Ecos de una visita histórica
Por décadas, el ballet ha servido de enlace entre Cuba y Estados Unidos, con Alicia Alonso como protagonista
“Hubiera sido maravilloso que viniera con la noticia del fin del bloqueo a Cuba, lo más justo y humano", declaró en La Habana la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, a propósito de la próxima visita a Cuba del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. “Si pudiera, felicitaría a Obama por su valentía”.
Alicia anuncia su alegría por el acontecimiento, tras el cual avizora que jóvenes estadounidenses, también puedan formarse como bailarines en Cuba. “Es un factor de especial importancia. Me gusta verlo de esa manera porque valoro altamente el papel de la cultura. Estrechemos el diálogo y el intercambio entre los mejores valores espirituales, y eso dará fuerza a las relaciones”, enfatizó la Directora del Ballet Nacional de Cuba.
Y es que el fértil escenario del Ballet Nacional de Cuba, fue abonado por el vínculo con los Estados Unidos, donde convergieron también, prometedoras figuras del ballet internacional de compañías españolas y francesas.
Para definir el punto culminante de esta relación señalamos el año 1937, cuando Alicia y Fernando Alonso -con quien contraería matrimonio posteriormente y adoptara su apellido- llegan a Nueva York. El objetivo principal era crecer como bailarines profesionales.
Fue en aquellos años, en que el ballet genuinamente norteamericano avanzaba hacia su definición, donde el aporte fue mutuo. Entonces, ambos artistas cubanos intervinieron en comedias musicales, en la Escuela y el Ballet Modkin, el American Ballet Caravan y la School of American Ballet; hasta llegar al Ballet Theatre (ABT), donde Alicia Alonso hizo su debut internacional.
Cuenta la historia que esa entrada fue triunfal. Un llamado ante la repentina enfermedad de Alicia Markova, una leyenda del Ballet británico, la llevó a sustituirla en una importante obra.
Lo cierto es que a partir del 2 de noviembre de 1943, la historia de “Giselle” fue otra, comenzó el mito.
El éxito fue rotundo, ensalzado por la crítica especializada que derrochó en augurios ante el virtuosismo y perfección de la cubana, Alicia Alonso.
Después de mucho trabajo, la labor de Alicia en “Giselle” –obra que viene el próximo junio a San Juan- la enriqueció cultural, técnica y sensiblemente. Con el respeto debido a su argumento original, la narración actual, traza una parábola entre los dos actos, con homogeneidad en el equilibrio dramático, coreográfico y de estilo.
Este hecho ha contribuido a que la versión del Ballet Nacional de Cuba, sea proclamada por la crítica, como la más lograda de cuantas se encuentran en el repertorio internacional. Actualmente, forma parte de la colección de lujo, para reconocidas agrupaciones de ballet internacionales.
“Durante su órbita norteamericana, fue proclamada “la más grande Giselle contemporánea, primera dama del ballet” y “máxima bailarina estrella de los Estados Unidos”, refiere el Historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera. Él mismo recuerda cómo esta entrañable relación con el ballet norteamericano, tuvo un hito “supremo”, al retornar después de quince años de prohibición de entrar a esa nación, el 28 de julio de 1975.
Cuatro años más tarde Alonso era nombrada Miembro del Comité Artístico del Kennedy Center para las Artes Escénicas, en Washington En esa ocasión, Alicia Alonso fue recibida en la Casa Blanca por el presidente James Carter.
Desde entonces, el ballet ha sido un puente cultural. Durante el IV Festival Internacional de Ballet de La Habana en 1974, el público cubano ovacionó a a los primeros bailarines norteamericanos en actuar en Cuba, después de la ruptura diplomática entre ambas naciones. Fueron los célebres Cynthia Gregory y a Ted Kivitt.
A partir de aquí, lo más brillante del firmamento del ballet norteamericano ha ido a La Habana, incluyendo elencos completos del ABT, solistas del New York City Ballet y el Ballet de Washington en pleno.