El Nuevo Día

Es tarea de la juventud construir la voluntad

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Así me lo explicó un jibaro: “Aquí casi todo pertenece al extranjero. Antes fueron los americanos, luego los mejicanos que tienen el aeropuerto, hicieron el tren urbano, tienen la gasolina, el gas, el cemento, las concretera­s y las autopistas. Pronto puede que adquieran la luz y el agua. Tal vez ellos pudieran ayudarnos económicam­ente y volver a darnos el situado mejicano.

El americano no nos quiere ayudar a menos que controlen el dinero con la junta de control fiscal federal. No nos quieren como estado ni nosotros queremos aceptar las responsabi­lidades que ella exige. Ni los independen­tistas quieren la independen­cia a menos que el americano se la financie. El que se vaya gente para el exterior no es tan malo si aquí estaban desemplead­os. Así como en los sesenta, enviarán dinero a los que nos quedamos aquí. Además, mientras menos gallinas coman del mismo saco más nos tocará. Sí, porque somos gallinas y el americano nos da maíz para comernos los pollos y los huevos. Trabajamos y producimos para otro. La esclavitud no ha cesado, solo se cambiaron las cadenas. Aun así estamos conformes siempre y cuando nos sobre para la cervecita, para jugar la Loto. No tenemos voluntad para cambiar y eso lo sabe el americano y los politiquer­os del patio.

A veces nos da coraje y protestamo­s con marchas y piquetes pero pronto se nos olvida. Los únicos que ganan en las marchas son los que venden agua, helados y fotutos. Somos un pueblo pacifista y de memoria corta. La crisis no nos asusta porque pensamos que es solo politiquer­ía y que, si hay algún problema, el americano lo resolverá y votamos por el que nos engatuse prometiend­o soluciones mágicas. Es más, que vengan la quiebra y la junta de control fiscal federal. Qué más da. Mira, mejor vamos a darnos un trago y olvidémono­s del futuro pues mañana podemos amanecer muertos”.

Me quedé sin palabras ante tan abrumadora filosofía y visión de nuestro pueblo. Para mis adentros pensé que si esa es la visión de la inmensa mayoría que vivimos en esta isla, el panorama no ofrece cambios sustancial­es en nuestra manera de vivir y subsistir en el archipiéla­go de Puerto Rico. Miro atrás y veo los libros de aritmética social y geografía de Puerto Rico y encuentro las raíces de lo que somos: un pueblo asimilado, sumiso y acomplejad­o con la mentalidad de que somos pequeños y dependemos de otros para vivir. Mi esperanza es nuestra juventud (si se queda aquí) luche por cambios sustancial­es que nos definan como un nuevo pueblo con aspiracion­es de forjar una nación y que no seamos más un reguerete de gente.

Teodoro Quiñones Muñiz

Moca

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Señalan falta de tesón para cambiar las cosas en Puerto Rico.

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