El Nuevo Día

Destornill­ar

- Lydia Ayala Graduada en sicología y escritora

Reza un proverbio chino que “aquel que lo piensa mucho antes de dar un paso, se pasará toda su vida en un solo pie”. Así, columpiand­o por décadas permaneció Estados Unidos ante Cuba y, por tanto, ante el mundo.

Ahora, finalmente, nuestro hermano país se encamina a librarse de ese nefasto “chambón americano” que por poco más de medio siglo mantuvo sepultado su corazón y espíritu en tierra viva. Si, tierra viva porque suspira y aspira como cualquiera otra. Y ya que se ha tomado el paso, debemos anticipar honestidad y juego limpio.

Después de tantos años, volver a pisar el suelo de la Virgen de la Caridad del Cobre, con un estuche repleto de “buena voluntad y buenas intencione­s” es loable, pero no suficiente.

Tocar las puertas de Cuba para “buscar mayor apertura democrátic­a” no debe, ni puede ser la punta de lanza. Hay que destornill­ar donde aprieta y duele.

La oferta obligada, ya cuadrada, tiene que ser la de desahogar con acción concreta los caídos pulmones del asfixie comercial y económico impuesto a esta nación caribeña desde octubre de 1960.

Cualquier otra cosa es remover el caparazón del “chambón” y dejar su suela espetada. Lo que se cuece a medias, causa indigestió­n y lo que se traga sin masticar a fondo, te ahoga.

Conocemos las trabas que enfrenta la gesta desde la gradería republican­a y por eso, en este caso, la voluntad del “hombre más poderoso del planeta”, no puede quedarse en “buena”. Tiene que ir más allá de fuerte, tiene que ser férrea, de esas que abren caminos.

Por cierto, de Cuba a Puerto Rico es un salto de valla. También nosotros anhelamos la visita, el espaldaraz­o, el cofre repleto de esa tenaz voluntad que se requiere para responder afirmativa­mente y libre de humillacio­nes a nuestro grito de amparo.

Cualquier cosa inferior a eso, es dejar la suela espetada, continuar por la vida en un solo pie.

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