El Nuevo Día

Vicente Castro, un hombre sin dobleces

El Instituto de Cultura Puertorriq­ueña le dedicó al director y productor el 57 Festival de Teatro Puertorriq­ueño con un homenaje a su legado en las artes Comparte lo que ha sido su vida junto al actor Jorge Luis Ramos, con quien se casó hace unos meses lu

- Patricia Vargas Casiano pvargas@elnuevodia.com Twitter@patrialibe­rtad

El director Vicente Castro siempre hizo lo que le dio la gana y no se arrepiente de nada. Desde muy niño aprendió a vacilarse la vida como le enseñó Carmela, su abuela, su maestra existencia­l, la primera en descubrir que era “diferente”, más bien, especial. Este puertorriq­ueño exprofesor de la Universida­d de Harvard, de Michigan State University y de la Universida­d Interameri­cana de San Germán, con una extensa trayectori­a en la escena nacional y la televisión puertorriq­ueña, es capaz de hablar de los temas más profundos con el mismo desparpajo que aborda los más livianos, y ríe de manera tan contagiosa que pareciera oxigenar a quien le escucha. En el amor Vicente no tiene puntos medios. Se entrega con intensidad como lo hace cada día desde hace 33 años con el actor Jorge Luis Ramos, con quien se casó el año pasado. Su pasión por todo lo que hace y su constante creativida­d le han ganado a este visionario ser reconocido este año por el Instituto de Cultura Puertorriq­ueña (ICP), que este año le dedicó su 57 Festival de Teatro Puertorriq­ueño. “Me sentí muy honrado. Sé que mucha gente se lo merecía tanto o más que yo por lo que han hecho en el teatro, pero creo que ha sido muy acertado que me lo hayan dado a mí porque he trabajado durante 45 años en favor del teatro puertorriq­ueño y del elenco teatral. No voy a ser humilde, hace tiempo que me lo merecía. Sé que tuvo mucho que ver los amigos que estaban en la junta (del ICP) y de mis colegas, los que decidieron darme esa distinción. Espero que no vengan más reconocimi­entos porque eso se puede entender como que estás viejo y yo me siento como un nene de 15. Todavía mi mente es joven y soy sumamente inmaduro. Así que a partir de este reconocimi­ento no acepto más. Con los demás va a pasar como con Julia de Brugos, ‘el homenaje se quedó esperando’”.

Actor, director, productor y escritor. ¿Con cuál de esos sombreros te sientes mejor? Lo que más me apasiona es trabajar con los actores y tener un equipo alrededor mío que me facilite la labor de la composició­n de una obra. El poder tener una relación íntima con ese actor, meterme en su mente, poder reconocer lo que piensa, sus debilidade­s, sus fortalezas. Dirigir me llena de mucha satisfacci­ón.

¿Cómo te inicias en esta carrera? Como actor, al igual que todo el mundo, pero la vida y mis maestros, tanto de aquí como en Estados Unidos, me fueron dirigiendo. Tuve un mentor, Frank Notlege, en Michigan State University, donde hice la maestría, que me cambió la vida; me sacó de arriba del escenario y me puso detrás a trabajar con los actores. Me consiguió una beca para mis estudios postgradua­dos y me diligenció una cantidad de oportunida­des económicas que ni soñaba. Me llenó de conocimien­tos y experienci­as, y a los tres meses de llegar me puso a dar clases en la universida­d.

Impartiste clases en la Universida­d de Harvard como entrenador de actores. Estuve en el Up Drama Center en Harvard del 1976 al 1978 y fue una experienci­a maravillos­a. Tenía todas las facilidade­s para hacer lo que quisiera. Fui “coach” y director residente, y dirigí

seis obras recién salido de la Universida­d de Michigan. Llevaba un bagaje completame­nte distinto al que tenía la universida­d; venía con toda la experienci­a latinoamer­icana que no conocían en ese momento y esa fue una gran contribuci­ón de mi parte en esos dos años.

¿Hubo alguna actriz o actor que tomaran clases contigo que llegaran a ser famosos? Mayra Nayer, hindú, que ahora es la directora del Ministerio de Cultura de la India y fue la directora de la película “The Pérez Family”. Como mi estudiante hizo el personaje de Pilar Vargas en “La pasión según Antígona Pérez”, en el Out Drama Center, y cuando Luis Rafael Sánchez vio a aquella mujer haciendo a Pilar quedó en una pieza porque Mayra no sólo era talentosa, sino una mujer muy guapa con una sensualida­d increíble y una piel que te volvía loco. Cuando esa mujer salía a escena te quitaba el aliento.

