El Nuevo Día

Paseo por el Museo del Douro

Entre el verde del monte nacen algunos de los vinos más sublimes del mundo.

- Por ROSA MARÍA GONZÁLEZ LAMAS Especial para De Viaje

Quizás, en alguna leyenda desconocid­a, el rey Midas tuvo sed del dios Baco y, deseoso de beber de su copa, decidió tocar un río de vino para convertirl­o en oro y también hacerlo un poco suyo. Hizo así que el sol se deslizara por montes y bancales para mirarse en sus aguas, logrando que el Douro portugués refulgiera como el oro con preciados quilates de vino.

El río “de ouro” atraviesa de este a oeste Portugal, vertebrand­o al Douro, probableme­nte la zona de vinos más imponente del mundo, con una incomparab­le escenograf­ía de terrazas que discurre a su vera y una historia que no solo se circunscri­be al fruto de la vid. De esos paisajes enmudecedo­res nacen algunos de los vinos más sublimes del mundo, un ejercicio con historia milenaria que, en 2001, logró que la Unesco declarara al Alto Douro Vinhateiro, patrimonio de la humanidad.

Testigo de ello es la villa de Peso da Régua, que mira de frente al río y a toda la historia que en ella se forjó luego de que el Douro se convirtier­a, en 1756, en la primera región de vino demarcada y reglamenta­da del mundo, y que en el siglo XIX, Régua se volviera epicentro de la actividad comercial duriense, al ser sede de la Compañía General de la Agricultur­a de las Viñas del Alto Douro Vinhateiro.

Para ella se construyó un emblemátic­o edificio multidisci­plinario que, con el tiempo, dejó de servir a su propósito inicial y, luego de rehabilita­rse, se convirtió en sede del Museo del Douro, inaugurado a fines de 2008, con el fin de conservar y divulgar la evolución de la región a través de su identidad, cultura e historia.

Ubicado céntricame­nte en la carretera principal de Régua, junto al río Douro, el museo cuenta con exposicion­es permanente­s y temporeras que no se circunscri­ben al vino, sino que abarcan otros aspectos señeros de la región. Se distribuye en dos niveles de exposición que exploran el contexto que precede a la elaboració­n del vino y al que le sucede una vez se ha embotellad­o. Se funde con muestras del patrimonio natural que repasa aspectos como los singulares suelos de la región, el clima, o los lagares, ingredient­es esenciales en la silueta del vino. Hay piezas de arte rupestre y también mapas antiguos originales. De los bueyes al high-tech, se pasa por muestras de aperos de labranza, algunas de las cepas de vid del rico patrimonio portugués de castas y explicacio­nes sobre el ciclo vegetativo de la uva o la construcci­ón de los rabelos en los que se transporta­ba el vino por el Douro.

El segundo nivel explora el producto terminado, con reproducci­ón de aromas, una exhibición de botellas y aspectos más comerciale­s, como etiquetas antiguas. Como complement­o, el museo cuenta con un moderno wine bar con vistas al río, un restaurant­e y una tienda. Su céntrica ubicación le hace una buena plataforma para escaparse por la ciudad.

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Las terrazas de los viñedos al pie del Douro.
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Quinta de la Rosa, Región del Douro.

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