Superada la polémica del ‘draft’
En los pasados años de Puerto Rico ha salido mucho talento, ahora también lanzadores
Nota del editor: Cuarto de una serie de artículos con cuatro historiadores puertorriqueños sobre la situación del béisbol nacional
Después de todo, el ‘draft’ al que han sido sometidos los peloteros boricuas desde el 1991 parece haber beneficiado a los del patio, contrario a como se analizó en un momento.
Esa idea surgió como consenso entre cuatro historiadores y escritores de béisbol entrevistados por El Nuevo Día en una mesa redonda sobre la pelota puertorriqueña, que pasa por uno de sus mejores momentos con la llegada a las Mayores en los pasados años de una ola de jugadores boricuas como Christian Colón, Kike Hernández, Carlos Correa, Francisco Lindor, Kennys Vargas, Rey Navarro, Javier Báez y Eddie Rosario entre otros.
“El ‘draft’ (para Puerto Rico) comenzó en el 1991. Yo hice un estudio de los jugadores que han llegado a Grandes Ligas. Y entre el 1998 y 2001 fue cuando más puertorriqueños jugaron en Grandes Ligas. Eso fue después del ‘draft’”, expresó el escritor e historiador de béisbol Edwin Fernández.
Según Fernández, entre esos años, 1998 (12), 2000 (10) y 2001 (9), debutaron 31 boricuas. Dos grandes figuras como Javier Vázquez y Carlos Beltrán debutaron en 1998.
“Nos hemos dado cuenta de que el béisbol de las Mayores hoy día se juega de forma más intensa que antes. Y el ‘draft’ nos ha ayudado a llevar peloteros mejor preparados y más duraderos a las Mayores”, agregó.
Opinó que los peloteros de hoy son más fuertes y atléticos que los de antes.
Jorge Colón Delgado, otro respetado historiador y escritor, estuvo de acuerdo.
“Para mí, estos peloteros de ahora son mejores que para la época de Clemente y Cepeda. Ese béisbol de antes no era un béisbol como el de ahora”, dijo Colón Delgado.
“Cepeda era un gigante en su época, pero Carlos Correa es más alto. Antes los siores eran bajitos y los tenían para ‘fildear’ nada más. Ver a un siore como tercer o cuarto bate no era algo normal”, prosiguió Colón Delgado. “La gente de más edad piensa en (Sandy) Koufax y en Mickey Mantle. Pero Koufax, después del sexto bateador, tenía tres bateadores que eran outs seguros y se administraba. Ahora no es así”.
Fernández dijo que hizo un estudio de todos los puertorriqueños que han llegado a las Mayores y calculó que los boricuas juegan un promedio de ocho años y medio. En contraste, los dominicanos, que con sobre 80 jugadores es el grupo más grande entre el 26.5% (2015) de jugadores extranjeros en las Mayores, duran en promedio dos años y medio.
Recientemente, la oleada de jugadores boricuas en desarrollo ha dado un giro hacia los lanzadores.
Jossie Alvarado, otro estudioso del béisbol, informó que al momento, Puerto Rico tiene 86 lanzadores en las ligas independientes, Japón, México y los niveles del béisbol estadounidense de Rookie, Clase A, AA y AAA.
“De esos 86, entre Rookie, Clase A y AA ya hay 67 lanzadores. A la vez, hay 65 receptores y 70 siores en las menores. Pero el crecimiento es en los lanzadores, y no puede ser que de 67 salga uno y 66 fallen”, dijo Alvarado.
“Digamos que salgan tres o cuatro, incluyendo a (José Orlando) Berríos, Jorge López, José de León, Edwin Díaz. Lo que viene por ahí es un grupo de mucho talento”, dijo Alvarado.
Fernández estuvo de acuerdo con que “vamos a ver crecer el número de lanzadores puertorriqueños”. Pero, ¿por qué? Fernández aludió a que las posiciones de receptor y lanzador son a través de las cuales más rápido se sube a las Mayores, además de que hay demanda de buenos lanzadores porque cada vez más los dirigentes utilizan más pitchers por juego. Los abridores ahora, dijo, tiran seis entradas de envíos de sobre 95 mph, por lo que hay especialistas que lo relevan y están asignados por entradas.
Para Alvarado, otra clave está en la educación de los muchachos, de sus padres y de los equipos en que juegan. Ahora hay más conciencia sobre la preparación física, la mental, la alimentación y hasta el conteo de lanzamientos, y dio el ejemplo de Javier Vázquez, cuyo padre le llevaba un conteo cuando jugaba en categorías menores.