Desenfreno
Las primarias son una farsa en estas condiciones; un mal chiste, un engaño para los que piensan que con eso les cambiará la vida
Olvidémonos de la Junta de Control Fiscal. Olvidémonos de eso. ¿Podría surgir en el País una autoridad capaz de detener, entre otras cosas, la orgía de contratos y despilfarros a todos los niveles del Gobierno, pero en especial en las alcaldías? ¿Podría algún gobernador meter en cintura a esos funcionarios de alta jerarquía, en agencias públicas y corporaciones, que están contribuyendo a la ingobernabilidad de la manera más desenfrenada?
Lo dudo. Hay mucho chantaje de por medio, demasiadas ataduras, y pocas ganas de salirse de la presunta “corrección” política. Ni siquiera los candidatos independientes se atreven a sacudir a la opinión pública con pronunciamientos fuertes, que es lo que se necesita en un momento así: un estado de excepción para enfrentar una coyuntura verdaderamente excepcional.
No se puede hablar dos palabras con alguien sobre el caos que nos espera, sin que salga a relucir que la ley dice tal cosa, y la Constitución dice tal otra, y que entonces sería necesario revocar esto, o enmendar aquéllo.
Parecemos padres de la Carta Magna. Un poco de osadía no nos vendría mal.
En el mundo nunca ha habido grandes cambios obedeciendo ciegamente la letra grande o chiquita. En cualquier caso, las ideas hay que lanzarlas y seguir hacia adelante con ellas, y que sean otros los que nos llamen a capítulo y nos recuerden que la ley dice tal cosa y la Constitución dice tal otra. ¿Cómo nos vamos a poner obstáculos a nosotros mismos?
Con la posibilidad de que una Junta de Control Fiscal desembarque en dos meses, no sé cuáles son las expectativas de algunos.
Lo primero, en vez de hacer marchas raquíticas, que les importan un pepino al gobierno (es más, los candidatos se apuntan y van ellos en primera fila para que los vean), es pedirles a los ciudadanos que no vayan a votar en las primarias, que empleen el día en cosas mejores. Esas primarias de junio son una farsa en estas condiciones; un mal chiste, un engaño para los que piensan que con eso les cambiará la vida.
Además, con la rabia que da que esta semana hayan pagado millones para imprimir unas papeletas en Estados Unidos, en empresas “recomendadas” por Dominion Voting Systems (que son los dueños de las maquinitas), cuando aquí las imprentas se mueren por imprimir algo, habría que reaccionar y ni asomarse por los colegios de votación. Que voten los primaristas entre ellos, y sus amigos y parientes, que son los únicos favorecidos.
No entiendo cómo es posible que los candidatos independientes no hagan esa exhortación. En realidad están amedrentados por conceptos vacíos, el “proceso democrático” y el “voto sagrado”, y eso les impide boicotear las primarias ni tocarlas con el pétalo de una flor.
Así no se puede cambiar un País, y por eso viene una Junta como la copa de un pino.
De hecho, de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE) yo no pensaba decir una palabra, me hice ese propósito. Pero el pasado martes, en una vista en la Legislatura, aparte de la chapucería de presentación que hicieron, oí a uno de los comisionados, San Antonio Acha o Dávila, “exigiéndoles” a los centros comerciales que les provean espacio para orientar a los ciudadanos sobre el uso del nuevo sistema. Indicaron que los centros comerciales querían cobrarles por el espacio, aun cuando tienen la obligación de cooperar con ellos. Ah, ¿tienen obligación? ¿Y por qué no le pidieron esa misma obligación a Dominion y a las imprentas californianas que ya recibieron sus millones? ¿Por qué tienen que cooperar los centros comerciales de la Isla, que son empresas privadas que pagan muy caro por la luz, el agua y la seguridad?
Los centros comerciales no les de- ben dar gratuitamente a la CEE ni un rinconcito, quizá el cuarto de las escobas, es todo lo que se merecen.
Que por cierto, hablando de escobas, da pavor la ofensiva iniciada por los religiosos —tanto fundamentalistas como sosegados— contra el Secretario de Hacienda, por pedir algo tan lógico como que las iglesias rindan cuentas sobre sus finanzas. Se ha tachado de blasfemia mayor una gestión que es de lo más normal en todos los países, menos en el Califato de ISIS, claro.
Lo de la secretividad financiera de las iglesias es otro relajo que ha ido creciendo en el tiempo, con la complicidad de los partidos. Llega el año electoral y van los jefes religiosos a reunirse con los candidatos, y les prometen los votos de la feligresía, a la que manipulan, a cambio de que los eximan de impuestos y de obligaciones. Así se ha ido tejiendo una burbuja protectora en torno a las iglesias, finquitas inexpugnables cuyos jefes ahora se muestran coléricos.
En un País donde se mueve tanto dinero sucio, ¿qué le impide a cualquiera comprar una nave, ponerle un letrero que diga Tabernáculo de no sé qué, y recoger los generosos “diezmos” de unos individuos que todo lo que intentan es que su dinero se incorpore a la corriente de la legalidad? Pues por eso mismo hay que mirar los libros de los iglesias y separar a los que hacen el bien, de los que hacen el mal.
No obstante, ya hay candidatos prometiendo que, si ganan, paralizarán los planes de Hacienda.
Muy bien, no esperábamos menos.