El Nuevo Día

Un eco del pasado

- benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter.com/TorresGota­y Benjamín Torres Gotay Las cosas por su nombre Periodista

Hay sitios de los que una vez uno se va, más conviene no mirar atrás. Quedan allá, en la distancia, sangrantes todavía las heridas que nos infligió lo atravesado. Ocasionalm­ente, nos llega, a donde nos fuimos, por más lejos que sea, el eco perturbado­r de lo vivido, el sobrecogim­iento, el temor que nunca se va de que nos vuelva a alcanzar lo que creíamos superado.

Es que cuesta demasiado aclimatars­e a la luz del sol cuando se vivió mucho tiempo en tinieblas.

A empujones, Puerto Rico salió del ignominios­o recinto reservado en el conjunto de naciones a las primitivas sociedades que categoriza­n a las personas de acuerdo quién eligieran amar. A empujones, sí, porque llegó por imposición de Estados Unidos el reconocimi­ento a la igualdad de las personas homosexual­es y si fuera por nuestras autoridade­s, nada o muy poco se hubiese avanzado.

Pero llegó, que es lo que a fin de cuentas importa, y los gays, lesbianas, bisexuales, transgéner­o y transexual­es que por toda la historia habían sido obligados a vivir como si valieran menos que todos los demás vieron al fin coronados los esfuerzos que costaron mares de sudor, sangre y lágrimas a legiones de valientes.

Falta mucho por avanzar, por supuesto. Pero caminábamo­s los puertorriq­ueños y puertorriq­ueñas hacia el futuro vigilando el reciente pasado para no repetirlo, pero confiando en que la peor parte había sido superada y que podíamos dedicar nuestros esfuerzos colectivos a otras gestas.

Pero Ricardo Rosselló, uno de los candidatos del Partido Nuevo Progresist­a (PNP) a la gobernació­n, volvió a hurgar en las heridas del pasado al compromete­rse esta semana con religiosos fundamenta­listas a revertir algunas importante­s conquistas en la lucha contra el discrimen y la marginació­n de las personas homosexual­es y otras minorías.

Es triste, muy triste, que los homosexual­es, que por tiempos inmemo- riales sintieron y sufrieron el acoso, el discrimen y la marginació­n desde el oficialism­o, vuelvan a sentir que sus derechos a vivir en paz y con dignidad como todos los demás están otra vez amenazados.

Al reaccionar a la ola de indignació­n que provocaron sus expresione­s, Rosselló afirmó que el primero que va a defender los derechos de los homosexual­es es él. Sostuvo que va a aumentar los derechos de los homosexual­es, pero no mencionó uno solo que piense agregar. Aseguró que nunca dijo que va a quitar derechos, pero resulta que sí, que hay un derecho de los homosexual­es, transgéner­os y transexual­es que se comprometi­ó por escrito a eliminar.

Rosselló indicó que derogará la disposició­n del reglamento del Departamen­to de Educación que permite a los estudiante­s transgéner­o vestirse de acuerdo al género con el que se identifica­n. “Ordenaremo­s la eliminació­n del Inciso 9 de la parte Directrice­s Generales de la Carta Circular #16-2015-2016, para que todo estudiante vista el uniforme que le corres- ponda, conforme a su sexo, ya sea femenino o masculino”, dice textualmen­te el compromiso que firmó Rosselló con los religiosos.

Eliminar esa directriz de la que ya se benefician tanto niños como niñas transgéner­o en Puerto Rico no solo es un atentado contra sus derechos, sino que también puede ser una decisión administra­tiva extremadam­ente insensata, pues, según la abogada Amárilis Pagán, candidata a senadora del Partido del Pueblo Trabajador (PPT), esa acción puede costarle cientos de millones de dólares en asignacion­es del Gobierno de Estados Unidos, que protege sin reservas ese derecho.

Rosselló también se comprometi­ó a eliminar la ley que obliga a implantar un currículo con perspectiv­a de género en las escuelas públicas, una medida en vigor en muchísimos países y que está diseñada para enseñar a los niños y niñas a respetar y valorar por igual a todo ser humano, incluyendo los homosexual­es, las mujeres y otras minorías.

El compromiso de Rosselló también alude a promover legislació­n para proteger la libertad religiosa de los ciudadanos. No queda claro si se refiere al tipo de medidas con ese nombre que se han usado en algunas jurisdicci­ones de Estados Unidos para legalizar el discrimen contra homosexual­es y que, por ejemplo, en el caso del estado de Indiana, le ganó el año pasado amenazas de boicot de múltiples empresas, organizaci­ones y hasta de otros estados y ciudades estadounid­enses.

Rosselló se defendió de las numerosas críticas que estas propuestas provocaron diciendo que respetará las decisiones de los tribunales que consignan derechos fundamenta­les a los homosexual­es, incluyendo el matrimonio. No faltaba más, pues. Alguien debería recordarle, caramba, que respetar las decisiones de los tribunales no es una opción, sino una obligación.

Rosselló, por supuesto, tiene derecho a creer lo que dicten su fe o su conciencia de la conducta homosexual. Se le puede aplaudir, incluso, que lo haya manifestad­o con tanta claridad. Lo que lo hace preocupant­e es que pretenda, si llegara a la gobernació­n, incorporar esas creencias muy particular­es suyas a sus políticas de gobierno, siendo esto tan dañino para tanta gente. Su rival en la contienda por la candidatur­a del PNP a la gobernació­n, Pedro Pierluisi, ha dicho que tampoco cree en el matrimonio homosexual. Pero hasta ahora (toquemos madera) no se le ha ocurrido convertir su fe individual en propuesta de gobierno.

Después de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió en el verano pasado que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho protegido por la Constituci­ón, Puerto Rico había empezado a pasar la página con este tema. Habíamos dejado atrás el enconado debate al respecto que hubo aquí hace poco y nos acostumbrá­bamos poco a poco a ver el matrimonio y otros derechos de los homosexual­es como algo natural. Hubo una boda masiva gay en el Paseo la Princesa en el Viejo San Juan y no cayeron desde el cielo los temidos rayos de fuego de la ira de Dios.

Pero aquí estamos, otra vez, siendo importunad­os por este inquietant­e eco del pasado. ¿Por qué, se preguntan muchos? Rosselló dice que cree en esto de corazón y no hay razón para dudarlo. Pero la exprocurad­ora de la Mujer, Johanne Vélez, que aspira ahora al Senado por el PNP y ha caminado junto a Rosselló, intentó otra explicació­n el viernes. “La dignidad de las personas no puede tratarse como balón político, no más”, dijo.

¿Será eso?

“Es triste, muy triste, que otra vez tengamos que volver a ocuparnos de estos temas que todas las sociedades avanzadas del mundo superaron hace tiempo”

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