No cambiará la relación de árbitros y fanáticos
Cuando terminé mi servicio militar durante la II Guerra Mundial y licenciarme del Coast Guard, regresé a Puerto Rico con 23 años en 1946 para comenzar mi carrera como naviero.
Fernando Torres Collac era ejecutivo en Parques y Recreo y asignaba los árbitros al baloncesto. Mi certificación como árbitro en ligas colegiales de Estados Unidos me permitió arbitrar aquí. Quebradillas en Arecibo fue mi primer juego asignado.
Llegué a las 7:30pm a la vieja High de Arecibo cuya cancha estaba “encharcada” por estar a la intemperie. Cancelé el juego y los gerentes me dijeron: “Americanito, en Puerto Rico no se cancelan juegos por lluvia, de lo contrario nunca jugaríamos”.
Regaron la cancha con gasolina y le prendieron fuego para secarla. Dije a los gerentes que con la cancha húmeda los baloncelistas resbalarían continuamente obligando a los árbitros cantar travelling y me indicaron que cantara lo que viera.
Le quité 22 puntos por travelling al equipo fast-break de Arecibo que perdió en su casa ante su eterno rival. Concluido el juego, estando en la caseta de árbitros, comenzaron a entrar piedras por las ventanas tiradas por fanáticos molestos. En la puerta estaban tres policías y al preguntarles por un restaurante cerca, el de mayor rango respondió: “Caballero vamos a escoltarlo rápidamente fuera de Arecibo; sugiero que esta noche coman en San Juan.”
Los árbitros cobrábamos $6.00 por juego y dieta. El pago en estos tiempos ha cambiado pero el “cariño” entre los fanáticos y los árbitros no ha cambiado en nada en los últimos 70 años.
Bob Leith Presidente-Fundador Pabellón de la Fama del Deporte Puertorriqueño