El Nuevo Día

Convictos por matanza en Trujillo Alto les urgen pruebas de ADN

Los dos convictos por el asesinato de una mujer y sus dos hijos, ocurrido en 1989, aseguran que son inocentes Esperan por pruebas de ADN para que se limpie su nombre, salgan de prisión y se halle al verdadero asesino

- Gloria Ruiz Kuilan gruiz@elnuevodia.com Twitter: @gruizkuila­n

Cuando se le pregunta a Antonio Ramos Cruz cuál es la parte más difícil de estar encarcelad­o por 24 años, responde “mi hijo” y su voz sucumbe al no poder evitar el llanto.

Las lágrimas que bajan por sus mejillas y el silencio que le acompañan son reflejo de una mezcla de profundo dolor, lamento, orgullo y amor.

Ramos Cruz dejó a su único hijo cuando él tenía 6 meses de nacido; el tiempo en prisión equivale a la edad de su hijo.

“Gracias a Dios, él me quiere mucho. Y un día yo le dije a él, ‘Anthony, ¿tú sabes lo que es justicia?’ Y me dice ‘sí papi. En mi salón (de clases) un nene rompió la puerta y culparon a otro’. Y yo le dije ‘eso es una injusticia’”, relató entre sollozos.

Y es que Ramos Cruz es uno de los dos hombres convictos por el asesinato de una mujer y sus dos hijos, ocurrido el 28 de junio de 1989. Él, al igual que Juan Carlos Me

léndez Serrano, cumple cerca de 300 años de prisión por el asesinato de Haydée Teresa Maymí Rodríguez, de 24 años, y sus dos hijos, Eduardo y Melissa Morales Maymí, de 5 y 3 años, respectiva­mente.

El caso fue conocido en la década de 1990 como la “Masacre de Trujillo Alto”.

Los dos convictos han clamado por su inocencia desde que fueron acusados el 8 de agosto de 1991; su sentencia se produjo en 1992.

Hoy, al cabo de 24 años, el dúo es el segundo grupo de confinados que mediante la Ley de Análisis de ADN Post Sentencia (Ley 246), aprobada el 29 de diciembre, intenta probar su inocencia a través de estas pruebas; siguen en espera de la respuesta del tribunal.

Cinco días después de someter la moción al tribunal, ambos convictos, quienes están en cárceles distintas del País, dialogaron con El Nuevo Día.

El dolor más agudo durante el encierro es por la paternidad que les ha tocado ejercer tras las rejas.

Ramos Cruz agradece a Dios y a su esposa, que se ha mantenido a su lado y ha criado sola al hijo de ambos.

Contó que mantiene una relación de “respeto” con su hijo que, al igual que su esposa, lo visita al menos dos veces al mes en la cárcel Las Cucharas de Ponce.

“Él me respeta a mí como padre y yo lo respeto a él como hijo y eso pues ha mantenido un vínculo como de amigos, aparte de padre”, afirmó.

“Cuando él se graduó de la escuela superior, no estuve presente en su cumpleaños, cuando a veces está enfermo no puedo estar con él. Son mu- chas cosas que no le deseo a nadie”, agregó con evidente pesar.

Meléndez Serrano, por su parte, habló de la pérdida física de su hermana pequeña e impedida mientras estuvo en prisión y del crecimient­o y la crianza de sus siete hijos sin su presencia.

El más pequeño tenía 6 meses cuando él fue arrestado.

“Son pérdidas que jamás te las sacas del corazón ni de la mente porque cada vez que se acerque un cumpleaños o una fecha específica que tenga que ver con ellos, pues aunque tú no lo demuestres a los demás confinados, cuando estás a solas en tu cubículo, en tu cama, uno se desgarra. Se desahoga y es un dolor grande porque eso no se te va nunca. Eso está ahí”, destacó. En su desahogo, contó que se aferra a los “recuerdos” para sentir a sus hijos. “Ellos crecieron sin su papá. Se hicieron hombres y mujeres solos. Al no estar con ellos, me llenaron de nietos (18). Yo tengo una libreta, ahí tengo fotos de ellos. Hay una en que estoy con cuatro de mis hijos y pues disfruto de verlos y traer a la memoria los momentos gratos”, sostuvo.

Durante la entrevista, Ramos Cruz dijo que no espera que solo crean sus reclamos alegando inocencia, sino que se debe buscar la evidencia del crimen para que salga a la luz la verdad. El mismo reclamo lo hizo Meléndez Serrano.

"Sería incapaz de matar a alguien", dijo.

“ELLOS QUERÍAN UN CULPABLE”. En la escena del crimen se recuperaro­n vellos púbicos en la ropa interior de la víctima, vello corporal en el cuerpo del niño y huellas dactilares. Ninguna compatible con los reos.

“Es que uno no se puede explicar el por qué, sin ninguna evidencia en contra de una persona, cómo nos pueden encontrar culpables de unos hechos solamente con el testimonio viciado de dos personas que se han contradeci­do, que eran menores de edad, que fueron atemorizad­os, inducidos a mentir. Y no me cabe en la cabeza el por qué dicen que nos encontraro­n en la escena cometiendo un delito cuando no es así”, dijo Meléndez Serrano, quien está preso en la cárcel 501 de Bayamón.

Ambos confinados se conocían pues residían en la misma urbanizaci­ón, pero solo Meléndez Serrano conocía a los dos menores que fueron los testigos principale­s durante el juicio.

Los hermanos Bárbara y José Martínez Maldonado testificar­on que

vieron a Meléndez Serrano golpear a la mujer asesinada mientras Ramos Cruz observaba bajo el marco de la puerta de la habitación de esta.

Bárbara dijo que robó la llave de la casa de la víctima a petición de su hermano y de los ahora convictos porque estos tenían interés en la mujer.

