El Nuevo Día

Llegan a la meta

Elizabeth Boivin y Miguel Arroyo, heridos en la edición pasada, completaro­n la ruta

- Carlos González carlos.gonzalez@gfrmedia.com Twitter: @cgonzalez_GFR

Misión cumplida. Esas fueron las primeras palabras de Miguel “Kiko” Arroyo luego de completar ayer el Ironman 70.3 Puerto Rico un año después de haber recibido dos impactos de bala en el lado izquierdo de su cuerpo, precisamen­te, mientras competía en el evento.

“Es increíble. Esto es una celebració­n de que estoy vivo”, dijo el fisiatra de profesión. “Como de costumbre, esta carrera fue fuerte, pero la gente estuvo gritando en todo momento y me animaron. Como dije, estar vivo duele y dolió mucho”.

Arroyo señaló que tuvo dolencias en las piernas y lo hombros. Incluso, pasó varios días en cama debido a influenza. Sin embargo, estaba convencido de que superaría cualquier impediment­o para terminar lo que comenzó por su propio esfuerzo.

“Estuve cinco días de cama hace pocas semanas. Hubo dudas de que podía participar, pero no le podía fallar a la gente. Iba a terminar la prueba no importa cómo. Había demasiadas personas contando con esto. Tengo amigos que querían que la terminara no solamente por ellos, sino para lo que representa una situación como la que tuve y lograrlo”, señaló Arroyo.

El incidente ocurrió poco después cruzar el puente Dos Hermanos en Condado, cerca del Centro de Convencion­es. Arroyo iba en su bicicleta cuando sintió dos impactos en el costado. William Medina se percató de la situación y enseguida transporta a Arroyo hasta el Centro Médico de Río Piedras en una Vespa.

Ayer, pasar por la zona transportó a Arroyo al instante que puedo haber significad­o el desenlace de su vida.

“Cuando pasé por el área, comencé a llorar. En el regreso, me ocurrió nuevamente. Entré llorando en la bicicleta, ahí salí y seguí llorando, pero me pude componer nuevamente para concentrar­me en lo que tenía que hacer, disfrutarm­e la carrera. Sentí nervios antes de entrar al agua porque uno sabe a lo que va. Por más que uno entrena se cuestiona si se está preparado, el miedo escénico. Pero una vez en el agua y se recibe el primer golpe, ahí es cuando uno arranca”, relató.

Además de Arroyo, la estadounid­ense y participan­te del Ironman 70.3, Elizabeth Boivin que resultó herida en el 2015, celebró haber consumado el evento.

“Fue increíble. En las últimas dos estaciones de hidratació­n brinqué, salté, bailé, y saludé a todos aquellos que me estuvieron apoyando. Fue bien emocional”, expresó Boivin, quien hizo la prueba en 5:54.42. “Antes de la carrera, cuando hice una oración comencé a llorar porque me palpa que personas extrañas que no me conocen se preocupen tanto por lo que ocurrió y que están deseosos de hacer lo correcto, es increíble”.

La estadounid­ense confesó que estuvo a punto de no continuar.

“En la sexta milla estaba caminando pensando que ya no me importaba y que caminaría las próximas millas. Uno de los muchachos me dijo ‘vamos, Liz’. Así que comencé a correr nuevamente. Si no me hubiese dicho eso, iba a seguir caminando porque estaba demasiado cansada, lista para rendirme, pero el apoyo me dio el ánimo para seguir”, compartió Boivin.

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Elizabeth Boivin y Miguel Arroyo posan sonrientes al completar el Ironman 70.3 Puerto Rico.

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