El Nuevo Día

EL CHOQUE DE UN PAÍS DIFERENTE

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Durante las primeras tres décadas de su vida, Rafael Gabriel Arroyo apenas había escuchado de Bélgica. Ni siquiera sabía donde quedaba. Sin embargo, a ese país dio a parar desde hace dos años y medio como sargento del Ejército de los Estados Unidos. Desde entonces, vive con su esposa y su hija en la ciudad de Lens. La mudanza ha sido un choque para Arroyo y su esposa, Amarilis Pérez. Aún no se acostumbra­n al clima, donde solo hay “dos o tres semanas de verano”, narró. Pero por el contrario, su hija de 5 años se ha acoplado sin problemas. “Ella está en una escuela de Bélgica (fuera de la base) y se le hizo bastante fácil adaptarse. Le gusta la escuela, habla francés y toma una o dos horas a la semana de inglés. En la casa le hablamos español y un poco de inglés”, sostuvo. Uno de los “choques culturales” que aún no han superado gira en torno a los servicios de salud, pues aunque son gratuitos para los ciudadanos, los ofrecimien­tos son bien distintos a lo que están acostumbra­dos. Pérez recordó con cierta incredulid­ad cómo es común observar a pacientes fuera del hospital fumando mientras están conectados a un suero. “En Puerto Rico uno está convencido de que el frío, la temperatur­a controlada, es importante para matar las bacterias. En una sala de emergen- cias los aires siempre están prendidos, pero acá eso no es así. Fue extraño para nosotros”, indicó el militar de 32 años. A Arroyo le quedan unos ocho meses en el Ejército y sus planes inmediatos son regresar a Puerto Rico. Desde la distancia se mantienen atentos a lo que sucede en la Isla. Comentó que mientras acá se discute la implementa­ción de nuevos impuestos, allá se paga un impuesto al valor añadido (IVA) de 21%, así como cuotas por tener radio en el carro, por cada televisor en la casa e incluso por las emisiones de gases que cada año genera su auto. Aunque él escuchó poco sobre Bélgica durante sus años en Puerto Rico, reconoce que el país ahora está en boca de todos a raíz de los recientes ataques terrorista­s en Bruselas. La vida en el país se trastornó desde ese entonces y señaló que existe temor entre la ciudadanía. “Nosotros no podemos estar por ahí vestidos de militar, solo dentro de la base. Nos restringen mucho, hay lugares a los que no podemos ir. Después de los ataques en París no podíamos ir allí y tampoco a los lugares atacados en Bruselas”, indicó. Aunque le queda mucho por hacer en el poco tiempo que le queda en el país, Arroyo sostuvo que hay algo que nunca hará: probar la carne de caballo que tan comúnmente se vende en los restaurant­es.

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