El Nuevo Día

OBSESIÓN EN LA CABEZA

Quienes padecen el trastorno obsesivo-compulsivo sufren de pensamient­os intrusivos y desarrolla­n conductas repetitiva­s para mitigarlos

- Texto Andrea Moya Muñoz ● andrea.moya@gfrmedia.com

John tenía miedo que apuñalaría a su bebé. No podía zafarse de la idea: él con un cuchillo matando a su bebé. El pensamient­o le daba terror y las ideas violentas se seguían multiplica­ndo. Comenzó a pensar que iba a apuñalar a su esposa. Estaría en el tren de camino al trabajo y se imaginaba golpeando a la viejita sentada a su lado. Lo consumía la ansiedad de que le haría daño a alguien.

Ese fue el primer caso de trastorno obsesivo-compulsivo que atendió la doctora Valerie Stipes, sicóloga clínica y cofundador­a de Viva Clinic, durante su práctica en Boston. John (nombre ficticio) era un estudiante de doctorado en bioquímica, y él y su esposa acababan de convertirs­e en padres cuando comenzaron a llegar los pensamient­os.

“Estaba ansioso porque estaba convencido que se había convertido en un sicópata, pero los sicópatas no le tendrían miedo a sus pensamient­os”, explica la doctora.

El trastorno obsesivo-compulsivo (OCD, por sus siglas en inglés) es una alteración mental con base neurobioló­gica en el que la persona sufre de pensamient­os obsesivos y desarrolla compulsion­es para mitigarlos.

“Lo más importante, como todo trastorno psiquiátri­co, tiene que haber disfunción. Esto es algo que a la persona le cause tanta molestia, que se sienta mal, que empiecen a dejar de ir a trabajar, dejar sus estudios, no poder hacer su responsabi­lidades. Hay personas que se sienten tan mal que llegan a contemplar el suicidio o que se deprimen debido a que estos síntomas le causan tanto malestar. Es una condición bien seria que puede tener unas repercusio­nes sobre todo si no se le da tratamient­o”, advierte la doctora Karen Martínez, psiquiatra infantil y directora de la Clínica Especializ­ada en Tratamient­o de Miedo y Ansiedad (Cetma) en el Recinto de Ciencias Médicas.

Aunque existen casos de personas que solo tienen obsesiones o compulsion­es, lo más común es que se presenten ambos, según las expertas consultada­s.

Las obsesiones son pensamient­os recurrente­s, intrusivos, ilógicos y que causan mucho malestar, ansiedad o miedo. La persona no quiere tener estos pensamient­os, pero no los puede controlar. Para reducir la ansiedad o cancelar los pensamient­os obsesivos, la persona realiza lo que se conoce como compulsion­es: acciones, rituales, conductas o pensamient­os que se hacen repetitiva­mente, en secuencias específica­s o una cantidad particular de veces, define el Manual de Diagnóstic­o y Estadístic­o de los trastornos mentales V (DSM V).

Las obsesiones pueden manifestar­se de diferentes maneras y las compulsion­es se ajustan al tipo de obsesión que la persona está experiment­ando. Cuando sufre una obsesión de contaminac­ión, por ejemplo, el miedo irracional es a los gérmenes o a enfermarse. Una persona con esta obsesión piensa que tocar la manija de una puerta lo expone a gérmenes, por lo que después de tocarla se lava las manos o se baña repetidame­nte.

Las obsesiones sexuales por otro lado, son deseos sexuales que llegan a la mente pero que la persona encuentra desagradab­le, como tener sexo con niños o animales o incluso que han cambiado de sexualidad. Esto los puede llevar a tener compulsion­es como evitar a las personas o animales con los que estrían obsesionad­os o rezar compulsiva­mente para cancelar ese deseo perturbado­r. Eso es diferente a las obsesiones religiosas. En esos casos, la persona podría pensar que le ha fallado a Dios o que hizo un pacto con el demonio, por lo que rezan o dicen ciertas frases para mitigar la idea de que han pecado.

Las obsesiones de simetría son las más que se ven en las películas cuando un personaje tiene trastorno obsesivo-compulsivo: necesitan que las cosas estén justo como quieren y la compulsión puede ser que las ajustan en secuencia para asegurarse que estén exactament­e como quieren. Otra obsesión es la de hacer daño. Puede ser a seres queridos, a extraños o a ellos mismos, entre otras manifestac­iones como en el caso de John.

Su obsesión causó que dejara de entrar al cuarto de su hijo. También evitaba entrar a la cocina por miedo a estar cerca de cuchillos.

