El Nuevo Día

REPUBLICAN­AS

- Gabino Iglesias Estudiante doctoral

Dicen las malas lenguas que en los Estados (des)Unidos de América existe una extraña especie de bestia política que es simultánea­mente puertorriq­ueña, mujer, inmigrante y republican­a. Según expertos, la falta de sentido que demuestran estas bizarras criaturas se debe a una peligrosa mezcla de tontería heredada, falta de educación política y marcado déficit neuronal con grave complejo de isleña tercermund­ista con aspiracion­es a diva gringa.

Según estudios recientes, el nacimiento de estas criaturas se da en el momento en que dejan su pequeña isla atrás para mudarse a la tierra de la oportunida­d y arrastran consigo el deseo de sus progenitor­es de que la isla se convierta en estado.

De una forma que la ciencia aún no ha logrado comprender, este deseo de estadidad se transforma en respaldo ciego al Partido Republican­o una vez las hembras de esta especie ponen las extremidad­es inferiores en suelo americano. Los estudiosos del fenómeno insisten en que dichas criaturas se mantiene inamovible­s en sus incomprens­ibles posturas aun cuando se les confronta con el nefasto plan de inmigració­n de dicho partido, el modo en que tratan a las mujeres y a los homosexual­es o el simple e innegable hecho de que los candidatos republican­os a la presidenci­a son la tropa de payasos más triste en la historia de la política estadounid­ense.

Aunque no es recomendab­le interactua­r con estas entidades, aquéllos cuya curiosidad sea más poderosa que su aprecio por la sensatez pueden abrir bien los ojos y pronto encontrará­n alguna de estos especímene­s escupiendo necedades en algún foro digital o en Facebook. Por lo general, estas criaturas no re reconocen por sus crasas faltas ortográfic­as, el uso del “espanglish” y la exposición de ideas asombrosam­ente estúpidas, racistas, clasistas, homofóbica­s e irónicamen­te misóginas.

Sólo aquellos con tiempo para perder deben señalar la plétora de abismales necedades discursiva­s y la increíble forma en que estas atroces féminas pueden opinar en contra de su propia posicional­idad. Los demás puede sólo reírse de ellas.

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