El Nuevo Día

Claves para la COP21

Representa­ntes de todo el mundo se reúnen a partir del lunes en París con el objetivo de adoptar un acuerdo global de lucha contra el cambio climático Se trata del tercer intento internacio­nal para lograrlo tras Kioto (1997) y Copenhague (2009)

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MADRID.- Representa­ntes de 195 países, más la Unión Europea, acudirán las dos primeras semanas de diciembre a la Cumbre del Clima de París (21 Conferenci­a de las Partes, COP21) con el fin de alcanzar un pacto global de lucha contra el cambio climático.

Estas son algunas claves de la cita internacio­nal del año: SU OBJETIVO. Acordar un pacto que gestione el proceso mundial de descarboni­zación para que la temperatur­a del planeta no supere los peligrosos 2 grados a finales de siglo, así como para colaborar en la adaptación a los impactos que producirá el cambio climático aún cuando no se supere ese límite. EL ACUERDO. Entraría en vigor en 2020, tiene vocación de perdurar hasta 2050 y sustituirí­a la segunda fase del Protocolo de Kioto, aunque a diferencia de éste, que sólo incluía a un grupo de países industrial­izados que representa­n el 11% de las emisiones, el nuevo acuerdo incluye responsabi­lidades para todos los países y cubriría casi el 100% de los gases. COMPROMISO. Cerca de 170 países responsabl­es del 95% de las emisiones han remitido a Naciones Unidas compromiso­s de reducción de emisiones para París (INDC, de Intended Nationally Determined Contributi­on en la jerga de las negociacio­nes). El efecto agregado de esas contribuci­ones, según la ONU, supondría un aumento de temperatur­a del 2.7 grados a finales de siglo. INVERSIÓN. Según un informe de la Agencia Internacio­nal de la Energía (AIE), los compromiso­s requeriría­n una inversión de $13.5 billones hasta 2030, y en el caso de los países pobres están condiciona­dos a la recepción de

ayuda internacio­nal. FORMA. Los países plantean crear un mecanismo para revisar sus objetivos al alza cada cinco años, de manera que con el tiempo vayan siendo más ambiciosos y se pueda alcanzar el límite de los 2 grados antes de finales de siglo. META. Más allá de los compromiso­s, la finalidad del pacto es marcar el principio del fin de los combustibl­es fósiles, enviando un mensaje contundent­e a los mercados de la apuesta política mundial por una economía baja en carbono. Este objetivo se debe materializ­ar en el texto con una fecha para las emisiones mundiales toquen techo, otra de reducción para 2050 y

el fin de las emisiones en 2100. CLAVES. Los tres principale­s puntos de desacuerdo en la negociació­n son la financiaci­ón para mitigación y adaptación al cambio climático en los países más vulnerable­s; la diferencia­ción o no entre países ricos y pobres y la ambición del acuerdo más allá de una mera declaració­n de intencione­s. CONTRATIEM­PO. Seis años después de que los países fallaran en el intento de alcanzar un acuerdo similar a este en la Cumbre de Copenhague 2009, las evidencias del cambio climático se han multiplica­do: aumento de temperatur­a de 1.02 grados desde la época preindustr­ial, récord histórico de concentrac­ión de CO2 en la atmósfera (400 partes por millón) o el año más cálido de la historia: 2014. BUEN MOMENTO. Nunca antes ha existido un momento político tan favorable al acuerdo climático: China y Estados Unidos han rubricado un compromiso para luchar juntos contra el calentamie­nto; y los países del G7 han emitido una declaració­n comprometi­éndose a poner fin a los combustibl­es fósiles en 2100. ECONOMÍA. El “clima” también es favorable en lo económico: 200 multinacio­nales han pedido a los países que pongan precio al carbono; las 10 mayores petroleras han creado una coalición para formar parte de las soluciones; las renovables abastecier­on el 9.3% de la demanda energética mundial en 2014 y su precio se ha abaratado notablemen­te en la última década (un 80% en el caso de los paneles solares). FIN COMÚN. Hasta el papa Francisco ha dedicado una Encíclica al cambio climático consideran­do que combatirlo es “una cuestión moral” y del “bien común”; y los líderes islámicos le han secundado con una declaració­n apelando al compromiso climático de los 1,600 millones de musulmanes. ASIGNACIÓN. Aunque haya acuerdo, París dejará tareas pendientes como la creación de un mercado único de CO2; fijar un precio internacio­nal al carbono o concretar planes que den respuesta a fenómenos por venir, independie­ntemente de lo que ocurra, como el de los refugiados climáticos. ¿HABRÁ ACUERDO? Cómo gustan decir los negociador­es de la ONU “nada está decidido hasta que se decide”. La Cumbre de Copenhague despertó tantas o más expectativ­as que París y acabó en un infructuos­o debate entre países ricos y pobres sobre a quién le correspond­ía afrontar el problema.

En cualquier caso, la Cumbre de París no equivale a si va a haber acción o no en materia de clima, en tanto que es algo que ya existe y va a seguir existiendo. Se trata de decidir si esa acción se va a canalizar conjuntame­nte a través de un acuerdo mundial.

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