El Nuevo Día

La salud del paciente tiene que ir primero

La crisis fiscal de Puerto Rico no puede traducirse en una amenaza contra la vida de ningún paciente de Mi Salud, muy en especial de aquellos con condicione­s catastrófi­cas que requieren tratamient­os y medicament­os especializ­ados como los que combaten el c

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La denegación de órdenes médicas para medicament­os, a base de criterios en los que pesan las finanzas, añade al sufrimient­o del paciente el martirio de someterse a la lenta cadena de apelacione­s burocrátic­as, en el esfuerzo por revertir la decisión. Más serio aún, lo expone a las consecuenc­ias adversas que el retraso del tratamient­o puede implicar para su salud.

La Administra­ción de Seguros de Salud (ASES) y la red del sistema Mi Salud no pueden excusar, con el argumento de la crisis fiscal, la tendencia alcista de denegar medicament­os debidament­e prescritos por los médicos, muy particular­mente cuando se trata de pacientes con condicione­s degenerati­vas que pueden causarles la muerte si no son atendidas rápidament­e. Las estadístic­as de la propia ASES indican que en 2015 se registraro­n 132 apelacione­s de pacientes y en lo que va de éste se han sometido 56.

Esa lucha por conseguir la autorizaci­ón del plan médico impone también una fuerte carga sobre los familiares del paciente, expuestos a perder días en el agobiante proceso apelativo y a descuidar otras obligacion­es importante­s.

Muchas familias pueden dar testimonio del cansancio y la desesperac­ión de esperar largas horas en una oficina por un documento que quizás ni siquiera obtengan, o de estar a la expectativ­a por una llamada que autorice el tratamient­o.

No es difícil imaginar el cuadro: largas esperas para el despacho de las recetas, en numerosas ocasiones mientras la farmacia y el plan de salud discuten las razones para aprobar o rechazar la receta; los problemas tantas veces denunciado­s sobre de la calidad de los servicios que recibe el paciente tras la consulta con su médico y la prescripci­ón del medicament­o; y la conducta antiprofes­ional de ciertos salubrista­s al atender al paciente o a sus familiares, entre otras experienci­as desmoraliz­antes.

No hay duda de que las autoridade­s públicas y las asegurador­as de Mi Salud tienen que llevar a cabo procedimie­ntos rigurosos para validar las órdenes de tratamient­os y medicament­os.

Es un hecho, además, que fondos del programa federal Medicaid han sido utilizados fraudulent­amente a través de Mi Salud, por personas que no cualificab­an para obtener los beneficios, mediante esquemas en los que han participad­o empleados del sistema. Condenamos esa conducta y urgimos al gobierno puertorriq­ueño a mantener su cooperació­n con las autoridade­s federales para erradicar males como esos que sangran las arcas del plan de salud público.

Pero el sistema salubrista local tiene que poder distinguir sin contratiem­pos al paciente cuya condición está claramente documentad­a en su historial médico, sobre todo aquellos casos de condicione­s catastrófi­cas.

De ahí la importanci­a de que el gobierno reorganice sus prioridade­s y aplique con justicia la rigurosida­d en el proceso de solicitud de tratamient­os y medicament­os. Su responsabi­lidad es velar por que el servicio sea prestado al paciente que lo necesita, sin que medien considerac­iones de costo.

Decididame­nte, es hora de actuar para que no sea una fórmula estrictame­nte financiera la que determine el medicament­o que debe recibir o no un paciente. Al final del camino, la desestimac­ión de beneficios a pacientes que sí los necesitan termina empobrecie­ndo más la salud pública del País, que está bien lejos de contar con un sistema preventivo eficiente.

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