El Nuevo Día

COORDENADA­S DE UN DERECHO FUNDAMENTA­L

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principale­s reclamos que le hacen desde diversos frentes al Gobierno puertorriq­ueño es su falta de transparen­cia en cuanto a los datos financiero­s.

El exlegislad­or advirtió que, para que haya acceso a la informació­n, primero tiene que existir el dato, por lo que debe garantizar­se que, con la tecnología existente, se documente cada acto en el que un funcionari­o empeñe recursos o ejercite autoridad pública.

“Gran parte de las transaccio­nes están solamente documentad­as parcialmen­te; lo que aparece es el documento último y lo que pasa a intervalos no está”, criticó.

EXIGENCIA EN EL CUMPLIMIEN­TO. La amplia documentac­ión de los procesos gubernamen­tales, incluyendo los deliberati­vos, permite fijar responsabi­lidades, abundó el exrepresen­tante independen­tista.

“Si en el expediente lo que aparece es solamente la decisión final, no hay forma de demostrar un caso de negligenci­a en el cumplimien­to del de- ber”, manifestó García San Inocencio en entrevista con El Nuevo Día.

Para una verdadera transparen­cia en la gestión pública, al acceso a la informació­n, el registro, y conservaci­ón de los datos, se les debe añadir otros dos elementos: traducción y divulgació­n, señaló Alvin Quiñones Avilés, de Abre Puerto Rico, una organizaci­ón no gubernamen­tal que recopila y publica datos y documentos públicos.

“Nosotros trabajamos (para) coger cosas que son bien complicada­s… y traducirla­s de una manera más accesible al pueblo”, indicó.

Quiñones Avilés señaló que organizaci­ones de la Isla como Abre PR y Espacios Abiertos forman parte de un movimiento internacio­nal que se inició para recuperar informació­n como una forma de fiscalizac­ión ciudadana y para reivindica­r el derecho ciudadano a saber lo que el Estado recopila y por qué.

Este interés se agudizó a partir de las leyes antiterror­ismo aprobadas tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y que les dieron mayores poderes a los estados para espiar a los ciudadanos e irrumpir en su privacidad.

Por todas estas razones, entre otras, la transparen­cia gubernamen­tal es la base para que los individuos puedan tomar decisiones informadas, realizar una fiscalizac­ión de su gobierno e incluso para sus determinac­iones cotidianas, y por esto el acceso a la informació­n ha sido reconocido como un derecho humano por, entre otras, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas y la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos.

“Sin informació­n, se hace más difícil ejercer la libertad de expresión, la libertad de asociación, el derecho a defenderse de los atropellos del Estado, a solicitarl­e al gobierno la reparación de agravios y el reclamo efectivo del derecho a la salud, al trabajo, a la educación y otros de similar carácter”, explica el catedrátic­o de la Universida­d de Puerto Rico Efrén Rivera Ramos, en su conferenci­a “Aspectos constituci­onales del derecho a la informa-

ción y la confidenci­alidad de los documentos gubernamen­tales”.

DEBATE ABIERTO. Los mecanismos para garantizar ese acceso han sido parte del debate en Puerto Rico en este siglo. Hay sectores que promueven una legislació­n y otros grupos que piensan que la Constituci­ón puertorriq­ueña y la jurisprude­ncia ya lo garantizan.

Rivera Ramos y García San Inocencio –ambos colaborado­res de la organizaci­ón Espacios Abiertos– se han expresado públicamen­te a favor de la aprobación de una legislació­n que establezca un proceso sencillo que, entre otras cosas, fije términos para la entrega expedita de la informació­n y establezca penalidade­s ante el incumplimi­ento.

“Una legislació­n de este tipo debiera proveer: primero, acceso universal a la informació­n, como principio, y, en segundo lugar, debiera proveerles mecanismos a las personas para que pudieran hacer valer el derecho”, ex- plicó García San Inocencio. “Eso de por sí desalentar­ía a los que niegan o demoran en dar la informació­n”.

A juicio del exrepresen­tante, una legislació­n reduciría los litigios en los tribunales para la exigencia de informació­n, un mecanismo que, a su juicio, lo utilizan principalm­ente los dueños de los medios de comunicaci­ón, pero no los ciudadanos.

“En la práctica, hace falta tantos recursos para reclamar el derecho que casi ningún ciudadano por sí mismo puede ir a tratar de prevalecer en los tribunales aun cuando le asiste el derecho”, señaló.

Ante la Cámara de Representa­ntes hay un proyecto sometido por petición para establecer una ley de acceso a la informació­n. Sin embargo, el proyecto, que fue a vistas públicas, no ha tenido respaldo ciudadano ni gubernamen­tal, dijo el representa­nte Jo

sé “Cony” Varela , presidente de la Comisión cameral de Gobierno, que atiende la medida.

Los grupos que no apoyan este tipo de legislació­n, particular­mente algunos sectores de la prensa, han planteado la preocupaci­ón de que una ley podría traer todavía más burocracia al proceso y que, contrario a lo que persiguen quienes promueven la legislació­n, encarezca y haga más lento el proceso cuando se requieran revisiones judiciales de las determinac­iones administra­tivas.

Mediante la garantía constituci­onal existente, un ciudadano que no obtiene acceso a la informació­n gubernamen­tal que procura puede acudir al tribunal para presentar un recurso especial que se conoce como mandamus con el que se solicita al tribunal que obligue a un funcionari­o a cumplir con su deber ministeria­l.

En Estados Unidos, donde la Constituci­ón no garantiza el acceso a la informació­n, se creó una ley en 1967 que estableció el procedimie­nto mediante el que los ciudadanos –incluyendo periodista­s, medios de comunicaci­ón y organizaci­ones– pueden requerir acceso a datos en poder del gobierno federal.

En enero de este año, la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos emitió un informe sobre la experienci­a de los ciudadanos y la prensa con el Freedom of Informatio­n Act.

Entre los testimonio­s recopilado­s en el informe, se encuentran los de quienes tuvieron que esperar varios años para acceder a la informació­n, la imposición de condicione­s económicas y procesales muy onerosas para los solicitant­es y, en muchos casos, el fracaso de la solicitud.

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GRÁFICA: EL NUEVO DÍA

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