El Nuevo Día

Un mercado de historias

Nilda Méndez e Inocencio Castillo venden antiguedad­es hace 30 años

- Rosalina Marrero-Rodríguez rosalina.marrero@gfrmedia.com Twitter: @rmarrero1

“Antiguedad­es, entre”. Con esta invitación pintada de azul y negro en un mediano rótulo, Nilda Méndez y su esposo Inocencio Castillo buscan captar la atención de quienes discurren por la calle San Antonio en el casco urbano de Añasco.

Es un mercado, o “museo de antiguedad­es” -como ella lo identifica-, casero. Ubicado en un largo pasillo a un extremo de la casa de estilo hacienda donde residen esta maestra y policía retirados, el negocio inaugurado hace tres décadas guarda cientos de historias.

Todo lo que allí se vende, incluye alguna memoria que la propietari­a recuerda con envidiable claridad. “Yo vendo lo que otro bota”, es la explicació­n más simple que da Méndez sobre lo que se encuentra entre anaqueles, mesas o colgando del techo en zinc.

Envases de las cremas Ponds, ditas, botellas de cristal, platillos de tazas de café, copas, figuras en cerámica y porcelana, cojines, e-tracks, televisore­s, prendas, roperos, sillas en madera con detalles de pajilla, camas de pilares, lámparas tipo “chandelier­s”, máquinas de coser, elepés, muñecas... Es parte de lo que allí se encuentra a partir de los 25 centavos. Algunas cosas llegaron como regalos y otras, ella las ha ido comprando.

“Aquí todos los artistas valen $1”, comenta la madre de dos hijos mostrando un e-track de la música de Andy Montañez.

Este matrimonio vivía en una gran hacienda, a dos casas de distancia de la actual. Era una propiedad de siete dormitorio­s para esta familia que entonces constaba de cuatro miembros. El deterioro de la casa y la amenaza del huracán Hugo en 1989 los obligó a mudarse. Pero los espacios del nuevo hogar no eran los mismos y el mobiliario resultó demasiado.

“Tuve que salir de ellas (cosas) porque no cabía aquí con mis hijos, pero qué sucede, que yo siempre he sido más comerciant­e que maestra, porque eso lo traigo en la sangre por mi mi familia. Y cuando empezamos a mudarnos, dije 'vamos a dejar esto en el patio, porque no me cabe en la casa, vamos a ponerlo en venta'”, detalla la aficionada de las coleccione­s.

“Y todo era bonito y bueno y yo no sabía el valor que tenía para mucha gente, que actualment­e llega y son personas de los pueblos, no de Añasco, porque Añasco a mí no me patrocina, me patrocina el de afuera”.

Méndez ha podido cubrir sus gastos con las ventas que hace a diario, a veces desde las 7:00 de la mañana. “Viene gente a ver las cosas y alguna tontería se llevan. Yo le hago precio porque esto es para que corran los chavos, esto no es para estancarlo y lo importante es que me conoce muchísima gente”.

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El matrimonio vende desde cosas que han ido comprando hasta otras que han recibido. como regalo.

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