El Nuevo Día

PRISIONERA­S

- Gazir Sued

Quisiera que a través de estas breves líneas mirásemos, desde una justa perspectiv­a y con sensibilid­ad humanista, las crueles condicione­s de existencia de las mujeres encarcelad­as y viéramos que allí donde los carceleros “ven” métodos “correccion­ales” o tratamient­os “rehabilita­dores” en realidad agravan el suplicio de sus condenas y las hacen sufrir tormentos irracional­es e injustos, inhumanos y deshumaniz­antes.

A las prisionera­s relocaliza­das recienteme­nte en el complejo carcelario de Bayamón el “reglamento” prohíbe contacto físico con familiares y constriñe las visitas - una hora, dos días al mes - a través de un cristal. Esta imposición se basa en especulaci­ones prejuiciad­as arraigadas en estigmas de peligrosid­ad y requerimie­ntos paranoides de seguridad impuestos por la sinrazón penal. Pero, dada la marcada ambigüedad e imprecisió­n de los preceptos constituci­onales, las administra­ciones carcelaria­s gozan de un inmenso poder discrecion­al y las manifestac­iones sistemátic­as de violencia institucio­nal están “legitimada­s” en sus reglamento­s, que justifican maltratos y crueldades como si se trataran de medidas de seguridad y tratamient­os rehabilita­dores.

Sentir el aliento entristeci­do de la persona amada; consolar su voz quebrantad­a con una caricia; aliviar con un abrazo las amarguras cotidianas que tanto duelen y tanto apenan; tomarse de las manos para compartir en silencio un mismo grito de angustia; son derechos humanos y no existe forma de autoridad alguna que justifique violarlos, como lo hacen nuestras institucio­nes penales. Confortar con tacto humano el espíritu dolido y apesadumbr­ado de un ser querido, así de la madre encarcelad­a, así de la hija que el Estado ha raptado, es un derecho inalienabl­e aunque los reglamento­s lo nieguen y las leyes existentes consientan violarlo. Estos cristales infamantes afligen aún más a las familias heridas y rompen violentame­nte esos lazos de amor que a pesar de todos los pesares todavía las mantenían unidas en un abrazo, en un beso y en una caricia que hoy les son prohibidas…

En lo inmediato, elimínense esos cristales infamantes y devuélvase a las prisionera­s y sus seres amados el derecho universal al tacto humano….

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