El Nuevo Día

Acortan distancia con la isla

Familias puertorriq­ueñas en Estados Unidos tienen diferentes modos de mantenerse cerca

- Texto Camile Roldán Soto camile.roldan@gfrmedia.com

Música, gastronomí­a, anécdotas, colores y aromas. Todos son elementos que combinan las familias puertorriq­ueñas en Estados Unidos para revivir en la distancia aquello que les hace sentirse cerca de la isla, mientras transmiten a los niños la cultura y, en muchos casos, el idioma español.

Las voces de cuatro familias, ubicadas en diferentes estados y entrevista­das por teléfono y a través de correo electrónic­o, revelan cómo en su cotidianid­ad se integra de múltiples formas el lenguaje que nos distingue y se manifiesta en detalles que van desde una planta hasta un nombre; del ritmo de canciones al sabor de un plato cocinado con ingredient­es que regresan el paladar a la mesa de la infancia.

“Para mí es bien importante enseñarle a mis hijas lo más que aprecio en la vida, y entre esas cosas está el amor a mi patria y mi familia”, explica Daniel Colón Ramos, quien reside en New Haven, Connecticu­t junto a su esposa de ascendenci­a china y sus hijas trillizas.

En su casa, le habla a las niñas solamente en español y así ha logrado que ellas también dominen nuestra lengua, con jerga y canciones incluidas.

“Soy bien consciente con el lenguaje que uso para que sea descriptiv­o pero sin crear la típica imagen de inmigrante, completame­nte idílica y perfecta”, comenta el profesor de neurocienc­ia en la Universida­d de Yale.

Sin embargo, a veces es inevitable que se cuele la nostalgia por alguna esquina de la vida cotidiana y la misma se alivie con una conversaci­ón, un canto o un mensaje por Facebook, según narran varias madres que crían a sus hijos en Carolina del Norte, Tampa y Virginia.

Karla González se siente cerca de la isla cuando sintoniza “Canciones Inolvidabl­es” los domingos a través de internet, pues la música de tríos siempre se escuchaba en su casa cuando era niña. También creó una emisora particular donde guarda temas de Ramito, Nito Méndez y otros conocidos intérprete­s que su hijo de 4 años ya reconoce e imita.

“A mi esposo le gusta mucho la salsa vieja y el nene ya se sabe ‘Anacaona’, ‘De cualquier malla sale un ratón’ y ‘Quítate tú pa ponerme yo’”, cuenta la abogada, en cuyo hogar también es la norma conectarse a Z-93 durante las navidades “porque hasta los anuncios dan nostalgia”.

Zoan Afanador, también comparte con su bebé de nueve meses canciones en nuestro idioma. La niña se llama Ila Fernanda, “en honor a nuestro terruño y a mi padre)”. Ila, explica Afanador, significa isla en francés.

“Ella ha crecido con las canciones de la infancia que yo conocí. Su favorita es ‘La linda manita’”, dice mientras asegura que otro detalle que no falta en su hogar es el color y la calidez que la transporta de alguna manera a los lugares donde creció en Arecibo.

“Para mí es esencial tener matas en la casa: palma, croto, mala madre. Necesito recrear el verdor de nuestro terruño, sino, me deprimo”, detalla quien vive en Oakton, Virginia.

En ninguno de los hogares faltan los platos típicos. Y si no se puede visitar la isla en diciembre o enero, conseguir el arroz con gandules y el pernil es una obligación.

“Con hoja de plátano pa' taparlo y toda la cosa”, aclara Tara Yanira, quien reside junto a su hija en Carolina del Norte, donde la distancia se siente mucho más dura que en Nueva York, porque allá la comunidad puertorriq­ueña es grande y unida.

Otra manera de mantener y estrechar lazos es a través de las historias que las familias comparten con los niños y los cuentos que les leen en español.

“Le contamos anécdotas de nuestra infancia a nuestro hijo. Le mostramos fotos y libros. Nuestro favorito es “De la A a la Z Puerto Rico”, de Georgina Lázaro. Cada vez que viajamos a la isla, (por lo menos una vez al año) visitamos un lugar que aparece reseñado en la historia”, explica González.

Venir de visita también es tradición para Ramos, cuya familia vive en Barranquit­as. Allí se reúnen para celebrar parrandas y esperar a los Reyes Magos cada 5 de enero. Pero aún en New Haven las niñas tienen contacto con gente del pueblo de su papá, ya que la principal de la escuela y una de las maestras de kinder también tienen familia allí.

Las visitas son igualmente importante­s cuando son los familiares quienes viajan a Estados Unidos para compartir. En casa de González, siempre espera a la abuela una hamaca de muchos colores, hecha por artesanos puertorriq­ueños, que ella misma llevó como regalo. Abuela y nieto se mecen en ella.

“Tenemos objetos en la casa que son reliquias familiares con historias que nos conectan con Puerto Rico”. Zoan Afanador puertorriq­ueña residente en Virginia

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José Carlos, de 4 años, se mece en la hamaca puertorriq­ueña de su casa en Tampa.

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