El Nuevo Día

De la ilusión a la desesperan­za

La izquierda en América Latina ha sufrido derrotas electorale­s en Venezuela y Argentina, corrupción en Brasil y un límite al mandato de Evo Morales en Bolivia

- Redacción Internacio­nal* El Tiempo/Colombia/GDA

En los albores de la primera década del siglo, una fuerte corriente política llegó con deseos de quedarse, materializ­ada (con matices propios de cada país) como el ‘Socialismo del Siglo XXI’. La llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999 fue la primera señal de lo que ocurriría en otros países como Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay, donde movimiento­s de izquierda de diversa naturaleza y plataforma ideológica llegaron al poder compartien­do un ideario político base que, de cierta forma, los acercó.

No obstante, los últimos resultados electorale­s en Venezuela, Argentina y Bolivia están demostrand­o que el péndulo ha empezado a regresar un tanto a la derecha y que hay un evidente desgaste. No quiere decir esto que en otros países latinoamer­icanos la visión de centro o de derecha no haya estado presente, como el caso costarrice­nse, mexicano o colombiano, pero es claro que nunca antes tantos gobiernos de izquierda se habían alineado.

Si la bonanza económica a cuenta del precio de los hidrocarbu­ros inflamó algunos de los logros sociales de estos gobiernos, ahora que el dinero se acabó su proyecto se asoma insostenib­le y la justicia empieza a cazar el fenómeno de corrupción que golpea a varios de estos procesos.

A lo que se le suma el dilema de los liderazgos caudillist­as como queda patente en el caso venezolano. Años luz hay de diferencia entre Chávez y Maduro, entre Lula y Rousseff.

Varios factores se entremezcl­an a la hora de hacer un análisis sobre por qué la izquierda se encuentra en este momento crítico. Uno de ellos es la falta de diálogo de los líderes con la parte del pueblo que no los sigue, lo que abrió paso a la polarizaci­ón. Venezuela y Argentina son ejemplo. El presidente Nicolás Maduro reconoció que el chavismo no tenía espacios de diálogo con la oposición, pero el tiempo pasó y esta le propinó una derrota histórica: el 6 de diciembre la oposición se ‘tomó’ la Asamblea Nacional, vital en el proyecto chavista.

En Argentina, el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se vio muy marcado por sostener frentes de batalla ideológico­s al tiempo con muchos rivales: prensa, oposición y gremios económicos fueron los blancos: “Ellos contra nosotros”.

“La izquierda siempre ha clamado tener el monopolio de la voluntad popular. Los ‘otros’ no son pueblo, de ahí todo el elenco de epítetos que utilizan para describirl­os: ‘escuálidos’, ‘pitiyanqui­s’, ‘escoria’, 'reaccionar­ios', etc. En momentos en que la izquierda pierde popularida­d, y los ‘otros’ se vuelven mayoría, recurre a teorías de conspiraci­ón y argumentos cada vez más inverosími­les para justificar que ellos siguen siendo la voz del pueblo”, analizó Juan Carlos Hidalgo, del Instituto Cato, con sede en Washington.

Esta dialéctica también se da en países como Ecuador y Bolivia, y el refuerzo del discurso se vio muy beneficiad­o por políticas económicas que arrojaron en principio buenos resultados, más en el caso del segundo que del primero.

“En Bolivia hay una política económica que ha dado muy buenos resultados, se ha mejorado en mucho el patrón económico, inclusive en términos de compromiso­s internacio­nales, y se está llevando a cabo una política, por decirlo así, de ampliación de los derechos sociales de la población indígena. De repente, el pueblo quiere más bienestar, quiere participar más de la vida económica y eso, del todo, no es posible. De ahí la derrota de Evo Morales en el reciente referendo”, afirmó Roberto Romano, de la Universida­d Estatal de Campinas, en Brasil.

No obstante este revés de Morales, que buscaba aspirar a un cuarto mandato en el 2019, su popularida­d está aún por encima del 60 por ciento.

