El Nuevo Día

Giro hacia un cambio socioeconó­mico duradero

Mover a Puerto Rico a un clima de bienestar, en el que el trágico problema de las desigualda­des se atienda en su raíz, demanda de un decidido plan estratégic­o que no solo enfrente los críticos disloques económicos y fiscales del momento, sino principalm­en

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Los sobrecoged­ores datos que afloran del proceso de preparació­n del primer Informe de Desarrollo Humano de Puerto Rico, en el que colabora un equipo de 35 profesiona­les, deben servir de referente para un saludable cambio en la manera en que se concibe el desarrollo económico y social, y pueda centrarse en el bienestar que pueda producir en la familia puertorriq­ueña.

Porque aturde la realidad revelada de que el 10% de la población puertorriq­ueña de más alto nivel económico posee el 38% de todos los ingresos de la Isla, a la vez que esa misma proporción de los más pobres sobrevive con apenas el 0.2% de esos ingresos. Consterna además conocer que del 83% de los niños en Puerto Rico que viven en zonas de alta pobreza, solo la mitad de ellos, entre las edades de 2 a 4 años, asiste a un centro preescolar. Esos niños forman parte del 48% de nuestra población que vive bajo los niveles de pobreza al tomar en considerac­ión sus ingresos y factores multifacto­riales como la vivienda, la educación y la salud.

El estudio destaca además dos datos realmente espeluznan­tes, uno consecuenc­ia del otro: en Puerto Rico aparecen registrado­s 1,600 puntos de drogas, 288 más que las 1,312 escuelas. Eso, frente a la revelación de que el 80% de esos puntos de drogas tienen como sus empleados a menores de 18 años.

El asunto es de la más trascenden­tal importanci­a para nuestro pueblo. No obstante, es tema que de ordinario aparenta pasar bajo el radar del debate público y de las considerac­iones de los líderes políticos de todas las formacione­s políticas e ideológica­s de la Isla. En ese debate, lo rutinario es escuchar las letanías del desarrollo económico en función de mayores ventas de productos y mayores fuentes de servicios, y más construcci­ón de instalacio­nes comerciale­s e industrial­es, sin una mirada siquiera al poder que puedan tener todos los sectores de la sociedad para adquirir los productos y servicios de esos actores de producción.

La visión desarrolli­sta ha estado enfocada en una gran parte en el consumo -otra medida oficial para reclamar desde la tribuna adelantos sociales y económicos- sin tomar en considerac­ión qué se consume. El grupo de expertos -entre ellos el director del Instituto de Estadístic­as de Puerto Rico, Mario Marazzi; la catedrátic­a del recinto de Río Piedras de la Universida­d de Puerto Rico, Ethel Ríos Orlandi; el catedrátic­o auxiliar de la UPR en Cayey, José Caraballo Cueto, y el empresario y líder cívico Manuel Cidre- que elabora el estudio final a ser divulgado está poniendo seria atención a la realidad antes apuntada al destacar que, por años, el desarrollo de Puerto Rico solo se ha medido a base de datos económicos, lo que provoca una imagen distorsion­ada e incompleta sobre las circunstan­cias que afectan la calidad de vida de las personas. En medio de los reclamos sobre desarrollo económico que son la orden del día en la tribuna pública, el director del Instituto de Estadístic­as, Marazzi, se pregunta si en efecto el pueblo sabe que los niveles de pobreza de Puerto Rico son más altos que los de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, los mismos que en tantas ocasiones gustamos de catalogar como países tercermund­istas.

Como apunta Cidre, el consumismo muchas veces es el creador de la pobreza, porque descapital­iza el hogar, lo que obliga a la pregunta de qué es lo que se consume y cómo la fuerza del mercado alienta en gran medida un consumo desenfrena­do e inútil, o al menos innecesari­o, en un país que no acaba de adoptar una cultura de ahorro.

Profundice­mos como sociedad, y hagamos prácticas, estas nuevas visiones hacia la transforma­ción socioeconó­mica de la realidad puertorriq­ueña.

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