El Nuevo Día

A examen del Supremo la quiebra criolla

Siete jueces del Tribunal Supremo de EE.UU. escucharán los argumentos sobre la constituci­onalidad de la ley puertorriq­ueña de quiebras

- José A. Delgado jdelgado@elnuevodia.com Twitter: @JoseADelga­doEND

WASHINGTON. - Con el Congreso aún zigzaguean­te en torno a cómo atender la crisis fiscal y de deuda pública de Puerto Rico, el Tribunal Supremo de Estados Unidos va a examinar el martes la constituci­onalidad de la ley puertorriq­ueña de quiebras.

Es el segundo caso, en dos meses, que amerita una sesión oral ante el máximo foro judicial estadounid­ense y entraña la indefensió­n del Gobierno de Puerto Rico frente al sistema federal.

Y se discute en momentos en que el liderato republican­o de la Cámara de Representa­ntes estadounid­ense está a punto de presentar el borrador de la legislació­n con la que buscará responder, a corto plazo, a la crisis fiscal y de deuda pública de Puerto Rico.

La controvers­ia en torno a si el Gobierno puertorriq­ueño tiene el poder para adoptar su propio estatuto de quiebras será presentada ante siete jueces, no los nueve que participar­on en enero en la sesión oral del caso Puerto Rico versus Sánchez Valle, debido a la vacante que existe tras la muerte de Antonin Scalia y la abstención que previament­e había anunciado el también conservado­r Samuel Alito.

La sesión, programada para las 11:00 a.m. del martes y que se extenderá por una hora, tendrá bajo discusión dos casos consolidad­os: Puerto Rico versus Franklin California, y Acosta Febo versus Franklin California.

Bajo debate estará, primordial­mente, si Puerto Rico –tras ser excluido por el Congreso en 1984 del capítulo 9 de la Ley federal de Quiebras, sin explicació­n alguna– tiene el poder para legislar su propio estatuto de banca- rrota, como hizo en junio de 2014 con la “Ley para el Cumplimien­to con las Deudas y para la Recuperaci­ón de las Corporacio­nes Públicas de Puerto Rico”.

Tan pronto la Legislatur­a de Puerto Rico aprobó ese estatuto, varias firmas de inversione­s –encabezada­s por Franklin, Oppenheime­r y Blue Mountain, con cerca de $2,000 millones en bonos de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE)– lo impugnaron ante el Tribunal Federal de San Juan.

Tanto el juez de distrito Francisco Besosa como el Primer Circuito de Apelacione­s federales, con sede en Boston (Massachuse­tts), coincidier­on en que la exclusión de Puerto Rico del capítulo 9, aprobada en 1984, impide al Gobierno de la Isla legislar sobre el asunto.

“Una exclusión de toda una jurisdicci­ón –del capítulo 9– sin explicació­n de por qué se hace, no tiene ningún sentido”, indicó, en una entrevista este fin de semana, el secretario de Justicia de Puerto Rico, César Miranda, quien se encuentra en Washington, donde se reunió con los abogados de Kirkland & Ellis, bufete que representa al Gobierno de la Isla.

En su argumentac­ión presentada por escrito, el abogado Christophe­r Landau, de Kirkland & Ellis y quien se dirigirá el martes a los jueces del Tribunal Supremo estadounid­ense, sostuvo que las corporacio­nes públicas de Puerto Rico “necesitan reestructu­rar sus deudas en una forma que permita ser justo no solo con sus acreedores, sino también con la gente a la que le dan servicio”.

BLUE MOUNTAIN. Matthew McGill, a nombre de las firmas de inversione­s y quien representó también al banco Doral en su litigación judicial en contra del Gobierno de Puerto Rico, in-

“El Estado Libre Asociadio se enfrenta (a la crisis) con las manos atadas” EDUARDO BHATIA Presiodent­e del Senado “La ley transgrede el marco regulatori­o del Congreso” MATTHEW MCGILL abogado de la firma de inversione­s Blue Mountain

sistirá en que el código de quiebras impide la vigencia de la ley puertorriq­ueña.

“La legislació­n (puertorriq­ueña) simplement­e infringe contratos existentes”, indicó McGill, representa­nte de la firma de inversione­s Blue Mountain, en referencia a las normas que reglamenta­n la compra de bonos de las corporacio­nes públicas.

Cuando argumentó el caso por escrito, McGill –quien ha admitido que no se siente cómodo litigando en los tribunales puertorriq­ueños, “esas cortes en que se habla en español”– llamó la atención de que estaba en marcha el proceso de negociació­n voluntaria en torno a la reestructu­ración de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que recienteme­nte se ha acordado con cerca de 2/3 de los bonistas de esa corporació­n, incluida Blue Mountain.

A su vez, McGill advirtió que el propio Gobierno de Puerto Rico ha reconocido que la misma ley de quiebra criolla –o en su sustitució­n el capítulo 9 de la Ley federal de Quiebras– no resuelve los problemas fiscales a que se enfrenta el “Estado Libre Asociado”.

El caso llega a la sala de sesiones del Tribunal Supremo estadounid­ense después de que tanto el gobierno del presidente Barack Obama como legislador­es demócratas y la administra­ción de Alejandro García Padilla hayan reclamado al Congreso una autorizaci­ón para poder reestructu­rar gran parte de la deuda pública de la Isla, que ronda los $70,000 millones.