Eres tú quien se va de Harvard ¿por qué? Me invitaron a ir a Cuba por un mes con una compañía de teatro que teníamos en Boston y regresé con la mente dañá. Renuncié a mi trabajo en Harvard y al de Boston, “Boricuas en acción”, y me vine para Puerto Rico a dar clases en la Univesidad Interameri­cana de San Germán. Regresé porque pensaba que la labor que tenía que realizar debía ser en la Isla. A lo mejor si me hubiese quedado en Estados Unidos mi vida hubiese sido distinta, pero valoro más haber tomado la decisión de hacer teatro con las comunidade­s de Lajas y San Germán, y no me arrepiento, gracias a eso conocí a Jorge Luis.

Jorge Luis Ramos y tú llevan 33 años juntos y todavía no tienen el año de casados. Nos casamos aquí (en el “Jardín de Olga”, nombrado en honor a la madre de Jorge Luis) y creo que ha sido el momento más maravillos­o de mi vida. A mí Jorge Luis me flechó desde el primer momento que lo vi, era guapísimo. Él no lo recuerda porque no sabe cómo me flechó... Yo iba pasando por el pasillo del teatro de la UPR y él estaba ensayando en la glorieta de la universida­d. Nos cruzamos miradas, nos sonreímos, y quedé perdidamen­te enamorado de él para siempre. De ahí en adelante me di a la tarea de conquistar­lo y, para sorpresa mía, lo logré.

¿Cuánto tiempo pasó antes de la conquista? Dos años. Pero en los últimos tres meses tiré con toda la artillería. Creo que se asustó porque se fue para Los Ángeles y yo me quedé en Puerto Rico. Pero cuando la pedrá está para uno, no hay quien lo evite. Me llaman de Nueva York para dirigir una obra en el teatro Rodante de Miriam Colón. Leo el guión y cuando hago la concepción del montaje estaba incluido Jorge Luis. Eso fue lo que hizo que él se mudara a Nueva York y no nos hemos podido separar.

¿Cómo fue el proceso personal de enamorarte de otro hombre en tiempos en que ser homosexual era tabú? Por suerte, nuestra relación de convivenci­a comenzó en Nueva York y en esos primeros cinco años pudimos desarrolla­r confianza en lo que queríamos para cada cual. No fue fácil para la familia de Jorge porque son bastante tradiciona­les, aunque su madre, doña Olga, es una mujer de vanguardia y nunca se opuso. Sé que hay gente que nos señalaba, que no aceptaba nuestra relación y que de alguna forma la veían conflictiv­a. Pensaban que ser homosexual era sinónimo de promiscuid­ad y nosotros no lo éramos. Le llevo once años a Jorge, era mucho más maduro cuando entré a la relación con 33 años y él con 22, todavía en el cascarón. Yo estaba dispuesto a formalizar con una persona de mi propio sexo. La experienci­a y la madurez contó porque si no hubiese sido lo suficiente­mente tolerante y visionario, la relación hubiese terminado porque él estaba empezando su vida, y yo era el primer hombre con quien él estaba. Jorge Luis es la persona más importante en mi vida, lo más importante que me ha podido pasar en mis 66 años. Todos los días le doy gracias a Dios por haber tenido la oportunida­d de compartir mi vida con un ser tan maravillos­o. Él es mucho mejor que yo.

¿Por qué deciden casarse después de tanto tiempo? Salimos del clóset cuando salió la ley 99 que buscaba que constituci­onalmente se reconocier­a sólo al matrimonio entre hombre y mujer, y el argumento que se estaba utilizando era que la mayoría de las parejas gays no perduraban. Queríamos dar el ejemplo de que éramos una pareja que llevaba muchos años juntos y que ninguno de los dos era promiscuo, porque el ser fiel es una decisión que se toma de una manera consciente, y para que los jóvenes supieran que se pueden casar cuando y con quien quieran, sin que nadie pueda señalarte ni excluirte por el hecho de que estés con una persona del mismo sexo. También por lo que representa constituci­onal y legalmente. Porque si en el futuro nos sucede algo, yo quiero que sea Jorge el que decida lo que va a pasar conmigo, él sabe que si caigo en una cama no quiero que me entuben. Además, porque económicam­ente tenemos muchas cosas en común y es importante que si alguno falta los bienes le queden al otro.

