ENERGÉTICO
Si a una conclusión arribo, en medio de esta apretadísima economía, es que los valores –uso, cambio, signo y símbolo- que los objetos puedan tener se magnifican cuando conocemos a la o las personas que hicieron posible la creación de los mismos.
La proliferación de mercados y ferias de artistas, diseñadores y creadores de todo tipo, amplía la oferta del trabajo artesanal. La relación de compra/venta va tornándose íntima, lentamente la mirada se educa en estéticas variadas, la mente va armando un rompecabezas de País otro, diseminado en la creación de tanta gente asombrosa.
Pero de lo que les quería hablar era de cómo se me activa inmediatamente la imaginación en cuanto invierto en alguna pieza descubierta en alguno de estos espacios. Quiero decir, cada vez que pago pienso en cómo ese dinero será reinvertido y me da un placer muy particular, una alegría parecida al obsequiar a un amigo amado el detalle preciso, aquello que una sabe de sobra es el regalo deseado.
Pueden ser facturas, préstamos, planes médicos, medicinas, recortes, ropa, zapatos, prendas, un por ciento del pago de la casa, cualquier cosa para la prole, parte de un arreglo del carro o de un serrucho para un viaje, o un capricho o una salida nocturna, diurna, en fin, que el dinero que se invierte tiene voz, ojos, un cuerpo a quien le llegan y que la cercanía del intercambio implica un disfrute distinto, sobre todo porque fomenta que en alguna de estas cosas haya implícita una razón para continuar la vida en el archipiélago borinqueño para ese creador.
Columbrar el lugar en que la sensualidad se despliega en esa arqueada posición que logra la nuca y el tiempo que se arremolina en la concentración de quien genera un objeto con sus propias manos y que una imagina, objeto en mano, mientras le flota en el contorno la calidez de la energía humana, es, por así decirlo, otro modo de acercarnos.
Así, comprar, vale.