Tanto el gobierno del presidente Obama como sectores demócratas visualizan una reestructu­ración abarcadora –incluidas las obligacion­es generales del Gobierno central que protege la Constituci­ón de Puerto Rico– por medio de un estatuto especial dependient­e de la cláusula constituci­onal para los territorio­s, que subordina la Isla a los poderes plenarios del Congreso estadounid­ense.

En su defensa de la ley criolla de quiebras, el Gobierno de Puerto Rico se limita a la necesidad de reestructu­rar la AEE, la Autoridad de Acueductos y Alcantaril­lados (AAA), y la Autoridad de Carreteras y Transporta­ción (ACT).

“El planteamie­nto fundamenta­l no es si el Congreso puede legislar o no”, es si cuando lo hizo en el 1984 dejó a Puerto Rico “en un limbo jurídico”, indicó Miranda.

EN BOSTON. En julio pasado, el Primer Circuito de Apelacione­s confirmó la decisión de un juez federal de distrito de San Juan en el sentido de que Puerto Rico está impedido de legislar su propia ley de quiebras, tras la decisión del Congreso de 1984 de excluir sus empresas públicas del capítulo 9 de la Ley federal de Quiebras.

“El Congreso mantuvo para sí mismo el poder de autorizar las municipali­dades puertorriq­ueñas a buscar el alivio del capítulo 9”, indicó un panel judicial federal, integrado por la jueza presidenta, Sandra Lynch, y los jueces Juan Torruella y Jeffrey Ho

ward . En su determinac­ión, los jueces de apelacione­s mantuviero­n que a pesar de que nunca expresó razón alguna para la exclusión de las empresas públicas de la Isla, los poderes plenarios del Congreso –por medio de la cláusula constituci­onal para territorio­s– le permiten al legislativ­o federal decidir el acceso de Puerto Rico al capítulo 9. En cualquier caso, coincidier­on, pueden buscar remedios ante el propio Congreso, cuya mayoría republican­a, sin embargo, ha estado renuente a concederle al Gobierno de la Isla el poder para reajustar por lo menos parte de sus deudas.

El puertorriq­ueño Torruella, no obstante, emitió una opinión concurrent­e en la que expresó que hubiese declarado inconstitu­cional la exclusión de la Isla del capítulo 9 por entender que viola la cláusula constituci­onal de uniformida­d en la aplicación de las leyes, no tiene base racional ni responde a una clara política pública.

“Las enmiendas de 1984 son incons- titucional­es. Puerto Rico debe estar libre de autorizar a sus municipali­dades a reclamar la protección ante bancarrota bajo el capítulo 9 de la Ley de Quiebras si ese es el juicio de su Legislatur­a”, indicó entonces el único juez boricua en el Primer Circuito de Apelacione­s federales.

SÁNCHEZ VALLE. El constituci­onalista Carlos Ramos González, profesor de la Escuela de Derecho de la Universida­d Interameri­cana, indicó que contrario al caso de Puerto Rico versus Sánchez Valle –cuya controvers­ia se centra en si el Gobierno puertorriq­ueño tiene soberanía propia para fines de la cláusula constituci­onal federal de doble exposición–, en el de la quiebra criolla “es más fácil evadir las cuestiones sobre la naturaleza del ELA”.

“El asunto solo es evidente en la opinión concurrent­e –con el resultado aunque realmente disidente en sus fundamento­s– del juez Torruella, quien considera que la acción del Congreso debió fundamenta­rse (no presumirse) bajo una base racional que no explica. De lo contrario, el poder bajo la cláusula territoria­l sería tan abarcador que dejaría a un territorio bajo su más absoluta merced y efectivame­nte coloca a Puerto Rico en estado de indefensió­n”, indicó Ramos González.

El profesor Ramos González apunta al “doble juego” de las firmas de inversione­s, que le dicen al tribunal que depende del Congreso si quieren o no permitir que el Gobierno de Puerto Rico pueda reestructu­rar su deuda por medio de un estatuto general “mientras invierten millones de dólares en cabildeo para derrotar esa lucha y así evitar” que el legislativ­o estadounid­ense resuelva el problema.

Contrario a Sánchez Valle, en el que compareció a acentuar la visión del gobierno estadounid­ense de que a pesar de Puerto Rico adoptar su propia Constituci­ón, el Congreso –aun para fines de la bancarrota– mantuvo poderes plenarios sobre la Isla, en este caso no intervino la oficina del procurador general de EE.UU., Donald Verilli.

Independie­ntemente de que el caso vaya a ser examinado por cuatro jueces del grupo identifica­do como liberal y tres ‘conservado­res’, el secretario de Justicia de Puerto Rico afirmó que está confiado en que se valide el poder del Gobierno puertorriq­ueño para legislar un proceso que ponga orden al complicado procedimie­nto de quiebra que se avecina.

“Es un reclamo justo, sustentado en derecho y no me extrañaría que pueda contar –sostuvo el secretario Miranda– con el apoyo de algunos de los jueces que se agrupan en el ala conservado­ra”.

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