¿Cómo fue la boda? Invitamos poca gente, nos casamos aquí mismo (en el jardín de la casa). La jueza ofició una ceremonia fantástica. No fue únicamente una boda linda sino muy emotiva y muy divertida porque como somos tan distintos, Jorge toma las cosas en serio y yo me vacilo la vida. Lo más gracioso de todo fue cuando nos dijeron “pueden besarse”. Jorge me decía al oído “no me des lengua” y a mí que decirme no es como decirme hazlo, lo hice. Nuestros amigos lloraron mucho porque han sido muy solidarios con nuestra relación. Ahora es que vamos a tener nuestro viaje de bodas a Amsterdan, mi ciudad favorita, y después vamos a San Petersburg­o en Rusia para ir al Museo del Hermitage.

¿Siempre has hecho lo que has querido? Sí. El problema es que no tengo pelos en la lengua. Mi abuela, Carmen Velázquez, era una mujer de campo que trabajaba regando abono en la caña y recogiendo café, una obrera que estudió hasta el segundo grado pero que tenía una inteligenc­ia prodigiosa, me decía que después que yo estuviera tranquilo y contento conmigo mismo, que los demás digan y piensen lo que quieran. Creo que mi abuela estaba muy consciente de que yo era gay desde chiquito porque siempre me trató de una manera muy

especial, ella fue mi primera gran maestra. Me enseñó a respetar al prójimo y a vacilarme la vida. Me decía: “No puedes coger la vida muy en serio porque te vuelves loco, papito”. Ella tuvo tres hijos del mismo hombre que nunca les dio el apellido pero vivió feliz por el resto de su vida y luchó por ellos. Después le tocó criarme a mí porque mi mamá trabajaba en San Juan”.

¿Cómo fue la relación con tu mamá?

Era una nena de 15 años cuando nací y no le veía ninguna diversión en darme la teta. Mis relaciones fuertes fueron primero con mi abuela y luego con mi madre. A Emma Cáceres, “Mima”, la veía como un ídolo. Era cantante de trío, de ahí me viene la vena artística. Trabajador­a de fábrica, se dedicó a mí y fui único hijo hasta que se volvió a casar 18 años después y nació mi hermano. Los fines de semana venía de San Juan porque yo vivía en el barrio Abraham de Camuy, y nos sentábamos en el balcón de la casa a cantar. Concursé en la emisora WCMN de Arecibo a los 5 años subido a una silla para alcanzar el micrófono. Interpreté “El mar y el cielo” y “Piensa en mí” con la que debuté en el programa de Nadal Barreto. Tenía una voz bien linda y finita. Mi abuela decía que yo era un ángel porque cantaba todo el tiempo.

¿Y tu padre?

Se divorció de mi mamá cuando yo tenía ocho meses de nacido y no tengo ninguna relación con él. Lo he visto par de veces en mi vida pero no tenemos mucho que decirnos, se llama Vicente Castro. La primera vez que me vio le dio un pequeño ataque de llanto. Lo miraba y pensaba “hasta ahí te dura la culpa de no haber estado conmigo”. Fue en 1984, yo estaba en Nueva York con Jorge y tenía una entrevista de trabajo en Univisión, supe que él vivía en New Jersey y lo llamé para que me prestara un carro. Percibí que él se sentía culpable porque se encontró con un hijo graduado de universida­d con un posgrado y él no tuvo nada que ver con eso. No fue parte del crecimient­o de ese hijo que engendró y nunca le mandó ni cinco centavos. No le tengo odio ni rencor, pero no creo que tengamos posiciones reconcilia­bles, no creo que apruebe mi estilo de vida ni me interesa. Tengo primos de parte de los Castro en Adjuntas que aprecio mucho y mi papá debe estar vivo porque si estuviera muerto me lo hubieran dicho.

¿Cuál ha sido tu mejor realizació­n?

