In memoriam
Tuve la oportunidad de hacer la última entrevista en profundidad de don Miguel Hernández Agosto con El Nuevo Día hace menos de un año. Allí habló de la investigación del Cerro Maravilla y de sus experiencias de toda una vida en la política con una envidiable claridad mental.
Recién cumplía los 88 años y había tenido varios quebrantos de salud en los últimos meses, incluida una caída.
Sin embargo, Hernández Agosto nos recibió en su casa en Guaynabo vestido impecablemente con una guayabera blanca de manga larga bien planchada y un pantalón azul marino. No parecía que había estado tan enfermo, y lucía entusiasmado ante un homenaje que le rendiría el Senado en esos días por su trayectoria de toda una vida en el servicio público y la política.
Aunque con un tono de voz más pausado, Hernández Agosto contestó con lujo de detalles las preguntas que se le formularon. Admitía, entonces, que se sentía libre para hablar de cualquier tema. No obstante, Hernández Agosto fue uno de esos entrevistados que, a diferencia de muchos líderes políticos actuales, nunca mostró miedo de asumir posiciones y defender sus argumentos.
Desde que lo conocí a principios de mi carrera periodística, a través de una de sus colaboradoras de siempre, Carmen "Compi" Serrano, Hernández Agosto nunca me negó una entrevista.
En momentos díficiles, como cuando se ventilaban públicamente sus problemas familiares -y lo típico es que muchos políticos huyan-, Hernández Agosto solía llamarme al final del día fuera de récord para excusarse por no haber respondido a una petición de entrevista; y me contestaba todo.
Su larga trayectoria de más de 50 años es muy conocida, y tras su muerte el pasado viernes, recordada en la prensa.
A mí me impresionó que en la entrevista, al final de su carrera, y sin ninguna necesidad, este político reconociera haber cometido errores importantes en aquella investigación legislativa sobre los asesinatos de dos jóvenes independentistas en el Cerro Maravilla que tanta gloria trajo a su hoja de servicios.
Hernández Agosto, por ejemplo, confesó que cometió un error al no destituir al entonces presidente de la Comisión de lo Jurídico del Senado, Marco Rigau, en un momento clave de la investigación. Resulta que Rigau accedió a que uno de los testigos que sabía todo sobre lo acontecido en el Cerro Maravilla, el exsuperintendente de la Policía, Desiderio Cartagena, detuviera su testimonio cuando se vio acorralado en vistas públicas para que continuara testificando otro día, según contó Hernández Agosto en la entrevista.
Lo traigo porque no es típico; y creo que esto de por sí solo es una aportación adicional. Si los que tienen el destino de nuestro país aprendieran del pasado, de los errores cometidos, de la historia -en este caso de un cuerpo legislativo- tendríamos un mejor país.
Don Miguel Hernández Agosto debe haber cometido otros errores en su vida política y pública. Nadie es infalible ni mi propósito es canonizarlo. Pero justo es reconocer su valía y su aportación.
No cayó en la política por traer abolengo ni por ser el “dandy” del momento. Venía de una familia pobre del municipio de Las Piedras, donde nació en el 1927, y se superó hasta llegar a presidir el Senado en uno de los momentos más álgidos en la historia; presidir el Partido Popular Democrático (PPD), también en aguas turbulentas; y convertirse en una figura importante de la política puertorriqueña. O sea, cuando otros echaban a correr, Hernández Agosto asumía el frente.
La investigación de los asesinatos del Cerro Maravilla la hizo desde el Senado, con el adversario político en el poder: el gobernador Carlos Romero Barceló. La lucha en los tribunales que logró más poderes a la Asamblea Legislativa parece ahora fácil, lógica, pero debe haber costado mucho esfuerzo y valor.
Cuando los machistas en la Legis- latura combatían la propuesta Ley 54 contra la Violencia Doméstica con mucha fuerza, don Miguel Hernández Agosto dio la pelea por esa legislación de vanguardia junto al bloque de senadoras. También respaldó la aprobación de la Ley 17 para Prohibir el Hostigamiento Sexual en el Empleo. Durante su presidencia en el Senado, Hernández Agosto creó varios comités ciudadanos para que lo asesoran en varios temas, entre estos los derechos de la mujer.
Fue la educación su pala para subir. Primero, obtuvo un bachillerato a los 19 años en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez; y al año siguiente se graduó de maestro en el Colegio Estatal de Michigan, Ann Arbor. En el 1970, Don Miguel Hernández Agosto obtuvo un juris doctor de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Estudió de noche y se graduó con altos honores a los 43 años. Una vez dijo a una compañera periodista que esos estudios nocturnos en Derecho, fueron su “terapia”, a sus problemas. Una de las mejores decisiones para crecer; incluso, emocionalmente.
Su vida fue el servicio público. Antes de ser legislador y líder del PPD, don Miguel Hernández Agosto fue director ejecutivo de la Autoridad de los Puertos; y secretario de Agricultura. En el Senado estuvo 26 años. Supo estar arriba, como presidente; y supo, después, estar abajo, como senador raso.
Sin duda, un ejemplo para los políticos de hoy.
“Don Miguel Hernández Agosto debe haber cometido otros errores en su vida política y pública. Nadie es infalible ni mi propósito es canonizarlo. Pero justo es reconocer su valía y su aportación”