Capacitan a cuidadoras informales
Ciencias Médicas diseña programa con temas de geriatría y gerontología para mujeres dominicanas
Saben cómo cuidar a un adulto mayor, lo que necesita si deambula o si está postrado en cama, y hablan con conocimiento sobre la prevención de úlceras, administración de medicamentos, insulina, suero y otros tratamientos más complicados.
En su gran mayoría, las cuidadoras informales (que laboran por cuenta propia) no tienen educación en enfermería, pero la experiencia les ha dado el conocimiento para manejarse casi como si lo fueran. Se dedican a ofrecer servicios en el hogar a personas envejecidas que pueden o no tener una incapacidad, pero que ciertamente necesitan una ayuda.
En Puerto Rico, hay cientos de cuidadoras informales y muchas de ellas son dominicanas. Por eso, cuando el Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico quiso ofrecer un programa educativo para fortalecer los conocimientos de estas trabajadoras hizo un acuerdo con el Consulado de la República Domicana.
El programa tiene el fin de llenar un vacío porque la Ley 190 de 2001 exige que las cuidadoras que trabajan en hogares de cuidado tomen cursos, pero no hay regulación para quienes trabajan de manera independiente, sostuvo Juan Rosado Matos, director del Centro de Educación en Geriatría de la Escuela de Medicina. Fue iniciativa del Centro desarrollar el Programa de Capacitación a Cuidadoras de Personas de Edad Avanzada sobre Aspectos Básicos de Geriatría, en el que también participará el Programa de Gerontología.
El primer ciclo del mismo comenzará en abril y tendrá una duración de 20 horas. Finalizará con un certificado de participación, que para muchas supone la validación del servicio que ofrecen en un mercado que se mueve por referidos de persona a persona. La expectativa de los profesores univer- sitarios y del Consulado es que el programa tenga continuidad para capacitar a más personas.
“Estoy aquí porque con un certificado es más fácil conseguir empleo”, afirmó Angelita Giménez, quien hizo estudios de tecnología médica en República Dominicana pero se dedica a cuidar adultos mayores desde hace cinco años.
Junto a ella, más de 30 cuidadoras respondieron a la convocatoria hecha por el Consulado y llenaron la sala de espera, donde las profesoras María Bidot y Emma Vallés les explicaron la iniciativa. Allí compartieron sus vivencias como cuidadoras, así como las necesidades de los adultos mayores que han cuidado.
Contaron que, generalmente, los familiares les delegan completamente el cuidado del anciano o anciana, lo
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que muchas veces supone que estarán con esa persona toda o gran parte de la semana, a veces alternando turnos con otra cuidadora. El baño, la alimentación y darles los medicamentos y tratamientos ocupan gran parte de su tiempo.
“Uno tiene que pensar por el paciente, darle agua cada dos horas y comida porque ellos no saben decir. Hay que moverlos cada dos horas para que no les den úlceras”, describió Angelita, quien cuidó durante cuatro años a una persona que tenía Alzheimer.
Sobre los cuidados de salud, Angelita contó que ha dado terapias respiratorias cuando la persona a su cargo lo necesitó, ha introducido un tubo en la tráquea para succionar la mucosidad provocada por pulmonía y ha aprendido a alimentar a una persona a través de una sonda que va al estómago (gastrostomía).
“Nos convertimos en una enfermera, más que un familiar”, dijo la mujer luego de explicar que aprendió los procedimientos viendo a las enfermeras durante un largo período de hospitalización de la persona que cuidaba.
Sobre lo que se necesita para atender a un anciano en el hogar, María Peña dijo “cuidarlo con amor y cariño. Uno tiene que protegerlo de todo”.
Algunas asistentes a la actividad hicieron estudios de enfermería en su país de origen. Ese es el caso de Josefa Tavares, quien se ha dedicado a cuidar adultos mayores desde 2011.
En algunas ocasiones, comienzan a cuidar a una persona que camina y tiene un grado de independencia, pero que luego queda postrada en cama, lo que incrementa el nivel de cuidado, responsabilidad y dedicación, coinciden varias de las participantes.
“Cuando a uno se le va (que fallece), uno tarda en conseguir a otra persona porque los trabajos son por referencia”, explica Josefa sobre el mercado en el que sirve. “Lo que me gustaría es aprender algo de enfermería para poder asistir a un paciente y salvarle la vida”, dijo Belkis Veltré sobre su expectativa con el curso.
Mientras que el vicecónsul, Carlos Pérez Fernández, dijo que “lo importante de esta iniciativa es que beneficia a toda la sociedad porque la población envejeciente va a tener personas más capacitadas. Como salubrista, creo que esta es una herramienta que les hace justicia a estas mujeres”.
“Este esfuerzo es trascendental en la vida de nuestra comunidad”
FRANKLIN GRULLÓN
cónsul de República Dominicana