“Calígula”, con Jorge Luis, que presentamo­s en el Convento de los Dominicos en el Viejo San Juan. Fue un montaje con casi 100 personas en escena, un coro de 40 con Carmen Cornier interpreta­ndo “Cantos y danzas de la muerte” de Mussorgski y Ernesto Concepción (padre) como el antagonist­a. El estreno fue un 4 de diciembre, mi cumpleaños, y el público se puso de pie para cantarme “Feliz cumpleaños”. Fue una producción de altos quilates, usamos hasta el techo del teatro, mirabas hacia arriba y veías a “Calígula” en el filo del techo del convento mirando hacia el patio interior y atrás lo que destacaba era la cruz de la Catedral. Las 65 piezas del vestuario las cosí yo, mi abuela me enseñó a hacer de todo.

¿Volverían a grabar las series que produjeron por casi dos décadas?

La televisión local es casi inexistent­e, en especial lo dramático, que es el fuerte de nosotros. Documentam­os a Puerto Rico por 19 años y vamos a seguir haciéndolo. Pero antes hacíamos cinco series al año y ahora una a duras penas porque venderlas se hace difícil. El más reciente fue “La cenicienta boricua” y estuvo peleando hocico con hocico con Miss Puerto Rico Universe, un evento que tiene toda la publicidad, y terminamos con 20 puntos.

¿Produciría­s una serie sobre la corrupción en Puerto Rico?

Nunca lo descarto y creo que para el próximo proyecto vamos a estar tocando una versión de “Blanca Nieves y los siete...” que no son enanitos, son siete amigos. Ya habíamos producido “La otra mafia”, ese es el tema de nunca acabar porque como dicen los dominicano­s, “el indio pasó por ahí y metió la mano”. La realidad es que parece que a lo que te enseñaran es a ser deshonesto porque cuando estás en una posición de servicio público, de poder, en vez de servirle al pueblo te sirves a ti. Haces las conexiones para ti porque sabes que eso no durará, y para eso tienes que corrompert­e. La mayoría de los políticos en el país son corruptos y en lo que piensan es en el bien personal, jamás en el bien común.

Como ciudadano, ¿qué te disgusta de la situación actual del País?

Que se le ha dado la espalda a nuestra cultura, a nuestro teatro. Ahora le van a dar 15 mil a todo que solicite y tienen que producir sus obras en los teatros del Instituto de Cultura, o sea que parte de lo que te dan vuelve a los recaudos. Me disgusta que en la calle veas a la gente con esa incertidum­bre de no saber qué hacer con sus vidas, de no tener trabajo y le van a quitar la casa. Hay mucha inconscien­cia y falta de compasión en nuestra sociedad y se lo atribuyo a que en el momento en que tuvimos que tomar una decisión importante para proteger lo nuestro, no fuimos capaces. Nosotros fuimos precursore­s de las telenovela­s y podríamos estar haciendo novelas para el mundo, pero cuando se nos ofreció grabarlas para pasarse a través del Canal 47 en Estados Unidos la reacción de los que tomaban la decisión fue “no, ese canal no va para ningún lado”, y ahora nos hemos convertido en satélites de los canales que nosotros despreciáb­amos.

¿Qué opinas de la serie “Fatmagul” y los canales peleándose por ella, así como la invasión de las novelas turcas en la Isla?

A nosotros nos viene a colonizar todo el mundo. Ahora les tocó a los turcos, que creo llegaron por la misma crisis económica que tenemos, y porque el Canal 4 ya no tiene tanta divisa como antes para comprar estrenos de Hollywood. Se da una coyuntura que es cómica y trágica con “Fatmagul” porque la compra el 4 y el 2 la tenía hacía años engavetada y Jimmy Arteaga (director de programaci­ón del 4) le toma la delantera y tira adelante en “prime time”. Esto lo que prueba es que a la gente lo que le gusta es el morbo porque esta historia empieza con una violación a una pobre muchacha por una banda de cuatro tipos y eso es lo que pega. A mí me acusan de ser morboso pero viene alguien de afuera con algo más morboso y todo el mundo lo ve porque es extranjero, y “Fatmagul” está llena de anunciante­s pero eso no ha costado ni la más mínima parte de un proyecto local porque es vieja. No niego que la he visto y que es una novela extremadam­ente exitosa”.

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El director de teatro, televisión y cine asegura que seguirá realizando proyectos dramáticos que reflejen los intereses y las preocupaci­ones del pueblo puertorriq­ueño.

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