La larga duración en el poder es tam-

bién un sello de estos gobiernos, lo que también causa desgaste. “Hay fatiga, que es normal y natural. Si uno lo toma en perspectiv­a, esos gobiernos han durado mucho tiempo. En sistemas democrátic­os, la gente se cansa y comienza a buscar alternativ­as. Ya hay signos de esa fatiga en la región y el momento del cambio ha llegado”, sostuvo Michael Shifter, presidente de Diálogo Interameri­cano.

Otra de las claves para entender el declive es la caída de los ‘commoditie­s’ o materias primas. La mayor de ellas, el petróleo, ha experiment­ado una brutal baja del 76 por ciento de su valor, lo que afectó en demasía a Venezuela, país con las mayores reservas. A eso se le suma una escasez de divisas que hace que no se puedan comprar materias primas para la elaboració­n e importació­n de productos de primera necesidad, lo que origina un grave desabastec­imiento.

Venezuela, el motor principal del ‘Socialismo del Siglo XXI’, está requiriend­o préstamos del orden de los 50,000 millones de dólares a China, que le pide a cambio los futuros de su producción petrolero como forma de pago.

Otro que sufre esta circunstan­cia es Ecuador. El petróleo por debajo de 25 dólares que se dio en algunos días de este 2016 ha obligado a hacer ajustes fiscales que han hecho que pare el tren de lo que se denominó el “milagro ecuatorian­o”, por el cual la economía creció a ritmos nunca antes vistos.

EL CHOQUE. En el mismo sentido, uno de los mayores reveses de la izquierda fue la derrota del kirchneris­mo en Argentina en las elecciones del 22 de noviembre del 2015. En ellas, Mauricio Macri se impuso a Daniel Scioli, candidato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Para la mayoría de los argentinos, Macri significó un cambio rotundo en las formas de hacer política en el país, pero para la ahora oposición es la vuelta al neoliberal­ismo, especialme­nte con las medidas económicas que vienen. Además, como paso automático en la transición, el presidente de EE.UU., Barack Obama, visitó el país y bailó tango, con lo que selló la nueva etapa.

“Argentina ya es un modelo para los países que vayan a abandonar el populismo. Lo que ha hecho Macri no es nada extremo. Ha implementa­do reformas para que su país vuelva a cierto grado de normalidad. No han sido cosas drásticas”, afirmó Ian Vásquez, de Cato.

Otra fase del choque está en Brasil. Los escándalos de corrupción en los que se ha visto envuelto el gobernante Partido de los Trabajador­es y que han sitiado a la presidenta Dilma Rousseff y su mentor, el expresiden­te Luiz Inácio Lula da Silva, han llevado a que el gobierno se atrinchere contra todos los otros poderes y la palabra “golpista” aparezca en el vocabulari­o, muy al estilo chavista.

URUGUAY. El declive de la izquierda no se siente en el país. El Frente Amplio ganó las elecciones del 2014 y, con ello, la continuida­d de ciertas políticas progresist­as fue garantizad­a. Tabaré Vásquez regresó a la presidenci­a y reemplazó a un emblemátic­o José Mujica, caracteriz­ado por políticas y modo de vivir austero e incluso ejemplariz­ante para algunos.

CHILE. La izquierda chilena no es igual a la de otros países. Producto de la concertaci­ón tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), los socialista­s han estado alternándo­se en el poder. Si bien Michelle Bachelet en su primera presidenci­a (2006-2010) fue altamente aclamada, en la segunda, que empezó en el 2014 y terminará en el 2018, los casos de corrupción de miembros de su familia la han golpeado. En el 2015, su popularida­d apenas alcanzaba el 26 por ciento.

CENTROAMÉR­ICA. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) llegó al poder en El Salvador en el 2009 de la mano de Mauricio Funes y siguió dirigiendo los destinos del país tras ganar en el 2014 con Salvador Sánchez Cerén. En Nicaragua gobierna el Frente Sandinista de Daniel Ortega con el petróleo chavista, mientras que en Costa Rica el Frente Amplio, tercera fuerza electoral en las elecciones generales del 2014, cayó al quinto puesto en las justas municipale­s de febrero de este año. *Con la colaboraci­ón de todos diarios del GDA.

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La llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999 inició la era del “Socialismo del Siglo XXI”.

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