Golpes altos y bajos
Con este volumen Mayra Santos-Febres regresa al género del cuento que con tanto éxito cultivó en los inicios de su carrera
Una violencia súbita, brutal, a veces gratuita e inexplicable, caracteriza la mayor parte de los doce cuentos que conforman la primera parte de esta colección. Son cuentos muy cortos -algunos de una páginacuyo impacto es tan contundente como un golpe en la cabeza. La violencia puede provenir de una extraña insensibilidad (“Palabra muerta”) o de pulsiones indescifrables del inconsciente, como en “La madre”, en que el personaje protagónico se castiga a sí al castigar a su hija. Puede surgir de un impulso amoroso, como en los dos cuentos titulados “Actos de amor” o -más convencionalmentedel despecho (“Suyo ”) o de la venganza, como los tres con la palabra “Sangre” en el título, que desarrollan el móvil complicado de un suicidio por amor que parece una venganza.
Dos de los cuentos son más complejos. Su efecto no es súbito, como el del golpe, sino lento, como el de un puñal que hurga dentro de una herida. “Apareamiento”, por ejemplo, describe el despertar paulatino de Koala Gutiérrez, un matón aparentemente insensible, al atractivo insospechado del amor, tan apartado de la brutalidad a la que está acostumbrado. El descubrimiento cambia no solo sus perspectivas sino su rol: el perseguidor se torna en perseguido; el asesino en víctima. Se vuelve aquí -improbablementeal antiguo lugar común de la redención por el amor.
El que le da su título al libro es un cuento elíptico, sugerente. El drama tras la situación cobra cuerpo a la vez que el personaje de la madre pierde dominio sobre el suyo. Un complejo nudo de relaciones familiares va apareciendo: una hija se sacrifica por una madre que prefiere al hijo ausente, cuyo crimen encubre. Pocas palabras bastan para descubrir las heridas síquicas que nacen de machismos heredados y refrendados por generaciones. Igualmente certero en sus plan- teamientos es “La fotógrafa”, en que las frustraciones laborales del personaje principal le provocan una herida interior que corresponde a la que recibe de un asaltante.
Casi todos los cuentos de esta parte son eficaces; su impacto es sostenido. Una excepción es “Úcares”, innecesariamente complicado con una vuelta atrás forzada que intenta explicar y justificar un presente que no necesita de ello.
La violencia que también permea los cuentos de la segunda parte, “Los otros exilios”, es diferente. Ni física ni contundente, es invisible. Obedece a provocaciones o situaciones deformantes en las relaciones humanas. En algunos casos -“Temblor”- son físicas; en otros son morales, producto de abusos, generalmente sexuales.
Algún cuento -“Puñal”alberga extrañas correspondencias entre lectura y vida, un poco a la manera de Cortázar. En “Acusativo”, las correspondencias traspasan el tiempo. Pero a pesar del contraste interesante entre dos épocas tan disímiles como la actual y el siglo XV, unidas por el afán lingüístico, aquí falta un punto de encuentro verosímil.
La violencia subyacente en situaciones políticamente abusivas y las deformaciones que esto obra en un país es el centro de “Goodbye, Miss Mundo, Farewell”, que gira en torno a diferentes acepciones del verbo “aspirar” y se mueve como una tragedia shakespeareana.
Nueva York es central en cuentos como “Suberráneo” y -de manera apocalíptica- en “Ground Zero”. Dividido en cuadros, como la película en que colaboran el director y la guionista, coinciden en él factores sicológicos, reales y hasta físicos -el hueco en la tierra- que expresan el talante predominante de vacío existencial. Es especialmente adecuado como texto final de una colección de cuentos que -como estos protagonistasse ha asomado al abismo de la violencia y propone una especie de redención o, por lo menos, un paliativo: el que ofrece el acercamiento de dos cuerpos en la noche.