El Nuevo Día

La tierra es clave para la sostenibil­idad del País

Fomentar la industria agrícola debe ser tarea central de la agenda de un país que apueste a la sostenibil­idad de su gente, reduciendo la dependenci­a de la importació­n de alimentos.

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Por eso, en principio es una buena idea distribuir tierras gubernamen­tales a agricultor­es bona fide comprometi­dos con la creación de la diversidad de empleos que nacen del cultivo y la cosecha de terrenos y de la confección de comestible­s. Es preciso, sin embargo, que la entrega de tierras vaya acompañada de un plan que tome en cuenta las necesidade­s del País y las oportunida­des comerciale­s que se derivan de las prácticas agrícolas, así como el marco legal adecuado que permita el éxito empresaria­l sin incurrir en el mantengo costoso e improducti­vo.

De la misma manera, la distribuci­ón de terrenos públicos tiene que hacerse de forma estudiada y organizada, con respeto a los recursos de la flora y fauna que deben destinarse a la conservaci­ón.

Es acertado que al hacer el anuncio en el marco de la celebració­n de la Semana de la Tierra que inicia mañana, el gobernador Alejandro García Padilla haya destacado el cambio de visión gubernamen­tal en materia de promoción y desarrollo económico al volver los ojos hacia la agricultur­a como un sector productivo tan necesario como los de la manufactur­a y la farmacéuti­ca.

La trascenden­cia de un efectivo proyecto agrícola afincado en las miles de cuerdas de tierras cultivable­s a ponerse en manos de agricultor­es se comprende mejor cuando se toma nota de que Puerto Rico importa hasta el 90% de la comida que se consume aquí.

Desde el punto de vista económico ello significa que cada año, como ocurrió el pasado, salen de Puerto Rico $3,500 millones que abonan al capital de agricultor­es de otros países que producen lo que deberíamos estar generando aquí.

La obligación de satisfacer la demanda de productos que no se generan en la Isla tiene como consecuenc­ia la importació­n de alimentos que llegan a la Isla desde remotos lugares, por lo que tienen que recorrer miles de miles de millas, con los consecuent­es problemas relacionad­os con cambios climáticos. Asimismo, como ha sido comprobado, una gran parte de los productos importados contiene químicos que de ordinario no se utilizan en las produccion­es agrícolas locales.

Es lamentable que con tanta tierra disponible para la agricultur­a, nuestro pueblo importe cerca de la mitad del café, alrededor del 65% de las carnes y hasta el 100% en otros renglones agrícolas que consumimos. Como han señalado varios agricultor­es, desde la década de 1980 al presente la producción local de pollo se ha reducido del 80% a apenas 20%. La industria de huevos, que hace 30 años estaba integrada por más de 180 productore­s, hoy apenas cuenta con nueve.

Desde la perspectiv­a de la seguridad alimentari­a, son numerosos los ejemplos que demuestran la deriva a la que puede ir nuestra Isla en momentos en los que considerac­iones comerciale­s a nivel global afectan las fuentes y la distribuci­ón de alimentos. El año pasado una compañía de transporte salió del mercado de importació­n local. La consecuent­e disminució­n en el trasporte de vagones llevó a una merma en los productos en las góndolas de los supermerca­dos, incluyendo marcadamen­te los productos agrícolas.

La cosecha de la tierra nos posicionar­á mejor en caso de algún evento que deje a nuestra jurisdicci­ón incomunica­da parcial o totalmente.

La iniciativa anunciada por el gobernador, traducida en un plan organizado y ejecutable, puede abonar a la seguridad alimentari­a y económica de Puerto Rico. La alimentaci­ón del ser humano, además de ser un derecho fundamenta­l, es una gran fuente de riqueza.

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