Los hermanos, al ver lo que sucedía en la casa, se marcharon por petición de Bárbara y no hablaron de lo sucedido, trascendió en el juicio.

Al cabo de los días, las autoridade­s encontraro­n el cuerpo de Maymí Rodríguez apuñalado en el pecho y en avanzado estado de descomposi­ción en la bañera de la casa, ubicada en la urbanizaci­ón Lomas en Trujillo Alto.

Los hijos de la mujer fueron hallados, apuñalados por la espalda y colocados en la nevera.

Los confinados recordaron que el fiscal que tuvo a cargo su caso, An

drés Rodríguez Elías, también fue responsabl­e del enjuiciami­ento de José A. Caro Reyes, Nelson Ruiz Colón y Nelson Ortiz Álvarez por el asesinato de Glorimar Pérez Santiago ocurrido hace 27 años.

El trío también clama por su inocencia desde su arresto y esperan por los resultados de las pruebas de ADN a las que se sometieron para probar su inocencia.

Ramos Cruz y Meléndez Serrano piden una prueba mitocondri­al (prueba de ADN más certera y costosa) para que se comparen los cabellos obtenidos en la escena criminal con los de ellos.

Pero indicaron que hay otra llave que permitiría su excarcelac­ión. Por eso, hicieron un llamado a los dos testigos para que digan la verdad.

“Me pongo a pensar, ya ahora que son padres, madres, personas adultas el por qué continúan callando. Lo único que tienen que decir es la verdad, ‘mira cuando éramos menores nos indujeron a mentir'. Ellos saben que yo siempre les hice bien”, dijo Meléndez Serrano, al recordar que él socorría a la madre de los dos menores cuando constantem­ente era golpeada por el padrastro de ambos y ellos acudían a él.

El pleito legal, argumentar­on los reos, fue uno “atropellad­o” y siempre se les vio como culpables por el crimen contra una madre y sus dos hijos.

El pueblo clamaba por un culpable, destacó Ramos Cruz.

“Existe el prejuicio en muchas personas. Muchas veces sin ninguna evidencia nos inculpan, nos señalan. Ellos querían un culpable”, sentenció el hombre quien previo a su arresto y convicción tenía planes de continuar estudios universita­rios, convertirs­e en policía y tener más hijos.

Recordó que antes y durante el juicio se dijo que él era carnicero cuando no era cierto.

“Yo nunca he sido carnicero en mi vida. Yo trabajaba como gondolero y hay evidencia de eso. Yo nunca laboré como carnicero, él (el fiscal) lo hizo para prejuiciar a la gente y poner el caso más terrible”, aseveró.

“Él (fiscal) me dijo que acusara a Juan Carlos Meléndez Serrano de estos hechos y me daba tres años de cárcel, y yo no cedí”, agregó.

Cuestionó fuertement­e a Meléndez Serrano queriendo saber si él había cometido el crimen, contó.

“Cuando nos implican a ambos, yo le supliqué a él, le rogué ‘Dios mío Juan Carlos dime la verdad. ¿Tú hiciste eso? Por favor, dime la verdad’. Y cuando fuimos a juicio y fue desfilando la prueba, pues fui creyendo”, reveló.

Los dos convictos recordaron que el fiscal Rodríguez Elías fue nominado a juez bajo la administra­ción de Rafael

Hernández Colón, pero no fue confirmado por la oposición que surgió.

El fiscal, según el Departamen­to de Justicia, renunció el 17 de febrero de 1995, al poco tiempo de lograr la convicción del asesinato de Pérez Santiago.

Durante el juicio, la defensa de los convictos alegó -sin éxito- que el padre de los menores asesinados, Eduardo

Morales Colberg, pudo haber sido el responsabl­e.

El hombre había estado en la casa de la mujer temprano esa noche tras compartir con los menores.

Los convictos creen que en su caso pudo haber influencia­s políticas porque vinculan al padre de los niños asesinados con la familia Colberg. Sin embargo, el exrepresen­tante

Jorge Colberg Toro rechazó cualquier vínculo familiar con Morales Colberg.

“Porque tenga el mero apellido se presume que era un pariente. Es una aseveració­n irresponsa­ble y mal intenciona­da”, sentenció Colberg Toro.

ANHELO EN COMÚN. Ambos hombres tienen el mismo reclamo, anhelan no solo limpiar su nombre sino que se sepa quién mató a Maymí Rodríguez y sus dos hijos.

“Yo he tenido que vivir aquí 24 años de mi vida, que no han sido fáciles. Yo todos los días, todos los días, le oro al Señor, verdad (llora). Todos los días le oro al Señor para que se haga justicia”, dijo Ramos Cruz.

“Yo siempre le digo a las personas no me crean a mí busquen la evidencia y se darán cuenta que somos inocentes. Somos inocentes y el culpable sigue en la calle”, suplicó.

Indicó que cuando se produjo el arresto de los sospechoso­s del asesinato de la fiscal Francelis Ortiz Pa

gán, lo vio por el televisor y dijo para sí, ‘que no sentencien a un inocente’.

“Estar aquí (en la cárcel) pagando por crímenes que tú no has cometido es bien doloroso”, afirmó Ramos Cruz.

Recurre a la fortaleza que le provee Dios para aseverar que está preparado para salir de prisión.

En cambio, Meléndez Serrano dijo que no.

“No. Prefiero estar tranca’o en mi casa”, dijo, dejando ver las huellas producto de un largo encierro matizado por el reclamo constante de inocencia.

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En prisión, Ramos Cruz se ha dedicado a predicar y a tomar cursos de ebanisterí­a y computador­a, entre otros.
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Antonio Ramos Cruz tenía 23 años cuando fue arrestado por las autoridade­s por la matanza ocurrida en Trujillo Alto.
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