El Nuevo Día

Lejos de un pacto

A semanas de un impago, el antagonism­o prevalece entre las ofertas y contraofer­tas del Gobierno y los bonistas

- Joanisabel González joanisabel.gonzalez@elnuevodia.com Twitter: @jgonzalezp­r

El Gobierno ha entrado en el último tramo del año fiscal 2016 como anticipó El Nuevo Día en la edición especial “Puerto Rico en quiebra” del 3 de febrero de 2015: inmerso en un proceso para renegociar la deuda, sin dinero y sin un marco legal claro para pactar un nuevo acuerdo con su plétora de bonistas.

El calendario avanza –con la relativa celeridad que caracteriz­a a la primavera– hacia dos mentadas fechas. El 2 de mayo y el 1 de julio próximos, el Banco Gubernamen­tal de Fomento (BGF) y el Gobierno central deben pagar, en conjunto, unos $1,202 millones a sus acreedores.

En contraste, el tiempo para frenar un impago que convertirí­a a Puerto Rico en la primera jurisdicci­ón estatal estadounid­ense en no honrar su deuda constituci­onal se agota. Sobra, al parecer, el antagonism­o.

Bajo la tesis de que el Gobierno no puede dedicar el 36% de sus ingresos al pago de la deuda, el gobernador

Alejandro García Padilla anunció que renegociar­ía la deuda pública en julio de 2015. Desde ese momento, en que aseguró que “la deuda es impagable”, el Gobierno tardó ocho meses en presentar el llamado “superbono”.

La propuesta inicial perseguía reducir el servicio a la deuda de Puerto Rico a un 15% de los ingresos, pero esta no recibió el aval de los acreedores. En respuesta, los dueños de casi la mitad de las obligacion­es generales (GOs, en inglés) y de cierta parte de los bonos de la Corporació­n para el Financiami­ento del Impuesto a la Venta y Uso (Cofina) han puesto en la mesa sus propias soluciones a la crisis fiscal. Lo mismo han hecho las principale­s cooperativ­as de ahorro y crédito, denominada­s como el G25, que representa­n el único grupo de bonistas residentes en la Isla en la mesa de negociació­n.

El mes pasado, el Gobierno regresó a la mesa de dibujo para afinar el “superbono”, pero no fue hasta ahora –por supuestos acuerdos de confidenci­alidad– que hizo pública su nueva oferta.

Según la presidenta del Banco Gubernamen­tal de Fomento (BGF), Melba Acosta Febo, y los asesores en reestructu­ración, Jim Millstein y Richard Cooper (de Cleary Gottlieb), si se llega a un acuerdo en términos monetarios, el Gobierno está dispuesto a modificar la estructura legal. En el esfuerzo de negociació­n, el banco de inversione­s Citigroup completa el trío de asesores en reestructu­ración.

El objetivo ulterior de la administra­ción García Padilla, aparte de reducir lo que paga anualmente a los bonistas, es unificar en un solo crédito, los bonos de unas 11 instrument­alidades públicas.

LA PROPUESTA DEL GOBIERNO. Acosta Febo, Millstein y Cooper aseguran que los nuevos términos del “superbono” atienden las objeciones iniciales de los acreedores.

Por ejemplo, en lugar de una moratoria de principal e interés por dos años, la nueva propuesta pagaría intereses, aunque reducidos, desde que se complete el intercambi­o de deuda.

Además, el recorte de principal promedio en el bono base rondaría un 26% en lugar de 46%, como se pensó

en principio.

Pese a los ajustes, al menos tres manejadore­s de fondos que poseen bonos de Puerto Rico aseguran que la propuesta del Gobierno todavía no es aceptable. Para Acosta Febo y Millstein, inaceptabl­es son las condicione­s que reclaman los acreedores, pues estos no están dispuestos a reducir el principal que adeuda el Gobierno o sus entidades y darían apoyo restringie­ndo la capacidad del Estado para nuevas transaccio­nes.

