La huella italiana
Profundas raíces aquí
Aún extraña la arquitectura, la gastronomía y el transporte colectivo confiable que tenía en su tierra natal de Italia, pero ahora, vivir en Puerto Rico ha sido para Francesco Ciconte una de las mejores decisiones de su vida.
Hace dos años Ciconte, de 41 años y soltero, decidió emigrar a Puerto Rico e instalarse en esta isla tropical para darle rienda suelta a su pasión: la enseñanza de su lengua nativa italiana y participar de un proyecto de investigación de lingüística. Fue la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, el lugar que se convirtió en su hogar, en su espacio de aprendizaje y de influenciar a estudiantes y colegas con sus costumbres italianas.
“Puerto Rico es una hermosa isla pero hay diferencias enormes con Italia. Como europeo e italiano fue un reto adaptarme a una cultura hermosa, pero claramente distinta a la mía. Al principio lo más difícil que se me hizo fueron las cosas prácticas como eso de que aquí no existe un transporte público tan ágil como el de Europa. Nunca había comprado un vehículo en mi vida porque me movía en autobús o en trenes y aquí tuve que adquirir un auto”, recordó el profesor, quien habló en inglés.
Su trabajo en la UPR fue lo que ayudó a Ciconte a adaptarse a las diferencias entre la cultura italiana y puertorriqueña y ahora disfruta contagiar a sus colegas profesores, particularmente a través del paladar con la cocina italiana.
“Creo que trabajar en la universidad fue una suerte porque el ambiente es protector. Mis colegas han sido extremadamente buenos en orientarme a dónde ir y me imagino que fuera de la universidad pudo haber sido más difícil adaptarse a vivir en Puerto Rico. Estudié mi doctorado y posdoctorado en Inglaterra y antes de eso viví en Irlanda. Los italianos pensamos que una de las mejores cocinas es la italiana, pero tengo que decir que eso es un prejuicio porque la cocina puertorriqueña es muy buena. Ahora cuando tengo oportunidad les cocino a mis colegas”, dijo.
Al profesor italiano lo que más le gusta de Puerto Rico es la naturaleza y la personalidad alegre de la inmensa mayoría de los boricuas. Sin embargo extraña el urbanismo renacentista, las plazas, las calles rodeadas de arquitectura e historia de Italia.
“Siempre que tengo la oportunidad les hablo a mis estudiantes de la cultura italiana. Extraño la arquitectura, los edificios y esa vieja historia que siempre observas al caminar por las calles italianas. Hay esta idea romántica de que Italia es un lugar hermoso, de mucha pasión, de arte y todo eso es cierto. Pero también tenemos mafia, fascismo, tenemos un primer ministro que casi va a la cárcel, tenemos corrupción. Me gusta hablar bien de Italia pero también les digo a mis estudiantes que tenemos serios problemas políticos. Me gusta Puerto Rico y mi meta es quedarme aquí”, expresó.
ITALIANOS EN PUERTO RICO. Al igual que este profesor, que busca un espacio en la diversidad isleña, a finales de la Primera Guerra Mundial e inicios de la Segunda miles de italianos decidieron emigrar y buscar primero en las grandes ciudades y capitales –como Nueva York y Buenos Aires– espacios para vivir, crecer y contagiar a otros con su cultura. Luego, algunos zarparon hacia Puerto Rico.
“Entre el 1861 y el 1985 más de 29 millones de italianos abandonaron su país en busca de nuevas oportunidades en otras tierras. De éstos, 16 millones huyeron al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, principalmente al continente americano. No se sabe con certeza cuántos de estos inmigrantes italianos llegaron a Puerto Rico. La implantación de la Real Cédula de Gracias en 1815 abrió la puerta a la entrada de todo tipo de extranjeros a Puerto Rico –siempre que fueran católicos y de países afectos a Es-
“Vine a Puerto Rico porque me enamoré. La mamá de mis hijos y las amistades nunca me hicieron sentir extranjero” MARCELLO PANICONI italiano residente en Puerto Rico
Utilizando principalmente a Nueva York como puente, miles de italianos lograron establecerse en Puerto Rico a finales de la Primera Guerra Mundial e inicios de la Segunda, ocupando importantes espacios en el quehacer económico, social y cultural de la Isla
paña– como parte de una estrategia para aumentar la producción y utilización de la tierra y para estimular la introducción de maquinaria moderna y esclavos para activar la economía. Se sabe de varios italianos que se aprovecharon de esos incentivos, particularmente de la tierra que se les hizo disponible, para explotación agrícola”, detalló el historiador Rafael A. Torrech San Inocencio. Según el historiador Pedro Hernández, la primera oleada de 109 italianos a Puerto Rico fue entre 1815 y 1820, seguida por 129 más entre 1820 y 1830, muchos de los cuales se ubi- caron en Ponce.
“En el inventario de fichas de italianos arribados a Puerto Rico en el siglo XIX de la Dra. Cifre de Loubriel se destacan apellidos familiares como Agustini, Altieri, Anselmi, Arrieta, Briganti, Buonomo, Caggiano, Cianchini, Delfín, Feliberty, Mattei, Molinari, Paonesa, Papaleo, Rampolla, Schettini, Susoni, Totti, y Vicens, entre muchos otros. Los italianos también han dejado su huella en nuestra historia política. Por ejemplo, a principios del siglo 19, dos jóvenes inmigrantes italianos se establecieron en Arecibo y se dedicaron con éxito al comercio y al contrabando con la colonia danesa de Saint Thomas. El hijo de uno de ellos fue uno de los pilares de los albores del periodismo puertorriqueño y fundador de La Democracia, don Ramón Marín, suegro de don Luis Muñoz Marín, exgobernador de Puerto Rico”, precisó por su parte Torrech San Inocencio.
Según datos del Censo, entre el 2006 y el 2010 en Puerto Rico vivían cerca de 4,584 italianos. Luego, para el periodo del 2010 al 2014 este número cambió cuando descendió a 3,917 italianos residentes en la isla. Actualmente se estima que cerca de 344 italianos viven en la Isla.
ENAMORADO DE LA ISLA. Hace 26 años, Marcello Paniconi se enamoró de una puertorriqueña en Roma y desde entonces decidió mudarse a Puerto Rico para formar aquí en la Isla una familia.
“Vine a Puerto Rico porque me enamoré. Es completamente diferente el ambiente, la alimentación, pero la mamá de mis hijos y las amistades nunca me hicieron sentir extranjero. Trabajo en restaurante como mesero y mis hijos Roma y Maurizio crecieron aquí en Puerto Rico y se formaron aquí. Cada vez que puedo viajo a Italia a visitar a mi madre que está muy mayor. En Puerto Rico el clima y la gente en general es muy buena y en estos mo- mentos en que la Isla está atravesando por momentos difíciles, esperamos que el pueblo recapacite y escoja mejor a sus gobernantes” dijo Paniconi.
Pier Jolie Le Compte, una puertorriqueña de raíces francesas pero que enseña italiano en la UPR hace más de 10 años, cada vez más estudiantes se interesan por aprender la lengua italiana por razones diversas que van desde el gusto a cómo suenan algunas palabras hasta por el arte o la música. “Llegan y solo saben decir spaguetti y mi reto es que puedan tener una conversación en italiano al final del semestre”. indicó