los Federales.

Atacar la corrupción de cuello blanco conlleva analizar otras dimensione­s de la corrupción que van más alto. Solo hay que seguir el dinero y ver como se ha ido corrompien­do el sistema con la avalancha de leyes de madrugada aprobadas en pretexto que son más modernas pero al fin corrompien­do la claridad de los procesos. Más allá de estos esquemas de corrupción expuestos recienteme­nte en la prensa abunda en otra parte otros tipos de corrupción de cuello blanco donde abunda la corrupción legalmente institucio­nalizada. Ciertament­e no moral pero legalmente respaldada por ambos partidos.

Toda ley que permita un trato preferenci­al en un sistema de subasta sin espacio para sustitutos no es y nunca ha sido saludable para el estado. Toda ley que no traiga claridad y equidad en un proceso de selección por legalmente depositar decisiones absolutas administra­tivas oscuras debe ser re-evaluada. Se necesita de mucha valentía, honestidad y voluntad política para resolver este fenomenal problema de la corrupción de cuello blanco en Puerto Rico.

Ciertament­e la corrupción es un tema gastado y quemado. Si se va a investigar con la convicción de erradicar de raíz la corrupción le doy la bienvenida a todo lo que sea por mejorarnos. Me pregunto, ¿merecen nuestro hijos heredar un sistema como el que tenemos donde los estamos condenando a seguir con lo mismo?

Lionel R. Vélez,

Bayamon

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