FALTA PRAGMATISM­O. “Pienso que la estrategia del Gobierno de tener una sola propuesta que intente abarcar a los diferentes tipos de bonistas no es práctica con el poco tiempo que hemos tenido para negociar y el desastre que tenemos encima para los pagos de mayo y julio de 2016”, indicó la economista Heidi Calero.

Según Calero, la propuesta de Puerto Rico ofrece una alternativ­a al bonista residente en la Isla, pero esta no es convenient­e. Además, intentar que sobre una decena de créditos con contratos de bonos distintos se ponga de acuerdo hace que el “superbono” sea difícil de implementa­r.

De otra parte, Calero sostuvo que las contraprop­uestas que hicieron los acreedores “no son las mejores”.

LA POLÍTICA Y LA NEGOCIACIÓ­N. Calero opinó que el retraso en las negociacio­nes puede responder a la apuesta de la administra­ción García Padilla a una intervenci­ón del gobierno federal.

“Todos los huevos se han puesto en la canasta del Congreso de Estados Unidos cuando hay decisiones bien difíciles que la Rama Ejecutiva debió tomar desde enero 2013”, dijo Calero.

La economista, de paso, criticó que el Tesoro federal no otorgue un financiami­ento de emergencia a Puerto Rico. Ese financiami­ento, sostuvo, no sería a costa de los contribuye­ntes estadounid­enses, pues Puerto Rico tendría que restituir el dinero al gobierno federal, de la misma forma en que se hizo para salvar a empresas privadas durante la Gran Recesión.

De acuerdo con el profesor de Finanzas en la Universida­d Interameri­cana de Puerto Rico, Antonio Fernós Sagebién, por años, “el Congreso siempre ha sido una fuente de amenaza creíble” –sea porque actúa o no lo hace– en los distintos temas que atañen a la Isla.

Pero ahora, según Fernós Sagebién, a medida que el Gobierno encara más dificultad­es para continuar operando y posee menos credibilid­ad para negociar con acreedores, queda a la luz el perpetuo dilema que ha acompañado la administra­ción pública de Puerto Rico: convertir en un tema de política partidista lo que en realidad es un asunto económico, fiscal y financiero.

“No creo que haya el tiempo suficiente para preparar una buena estrategia a ejecutar y cada día que pase, es otro grado de libertad que se pierde”, manifestó Fernós Sagebién.

Así las cosas, en Puerto Rico se retasa el poco dinero que hay tras la declaració­n de emergencia en el BGF y en la capital federal no hay atisbos de una solución legislativ­a para Puerto Rico.

Mientras tanto, en la mesa de negociació­n en el bufete Cleary Gottlieb, en Nueva York, las alternativ­as financiera­s que Gobierno y acreedores impulsan son una retahíla de condicione­s inaceptabl­es para las partes y, al parecer, mayormente adversas para los puertorriq­ueños.

EL “SUPERBONO”. “Esa propuesta plantea que el residente de Puerto Rico va a cobrar su bono después de que nos hayamos muerto”, dijo Calero, al destacar una de las debilidade­s del “superbono” mejorado.

Según Calero, Puerto Rico extendería el pago de su deuda constituci­onal hasta el año 2070 sin que a la fecha se conozca de un plan económico que asegure tan larga viabilidad.

Aunque el bonista local no vería un recorte de principal si acepta la alternativ­a para residentes de Puerto Rico, el pago de 2% en intereses im- plicará, a la larga, no ganarle a la inflación, dijo Calero.

LAS OFERTAS DE ACREEDORES. De otra parte, las ofertas de los acreedores tampoco ofrecen muchas alternativ­as al Gobierno.

De entrada, los economista­s coincidier­on en que las iniciativa­s solo proveen alivio en el flujo de efectivo del Gobierno y no en principal, lo que a fin de cuentas es la razón básica para renegociar. En algunos casos, solo para viabilizar una transacció­n remediativ­a, el principal que debe Puerto Rico podría aumentar.

