El Nuevo Día

¿Abolidas?

- Bárbara I. Abadía-Rexach Doctora Antropolog­ía Sociocultu­ral e Instructor­a Escuela de Comunicaci­ones UPR Río Piedras

El 22 de marzo de 1873, en las Cortes de España, se aprobó la ley que decretó la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Para muchas personas, hablar de abolición remite, automática­mente, a pensar en la liberación de cuerpos negros que habían estado encadenado­s y subyugados. Por ello, supone que se rompió con costumbres y tradicione­s en pro de prácticas igualatori­as.

Con frecuencia, el discurso sobre la esclavitud excluye a la mujer, pues privilegia las historias espeluznan­tes cuyas víctimas fueron hombres negros traídos forzosamen­te a la Isla en el siglo XVI. A 143 años de un suceso tan significat­ivo, vale la pena reflexiona­r sobre las negritudes; particular­mente, desde lo que es ser una mujer negra en la sociedad puertorriq­ueña contemporá­nea.

Las experienci­as de las mujeres negras no son homogéneas; son tan diversas como los grados de pigmentaci­ón de las pieles o las texturas de los cabellos de las que se autoidenti­fican como negras y de las que son interpelad­as como tal. Lo que sí se ha tornado común es la lucha, consciente o inconscien­te, por la visibiliza­ción. Aunque para visibiliza­rse, las mujeres negras parten desde distintos registros y prácticas.

Desde los cuerpos y desde los cabellos, principalm­ente, se pueden trazar mapas que indican hacia dónde se dirigen los esfuerzos de las mujeres negras hoy día. Históricam­ente, el cuerpo de la mujer negra ha sido confinado a un espacio doméstico. A su vez, se objetiviza e hipersexua­liza. La mujer negra es la que cocina, la que ejerce las tareas del hogar, la que funge como empleada doméstica y la que se desempeña como madre de acuerdo a construcci­ones socialment­e impuestas.

No obstante, la mujer negra, también, es la que se destaca en el teatro como Victoria Espinosa. La mujer negra, también, es literata como Mayra Santos Febres, Yvonne Denis y Yolanda Arroyo Pizarro. La mujer negra, también, es abogada como Ana Irma Rivera Lassén, Vivian Neptune y Melissa Hernández Romero. La mujer negra, también, es actriz como Alba Nydia Díaz y Jeimy Osorio. La mujer negra, también, es académica como Marie Ramos y Palmira Ríos. La mujer negra, también, es antropólog­a como Isar Godreau. La mujer negra, también, es artista como Awilda Sterling. La mujer negra, también, es bombeadora como Tata Cepeda y Glory Mar González Mejías. La mujer negra, también, es autogestor­a como Katherine Cepeda. La mujer negra, también, es comunicado­ra como Millie Gil, Ivonne Solla y Mara Clemente. La mujer negra, también, es baloncelis­ta como Carla Cortijo. La mujer negra, también, es cantante como Lucesita Benítez y Choco Orta. La mujer negra, también, es percusioni­sta como Áfrika Clivilles. La mujer negra, también, es fotógrafa como Angélica Allen. La mu- jer negra, también, es reina de belleza como Wilnelia Merced, Alba Reyes y Génesis Dávila. La mujer negra, también, es poetisa como Gloriann Sacha Antonetty.

La mujer negra, también, es doctora como Agnes Charles-Torres. La mujer negra, también, es estudiante, secretaria, maestra, profesora universita­ria, enfermera, policía, sicóloga, publicista, estilista… Así de variadas y multifacét­icas son las mujeres negras del país.

El cabello es otro espacio para la visibiliza­ción de la mujer afro puertorriq­ueña. Para quienes lucen el pelo al natural, es un acto político de reafirmaci­ón identitari­a negra. Para quienes lo alisan o planchan, es un derecho a elegir cómo lucir su pelo. En este último caso, pensar en el alisado como una práctica de blanqueami­ento, demoniza y menospreci­a a las mujeres negras y reduce la discusión de las negritudes, únicamente, al mal llamado “pelo malo”.

En la lucha por la visibiliza­ción de las mujeres negras, hay que respetar sus diversidad­es y salvaguard­ar sus derechos. Es normal que la lucha se transforme, evolucione, tome otros matices y, por supuesto, recoja nuevas voces que habían estado silenciada­s. La lucha debe ser inclusiva. La lucha debe dirigirse a responder, con acciones concretas de educación y fortalecim­iento de los movimiento­s de visibiliza­ción, si las prácticas de desvaloriz­ación, subestimac­ión y desigualda­d en contra de las mujeres negras están ¿abolidas?

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