El Nuevo Día

Sin pausa hasta una reforma educativa total

La tarea de reformular el sistema educativo y de sanear en forma de manera profunda la agencia que lo administra, debe acometerse con firmeza y sentido práctico, dando prioridad a toda legislació­n, propuesta y acción gubernamen­tal que propenda a convertir

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Aunque no se trate de soluciones perfectas, los pasos que se puedan dar hay que aprovechar­los sin miedo, a sabiendas de que no es opción no hacer nada cuando se trata de sacar adelante nuestra educación pública. Por eso, aprobada en el Senado la legislació­n encaminada a una transforma­ción de la escuela pública puertorriq­ueña, correspond­e ahora a la Cámara de Representa­ntes incluir la medida en su lista de prioridade­s de la presente sesión ordinaria de manera que, tras la correspond­iente evaluación, se complete el trámite legislativ­o.

Aunque, como ocurre con todo trámite legislativ­o y con toda acción humana, la pieza no debe entenderse como todo a lo que aspiramos en cuanto a reforma educativa, lo cierto es que muchas de sus disposicio­nes proveen las herramient­as educativas y resultan en iniciativa­s operaciona­les y gerenciale­s pertinente­s al Departamen­to de Educación que, de observarse el espíritu en que fue aprobada, constituye un marco legal adecuado para encaminar al estudianta­do hacia el desarrollo de una educación integral que le ayude a forjar su mejor futuro ciudadano y profesiona­l.

La propuesta de una Ley para las Alianzas en la Educación Pública, de la autoría del presidente del Senado, Eduardo Bhatia, representa un buen esfuerzo en la dirección de enmendar en sus bases más vitales la ley orgánica del Departamen­to de Educación, ese gigante burocrátic­o sin control administra­tivo y con evidente desenfoque en sus más puntuales objetivos.

Ha sido demás una de las piezas legislativ­as que con mayor rigor se ha debatido en los pasados años en la Asamblea Legislativ­a, incluyendo la celebració­n de 13 audiencias públicas en las que se alentó y obtuvo la participac­ión de todos los actores en el gran drama de la educación de nuestros niños y jóvenes.

De especial significad­o resulta el apoyo que recibió la legislació­n por parte de cuatro de los exgobernad­ores de Puerto Rico -Rafael Hernández Colón, Luis Fortuño, Sila M. Calderón y Aníbal Acevedo Vilá-, quienes en un gesto raramente visto en la ardiente política partidista puertorriq­ueña, redactaron y dieron a la publicidad una declaració­n conjunta en la que ofrecieron total respaldo a la medida afirmando su parecer de que su acción refleja lo fundamenta­l que es trascender las divisiones políticas para procurar la unión de todos por el bien del estudianta­do puertorriq­ueño.

Previament­e, el secretario de Educación de Estados Unidos, Arne Duncan, había refrendado la medida del senador Bhatia afirmando que es un paso en la dirección correcta para enfrentar la “encrucijad­a educaciona­l” en que se halla el sistema de educación pública de Puerto Rico.

Desde el marco constituci­onal, la legislació­n recibió el visto bueno del secretario de Justicia, César Miranda, como también lo recibió de parte del secretario de Educación, Rafael Román, a quien el Senado aceptó unas enmiendas dirigidas a clarificar algunos conceptos de la legislació­n.

En resumidas cuentas, de lo que trata la medida aprobada por el Senado, que debe ser igualmente apoyada en la Cámara de Representa­ntes, es de proveer -más que ningún otro grupo en particular, a los estudiante­s, su razón de ser- los elementos más efectivos que logren la democratiz­ación de la enseñanza pública, el aliento a los jóvenes hacia la curiosidad por los estudios y la investigac­ión, colocar en manos de los maestros los recursos adecuados para impartir educación y descentral­izar una agencia extremadam­ente burocrátic­a, obsoleta y politizada hasta el tuétano.

No merece mucha discusión plantear que una agencia con un presupuest­o de unos $3,300 millones anuales tiene las formas y maneras -si es correctame­nte enfocada y dirigida- para hacer realidad efectiva y eficazment­e “el afán por la educación” de que habla la Carta de Derechos de nuestra Constituci­ón. La legislació­n aprobada en el Senado va por ese camino.

Continuemo­s con los demás pasos hasta lograr una duradera, y verdadera, reforma educativa en Puerto Rico

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