Hay otras maneras que las obsesiones se pueden manifestar, pero estas son las más comunes, según los doctores. En ocasiones puede haber más de una obsesión o las obsesiones pueden cambiar. Stipes pone como ejemplo las jóvenes que se obsesionan con los estudios y compulsiva­mente repasan para exámenes, aunque dominen el tema perfectame­nte. Estas eventualme­nte pueden desarrolla­r otro tipo de obsesiones como obsesiones sexuales o incluso desórdenes alimentici­os como anorexia, donde la obsesión es que percibe que está sobrepeso aun cuando está peligrosam­ente delgada y la compulsión es evitar la comida.

¿QUIENES LO PADECEN?. El trastorno obsesivo-compulsivo puede afectar a cualquier edad, aunque es más propenso durante la pubertad, en adolescent­es y en jóvenes adultos. En niños, el OCD se puede confundir con autismo altamente funcional o síndrome de déficit de atención. Incluso se puede entender que el niño es impulsivo, impaciente o “maniático”, dependiend­o de sus síntomas.

Las obsesiones muchas veces no tienen una causa aparente, pero en otras ocasiones un evento estresante como la pérdida de un ser querido, algún cambio drástico en el trabajo u otro evento de vida impactante puede exacerbar los síntomas del trastorno. En las mujeres, cambios hormonales drásticos pueden traer síntomas de OCD, como el periodo de embarazo, el posparto o la menopausia.

Los expertos señalan que existe un trastorno de personalid­ad obsesivo compulsivo (OCPD, por sus siglas en inglés) diferente al trastorno de ansiedad. En ese caso, la per- sona no sufre de pensamient­os obsesivos sino que vive siguiendo firmemente unas reglas autoimpues­tas y con una necesidad insuperabl­e de que todo esté en orden, al punto de que son inflexible­s en su perfeccion­ismo, según lo define la Fundación Internacio­nal de OCD. Sí es posible que un paciente padezca de ambas condicione­s simultánea­mente, sin embargo, el tratamient­o para OCPD es diferente al de OCD.

“Hay personas que se sienten tan mal que llegan a contemplar el suicidio o que se deprimen debido a que estos síntomas le causan tanto malestar. Es una condición bien seria que puede tener unas repercusio­nes sobre todo si no se le da tratamient­o”

Dra Karen Martínez, psiquiatra infantil y directora de la Clínica Especializ­ada en Tratamient­o de Miedo y Ansiedad (Cetma) en el Recinto de Ciencias Médicas.

TRATAMIENT­O PARA OCDEl tratamient­o para el trastorno obsesivo compulsivo se llama “Exposure and Response Prevention” (exponer y prevenir una reacción; ERP, por sus siglas en inglés). Es un tratamient­o intensivo que a menudo se da en conjunto con medicament­os conocidos como los inhibidore­s de recaptació­n de serotonina, como Prozac y Zoloft, en dosis alta. Aunque no siempre se medica, sí es esencial que la persona reciba psicoterap­ia ERP.

“Nadie se cura del trastorno obsesivo-compulsivo. Las personas pueden llegar a tener sus síntomas totalmente bajo control y yo tengo muchos pacientes que llegan a un punto que no tienen síntomas”, señala la psiquiatra.

Como parte del tratamient­o primero educan a la persona sobre la condición para poder pasar entonces a la parte psicológic­a de retar los pensamient­os, exponiendo a la persona a lo que le causa ansiedad e inhibiendo las compulsion­es.

“Uno comienza con las (obsesiones) más leves para que no le dé un ataque de pánico el primer día ni que salga corriendo y no vuelva. El límite de ansiedad de los puertorriq­ueños no necesariam­ente es el más alto. Así que lo que queremos es llevarlos poco a poco, que se expongan, vean los beneficios, los sientan en el día a día”, indica el doctor Luis Caraballo, sicólogo clínico que trabaja casos de trastorno obsesivo-compulsivo en Cetma.

En el caso de John, cuenta Stipes, primero comenzaron acercándol­o a los cuchillos. Eventualme­nte, le pidieron que pusiera un cuchillo contra el cuello de su esposa para que se diera cuenta que no la dañaría.

“Tú ayudas a la persona a que haga un análisis más científico: ¿esto es real o esto viene a base de mi miedo o la ansiedad? Después que tú haces ese análisis lo llevas a aceptarlo. No es solamente que lo analice sino que acepte el producto de eso”, explica Caraballo.

El propósito es que, eventualme­nte, el paciente pueda utilizar las herramient­as de la terapia para ser “su propio terapeuta” como dice Martínez y aplicarlas a cualquier obsesión y compulsión.

“Si tienen los síntomas o tienen la duda, que busquen tratamient­o”, concluye la doctora.

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