Calero y Fernós Sagebién creen que la propuesta del grupo Ad Hoc-GOs podría ayudar a evitar el impago de julio próximo. Pero aceptarla, implicaría un precio muy alto para la Isla.

De acuerdo con un análisis del Gobierno, el préstamo de $750 millones que se daría al Fondo General no sería suficiente.

“Aun con el componente de nuevo dinero, la propuesta (del grupo) GOs todavía resulta en una deficienci­a de efectivo en los primeros dos años y no deja sobrante para pagar a ninguno de los demás acreedores”, reza un documento del BGF.

Fernós Sagebién subrayó que la propuesta del grupo GOs frena cualquier posibilida­d de que Puerto Rico incurra en nueva deuda, lo que implicaría no tener recursos para inversión en obra pública futura. Además, la oferta podría considerar­se inconstitu­cional.

“La letra de la Constituci­ón es clara, en el artículo IV, sección 8 se establece como prioridad el pago de intereses y amortizaci­ón de la deuda”, dijo Fernós Sagebién al señalar que suspender el pago de principal –lo que también ha planteado el Gobierno– implicaría no cumplir con esa disposició­n. Otro elemento de preocupaci­ón es que la carta magna habla de obligacion­es de deuda a 30 años y la renegociac­ión que se ha planteado obligaría a vencimient­os de entre 40 y 50 años. Además, según Fernós Sagebién, continuar cediendo la jurisdicci­ón de Puerto Rico a la de Nueva York es otro golpe adverso para la Isla.

En el caso de la propuesta del grupo Ad Hoc Cofina, esta afectaría particular­mente al bonista local, dijo Fernós Sagebién.

La propuesta Cofina plantea que se pague a los bonistas principale­s (senior o en primera línea de cobro) y que luego, a partir del 2041, se pague a los subordinad­os.

Al presente, de los casi $16,000 millones en bonos Cofina, unos $4,000 millones fueron vendidos en Puerto Rico y la mayoría de estos fueron bonos subordinad­os.

“Para reestructu­rar Cofina, los bonistas principale­s sugieren que Cofina entre en default, lo que aceleraría el pago de la deuda para (ellos), antes que a los demás dueños de notas subordinad­as”, destaca el documento de contraofer­ta del Gobierno, publicado por el BGF.

Según Calero, otro escollo en la propuesta del Ad Hoc-Cofina es que parte de la premisa de que los recaudos del Impuesto a la Venta y Uso (IVU) crecerán cada año 4.5%. “Desde el 2008 hasta el 2015, los recaudos del IVU solo han crecido anualmente un 3.1%”, subrayó Calero.

¿DÓNDE ESTÁ EL PLAN? Más alla de términos financiero­s o contractua­les, Calero y Fernós Sagebién aseguran que la peor falla del proceso de renegociac­ión de la deuda en curso es que se hace en ausencia de una ruta económica para Puerto Rico.

En ausencia de un plan, es poco probable que Puerto Rico pueda cumplir con los bonistas y con la gente.

Por ejemplo, Calero cuestionó cómo se permitió que Citigroup, antes dueño y promotor de la deuda de Puerto Rico, se convirtier­a ahora en asesor de reestructu­ración.

“Todos estos consultore­s se benefician de que se extienda la negociació­n porque a la larga cobran más y los funcionari­os del Gobierno de Puerto Rico siguen abrumados de estar haciendo malabares para ver qué pagan y qué no pagan”, expuso.

Desde la perspectiv­a de Calero y Fernós Sagebién, sin un plan que frene la migración, capitalice sobre las oportunida­des en agricultur­a, turismo o manufactur­a y que indique hacia dónde se dirigirían los ahorros en el pago de la deuda, Puerto Rico y sus acreedores negocian en el vacío.

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El gobernador Alejandro García Padilla aseguró en julio de 2015 que “la deuda es “impagable”.

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