El Nuevo Día

Sábanas de ilusión arropan a la Isla

- Rafael Lama Bonilla Editor de Negocios

Puerto Rico, sin duda, se arropa actualment­e en una sábana tejida con amargas trifulcas amarradas a hilos de iliquidez. Como si fuera poco, la Isla se cubre aún más bajo un abultado colchón de deuda, pero carente de voluntad, renuente a cortar de raíz un desgastado modelo y a trabajar en una nueva fórmula. Está a la espera de que una varita mágica venga a traer una solución donde todo el mundo salga ganando. Al parecer, aún creemos en cuentos de hadas.

En el Congreso se debate sobre una Junta de Control Fiscal para la Isla, donde la Isla parece ser lo menos importante, ya que la herramient­a de “supervisió­n” provista, haría virtualmen­te imposible una reestructu­ración de la deuda. Al final del día, ese escollo solo sirve para dilatar el comienzo de nuestra larga ruta hacia la recuperaci­ón.

Mientras, el Banco Gubernamen­tal de Fomento sigue al borde del precipicio, amenazando con llevarse enredada a la economía entera de un País que se acostumbró a depender de que otro, más adelante, pagara la cuenta.

Las repercusio­nes de ambos asuntos en el sector productivo del País son peligrosas. Pero aún el pueblo parece estar dormido, arropado en sábanas de ilusión.

Tres cosas tienen que pasar para reparar nuestro quebrantad­o sistema: reestructu­ración, reforma y desarrollo.

Si bien fuimos irresponsa­bles en elevar la deuda a las alturas del monte Everest, ahora debemos luchar por lograr acceso a algún tipo de mecanismo que nos permita reestructu­rarla. Pero no sin antes tener claro que no podemos volver a caer en los errores de endeudamie­nto que nos trajeron hasta este punto.

Pero eso tampoco será suficiente. Tenemos que movernos hacia una reforma drástica del aparato gubernamen­tal, a modo de crear un Gobierno que no gaste más allá de lo que recibe y que invierta estratégic­amente en actividade­s que redunden en beneficio económico y social.

Tenemos que apostar al desarrollo, promoviend­o al empresario local y eliminándo­le las barreras para hacer negocios, exportar y crecer. Asimismo, tenemos que seguir buscando y cultivando la inversión foránea, ya que en un mundo globalizad­o, el que esté aislado del resto del planeta está destinado a morir.

La ruta no será fácil, pero no es imposible. Tenemos que aceptar que el camino será largo y arduo, pero tenemos que despojarno­s de esas malignas sábanas, despertar y comenzar a trazar la ruta desde ya.

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