LA COTORRA Y EL PAVO
Sucede que mis lectores me envían colaboraciones muy simpáticas como ésta de mi fiel lector, y profesor de lingüística, Bill, que comparto hoy con ustedes, lamentablemente con un día de atraso: Un individuo recibió un loro como regalo. El lorito, a pesar de bonito, tenía una muy mala actitud y un vocabulario aún peor; una cloaca. Su infeliz dueño trató y trató de cambiar su actitud hablándole con cortesía, poniéndole música suave, recitando poesía, en fin, toda suerte de artimañas para “limpiar, purificar y dar esplendor” al vocabulario del lorito. Las cosas no mejoraron y nuestro personaje fue perdiendo la paciencia hasta que un día le gritó al lorito y éste, ni corto ni perezoso, le ripostó aún peor. Su dueño agarró al lorito por el pescuezo y lo sacudió a ver si entraba en razón, pero nada. Con cada sacudida el loro soltaba otra grosería. Harto de la situación, nuestro personaje agarró al lorito, lo metió en el “freezer” y cerró el congelador. Durante unos minutos el lorín chilló, pateó y gritó. Entonces, de repente, silencio total. Asustado por la salud del lorito, abrió la puerta del congelador. El lorito salió a los brazos extendidos de su atribulado dueño y le dijo: “Te he ofendido con mi lenguaje grosero. Estoy sinceramente arrepentido y haré todo lo posible para corregir mi imperdonable comportamiento”. Su dueño, conmovido por el dramático cambio de actitud lo acarició suavemente. Justo antes de preguntarle qué había motivado ese cambio tan dramático en su comportamiento, el loro lo miró fijamente a los ojos y en voz muy baja le dijo "¿Qué fue lo que hizo el pavo?”