"Mientras mas activo el lector mejor para mí"
Ernesto Guerra Frontera, autor de Las palabras perdidas, novela ganadora del IX Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor de Editorial SM-Puerto Rico, busca atraer a un lector inquieto y dispuesto a cuestionar lo que lee
Da la impresión de que una represa ha sido abierta y, en vez de escaparse el agua, se escurren las palabras. Saltan de los libros, abandonan el idioma, dejan sin modo de nombrar los objetos que, resignados, desaparecen también. Ese es el caos que vive “Sandórrega”, reino del cual “Vermudo”, un niño de 12 años que siempre ha vivido oculto en una torre, es su príncipe. La novela “Las palabras perdidas” cuenta su historia.
“Esa fue la primera imagen que me vino a la mente, una persona leyendo en una biblioteca muy grande y las palabras desapareciendo”, afirma Ernesto Guerra Frontera, escritor puertorriqueño radicado en Boston, autor de la novela con que ganó el IX Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor 2015, que concede Editorial SM-Puerto Rico.
Durante su visita a la Isla, donde anoche recibió el galardón en una ceremonia celebrada en el Museo de Arte de Puerto Rico, Guerra -de hablar pausado y gestos medidos- cuenta que esa primera imagen de la historia la ubicaba en la cima de una montaña de Borinquen, en un gran templo de mármol. “De ahí todo se fue complicando”, acepta.
Esa visión del autor sucedió hace casi 18 años y, a falta de una monarquía y un sistema de sucesión rígido en nuestra historia, tuvo que mudar el relato de “Vermudo” al medioevo europeo, específicamente al siglo XII.
“Este es un libro sobre libros, sobre el placer de la lectura y cómo te dan a entender la realidad, te dan conocimiento de las otras personas y otros mundos que no conoces. El libro es el que de forma ausente te lleva a un mundo totalmente diferente, así que necesitaba buscar un momento en la Edad Media donde hubiera un despertar cultural. En siglo XII eso ocurre; comienza a haber grandes monasterios y catedrales, empiezan a nacer las universidades como centros de estudio y también empieza a haber mucho contacto con el mundo islámico a través de las Cruzadas y la España musulmana, y eso crea que ocurran traducciones de textos que se habían perdido o no se conocían en Europa porque autores islámicos los preservaron y los tradujeron. También tenemos la tradición de los copistas, esa imagen del monje que copia libros para la posteridad me pareció fantástica”, indica.
Tanto “Las palabras perdidas” como su primer libro, “Tú, ellos y los otros” (2006), fueron creados para cada una de sus hijas, Isabella y Natalia, quienes -cabe señalar- son siempre sus primeras lectoras. Luego el texto es revisado por la esposa de Guerra, la profesora universitaria Paola Uccelli, sus padres residentes en Puerto Rico y sus suegros.
“A mis hijas les encantó la novela. Una de ellas salió corriendo diciéndome: '¡lo sabía!, ¡lo sabía! ¡lo sabía!' refiriéndose a uno de los secretos antes de la parte fundamental. Después quedó muy impactada con el final", sostiene Guerra.
Para el autor el acto de escribirles es una forma de “compartir lo más íntimo de mí”. “El convivir es muchas cosas, pero yo escribo tratando de resolver conflictos que tengo internos: cuál es la relación que tiene la palabra y la realidad, por ejemplo, la palabra y la verdad. Esas preguntas me hacen construir estas tramas, para mí es compartir con ellas estos momentos íntimos de búsqueda intelectual y emocional de una forma más controlada, más pulida”, opina.
En esta historia, “Vermudo” parece estar a merced de la información sobre el mundo que le han brindado. Ya sea a través de monjes copistas en el siglo XII o mediante información disponible en Internet, parecería que igual seguimos expuestos a la posibilidad de que la información sea manipulada. Eso intriga a Guerra.
“Por eso es importante el máximo conocimiento porque con eso puedes juzgar qué es verdad, qué no es ver- dad, qué es una información manipulada y esa es la idea del libro. El máximo conocimiento te ayuda a discernir entre lo que es real, lo que es ficticio y lo que nos lleva a un mundo mejor”, insiste.
El poder, a su juicio, lo comparten el que escribe y el que lee. El primero porque parte del conocimiento que tiene, y el segundo, porque tiene el poder de la interpretación y de confrontar el texto con otros.
“Yo siempre he creído, no en la lectura pasiva, sino en la que hay un diálogo constante con el escritor. Cuando leo hago apuntes en los márgenes. Eso es lo que busco, lectores activos, mientras más activo el lector, mejor para mí”, propone.
“VERMUDO” Y EL DETALLE. Aunque la historia sufrió múltiples revisiones desde que la comenzó a pensar y, eventualmente, a escribir en los veranos del 2013 y 2014, “Vermudo” resultó ser en la página igual que lo vio en su imaginación. Tanto en la narración como en las ilustraciones que realizó Oscar T. Pérez.
“En la ilustración del saque fue perfecto; me encantó la selección de ilustraciones en el libro, fue fantástica. Y en el texto, la diferencia es que a esa persona en una torre sabía que tenía que darle algún tipo de conocimiento para enfrentar luego esa realidad de la desaparición de las palabras”, dice sobre los tres únicos textos que el protagonista había leído en su vida, “eso, más el contexto de la torre, definieron su identidad”.
Guerra espera que su novela inspire a los jóvenes a “seguir leyendo, a aprender de otras culturas y continentes y a aprender de su historia”.
“Me parece fundamental leer sobre Puerto Rico, quiénes somos, a dónde vamos, cuál ha sido nuestra historia, cuáles son los textos que nos definen y, al mismo tiempo, explorar los que van más allá de Puerto Rico”.
Justo ahora el autor trabaja una serie de cuentos para el lector general que abordan la historia boricua. “Quién soy, qué significa ser puertorriqueño lo estoy explorando. Ya escribí un cuento y empecé otros, es la primera vez que estoy investigando y escribiendo al mismo tiempo”, culmina.
Si el tema es entendernos, tiene trabajo de sobra.